Cristo Rey y el cine
Al hilo de lo que celebramos esta semana, he recogido estos breves párrafos del P. Raniero Cantalamessa, Predicador Pontificio, sobre Cristo Rey.
Me ha parecido una forma muy original de enfocar el tema de Cristo Rey, a través de una manifestación de cómo comprende el mundo de hoy ese misterio: el cine y las películas sobre la vida de Cristo.
Al hacerlo, ha mostrado claramente la facilidad que tenemos hoy para contemplar la humanidad y la humildad de Cristo… y la dificultad que encontramos en reconocerle como Señor del mundo, de la Historia y de nuestras vidas.
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Le veréis venir entre las nubes del cielo…
En el Evangelio de este domingo, Pilato pregunta a Jesús: «¿Eres tú el Rey de los judíos?», y Jesús responde: «Sí, como dices, soy Rey». Poco antes, Caifás le había dirigido la misma pregunta de otra forma: «¿Eres tú el Hijo de Dios bendito?», y también esta vez Jesús respondió afirmativamente: «Sí, yo soy». Es más: según el Evangelio de Marcos, Jesús reforzó esta respuesta, citando y aplicándose aquello que el profeta Daniel había dicho del Hijo del hombre que viene entre las nubes del cielo y recibe el reino que nunca pasará (primera lectura). Una visión grandiosa en la que Cristo aparece dentro de la historia y por encima de ella, temporal y eterno.
Junto a esta imagen gloriosa de Cristo hallamos, en las lecturas de la solemnidad, la del Jesús humilde y sufriente, más preocupado de hacer de sus discípulos reyes que de reinar sobre ellos. En el pasaje del Apocalipsis Él es definido como quien «nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados y ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre».
Ha sido siempre difícil mantener unidas estas dos prerrogativas de Cristo –majestad y humildad–, derivadas de sus dos naturalezas, divina y humana. El hombre de hoy no tiene dificultad para reconocer en Jesús al amigo y al hermano universal, pero encuentra difícil proclamarle también Señor y reconocerle un poder real sobre él.
En las películas sobre Jesús, esta dificultad salta a la vista. En general, el cine ha optado por el Jesús humilde, perseguido, incomprendido, tan cercano al hombre como para compartir sus luchas, sus rebeliones, su deseo de una vida normal. En esta línea se sitúan Jesucristo Superstar y, de manera más cruda y desacralizadora, La última tentación de Cristo –de Martin Scorsese–. También Pier Paolo Pasolini, en el Evangelio según Mateo, nos presenta a este Jesús amigo de los apóstoles y de los hombres, a nuestro alcance, si bien no carente de cierta dimensión de misterio, expresada con mucha poesía, sobre todo a través de algunos eficacísimos silencios. Sólo Franco Zeffirelli, en su Jesús de Nazaret, se esforzó por mantener juntos los dos rasgos de Él. Ahí se ve a Jesús como hombre entre los hombres, afable y a la mano, pero a la vez como alguien que, con sus milagros y su resurrección, nos sitúa ante el misterio de su persona que trasciende lo humano.
No se trata de descalificar los intentos de reproponer en términos accesibles y populares el acontecimiento de Jesús. En su tiempo Jesús no se ofendía si «la gente» le consideraba uno de los profetas. Pero preguntaba a los apóstoles: «¿Y vosotros quién decís que soy yo?», dando a entender que las respuestas de la gente no eran suficientes.
El Jesús que la Iglesia nos presenta en la solemnidad de Cristo Rey es el Jesús completo, humanísimo y trascendente. En París se conserva, bajo custodia especial, la barra que sirve para establecer la longitud exacta del metro, a fin de que esta unidad de medida, introducida por la Revolución Francesa, no se altere con el paso del tiempo. De forma similar, en la comunidad de creyentes que es la Iglesia, se custodia la verdadera imagen de Jesús de Nazaret que debe servir como criterio para medir la legitimidad de toda representación suya en la literatura, en el cine, en el arte.
No se trata de una imagen fija e inerte, que hay que conservar al vacío, como el metro, sino de un Cristo vivo que crece en la comprensión misma de la Iglesia, también a raíz de las cuestiones y de las provocaciones siempre nuevas planteadas por la cultura y por el progreso humano.
15 comentarios
No creo que sea algo deliberado, porque lo único que he leído de Cantalamessa sobre la película de La Pasión era muy elogioso:
"Ahora que ya no hay misiones populares como una vez, es posible que un cristiano no escuche jamás, en su vida, una predicación sobre la Pasión. Sin embargo es precisamente ella la que normalmente abre los corazones endurecidos. De ello se tuvo demostración con ocasión de la proyección de la película de Mel Gibson «La Pasión de Cristo». Ha habido casos de detenidos, que siempre habían negado ser culpables, que tras visionar la cinta confesaron espontáneamente su delito."
Me temo que la cuestión exigiría uno o varios artículos. De forma breve, me llama mucho la atención que la visión de Cristo que tiene La Pasión es marcadamente "contracultural", porque precisamente subraya los aspectos más difíciles de apreciar por la mentalidad actual:
- El sufrimiento físico, que es un tema totalmente repugnante para la mentalidad de hoy (de hecho, en mi opinión ésa es la razón por la que se acepta el aborto pero se aborrece la caza de bebés foca, es la diferencia entre un sufrimiento que se ve y uno que no se ve).
- La conciencia de Cristo de ser el Hijo de Dios, frente a Pagola, Tamayo, Queiruga y otros mil, que, contra toda lógica, piensan que Jesús "no sabía" que era Dios.
- La existencia y actuación del demonio, que aparece varias veces en la película. Es impresionante la forma en la que Dios aprovecha el aparente "triunfo" del demonio en la Cruz para conseguir el verdadero triunfo de la redención humana, como han señalado muchos Padres de la Iglesia.
- La comprensión de todo lo que sucede desde la Fe. No hablo ya de que haya milagros (como en otras películas) o se digan frases del Evangelio, sino de que cada escena se presenta como un cuadro o un icono para la meditación cristiana, como algo lleno de sentido hasta en sus mínimos detalles. En cierto modo, se asemeja en ello a la contemplación de los misterios del Rosario o a la forma en que San Ignacio aconseja contemplar escenas de la vida de Cristo en los ejercicios. No hay detalle sin significado: la gota del final, la sangre que salpica, etc.
- La importancia de la Tradición de la Iglesia y de la comprensión que los santos tuvieron de la pasión de Cristo: los relatos de la Beata Anna Caterina Emmerick, la tradición de la Verónica... O, hablando de España, la imagen de Cristo crucificado que pintó San Juan de la Cruz (y que inspiró a Dalí), que muestra cómo Dios ve al mundo desde lo alto, a través de su Hijo crucificado y por eso lo mira con misericordia (recuerdo haber leído los comentarios de un sacerdote inglés que le sugirió este detalle a Mel Gibson).
No deja de admirarme que, teniendo todos los ingredientes para hacerse antipática a la mentalidad actual (como muestra la infinidad de críticas airadas que recibió), tuviera tánto éxito de público. En mi opinión, es una muestra de que la gente está sedienta del Cristo verdadero, más allá de sus ideas políticamente correctas.
Muchas gracias por tus comentarios. En efecto, debería haber señalado la presencia esencial de la Virgen en toda la película. Es una muestra más de lo "católica" que es la mentalidad de la pélicula.
Me ha gustado mucho escuchar lo que decías de los evangélicos.
Saludos.
Qué buena idea. En mi comunidad también fuimos a ver la película en Cuaresma, como una forma de prepararnos para la Semana Santa.
Si interesa el tema, puedo investigarlo un poco, aunque no sea muy agradable.
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