Cristianos de ayer y de hoy (VIII): Juan boca de oro
San Juan Crisóstomo (que, en griego, quiere decir boca de oro) nació en el s. IV en Antioquía y fue hijo de otra santa, Antusa (Atención a las madres: este ha sido el caso de muchos santos, como San Agustín o San Bernardo, que ya desde los brazos de su madre fueron aprendiendo el amor de Dios y la imitación de Cristo).
Después de un tiempo como ermitaño, fue ordenado sacerdote y se dedicó a la predicación en Antioquía. Por voluntad del Emperador Arcadio, le obligaron a aceptar el puesto de Patriarca de Constantinopla. Sin embargo, el resultado no fue el esperado: en cuanto llegó, San Juan Crisóstomo lo primero que hizo fue renunciar a las riquezas que le correspondían y distribuirlas entre los pobres o construir hospitales para ellos.
Sus críticas a los lujos y fastos de la corte le granjearon la enemistad de la Emperatriz Eudoxia y de muchos sacerdotes y obispos corrompidos por la riqueza, de manera que fue acusado y desterrado dos veces. Él, sin embargo, tuvo ocasión de practicar el amor a sus enemigos cuando Eutropio, el ministro que más le había perseguido, cayó en desgracia y Juan lo acogió en su catedral para protegerlo.
Murió, cansado y agotado, en el destierro, pero sus últimas palabras fueron “Gloria a Dios por todo”.
Hoy les regalo dos fragmentos de discursos sobrecogedores: uno pronunciado justo antes de partir al destierro y otro sobre la riqueza. Que los disfruten.
Pueden encontrar estos textos y otros más y .
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Al partir al exilio
Muchas son las olas que nos ponen en peligro, y una gran tempestad nos amenaza: sin embargo, no tememos ser sumergidos porque permanecemos de pie sobre la roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca; aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca de Jesús. Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte? Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. ¿El destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena. ¿La confiscación de los bienes? Sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él. Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No temo la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos de vivir, si no es para vuestro bien espiritual. Por eso, os hablo de lo que sucede ahora exhortando vuestra caridad a la confianza.
¿No has oído aquella palabra del Señor: Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio ellos? Y, allí donde un pueblo numeroso esté reunido por los lazos de la caridad, ¿no estará presente el Señor? me ha garantizado su protección, no es en mis fuerzas que me apoyo. Tengo en mis manos su palabra escrita. Éste es mi báculo, ésta es mi seguridad, éste es mi puerto tranquilo. Aunque se turbe el mundo entero, yo leo esta palabra escrita que llevo conmigo, porque ella es mi muro y mi defensa. ¿Qué es lo que ella me dice? Yo estoy con otros todos los días, hasta el fin del mundo.
Cristo está conmigo, ¿qué puedo temer? Que vengan a asaltarme las olas del mar y la ira de los poderosos; todo eso no pesa más que una tela de araña. Si no me hubiese retenido el amor que os tengo, no hubiese esperado a mañana para marcharme. En toda ocasión yo digo: «Señor, hágase tu voluntad: no lo que quiere éste o aquél, o lo que tú quieres que haga». Éste es mi alcázar, ésta es mi roca inamovible, éste es mi báculo seguro. Si esto es lo que quiere Dios, que así se haga. Si quiere que me quede aquí, le doy gracias. En cualquier lugar donde me mande, le doy gracias también.
Además, donde yo esté estaréis también vosotros, donde estéis vosotros estaré también yo: formamos todos un solo cuerpo, y el cuerpo no puede separarse de la cabeza, ni la cabeza del cuerpo. Aunque estemos separados en cuanto al lugar, permanecemos unidos por la caridad, y ni la misma muerte será capaz de desunirnos. Porque, aunque muera mi cuerpo, mi espíritu vivirá y no echará en olvido a su pueblo.
Vosotros sois mis conciudadanos, mis padres, mis hermanos, mis hijos, mis miembros, mi cuerpo y mi luz, una luz más agradable que esta luz material. Porque, para mí, ninguna luz es mejor que la de vuestra caridad. La luz material me es útil en la vida presente, pero vuestra caridad es la que va preparando mi corona para el futuro.
Sobre las riquezas
¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies, pues, cuando lo contemples desnudo en los pobres, ni lo honres aquí, en el templo, con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez. Porque el mismo que dijo: Esto es mi cuerpo, y con su palabra llevó a realidad lo que decía, afirmó también: Tuve hambre, y no me disteis de comer, y más adelante: Siempre que dejasteis de hacerlo a uno de estos pequeñuelos, a mí en persona lo dejasteis de hacer. El templo no necesita vestidos y lienzos, sino pureza de alma; los pobres, en cambio, necesitan que con sumo cuidado nos preocupemos de ellos.
Reflexionemos, pues, y honremos a Cristo con aquel mismo honor con que él desea ser honrado; pues, cuando se quiere honrar a alguien, debemos pensar en el honor que a él le agrada, no en el que a nosotros nos place. También Pedro pretendió honrar al Señor cuando no quería dejarse lavar los pies, pero lo que él quería impedir no era el honor que el Señor deseaba, sino todo lo contrario. Así tú debes tributar al Señor el honor que él mismo te indicó, distribuyendo tus riquezas a los pobres. Pues Dios no tiene ciertamente necesidad de vasos de oro, pero sí, en cambio, desea almas semejantes al oro.
No digo esto con objeto de prohibir la entrega de dones preciosos para los templos, pero sí que quiero afirmar que, junto con estos dones y aun por encima de ellos, debe pensarse en la caridad para con los pobres. Porque, si Dios acepta los dones para su templo, le agradan, con todo, mucho más las ofrendas que se dan a los pobres. En efecto, de la ofrenda hecha al templo sólo saca provecho quien la hizo; en cambio, de la limosna saca provecho tanto quien la hace como quien la recibe. El don dado para el templo puede ser motivo de vanagloria, la limosna, en cambio, sólo es signo de amor y de caridad.
¿De qué serviría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el mismo Cristo muere de hambre? Da primero de comer al hambriento, y luego, con lo que te sobre, adornarás la mesa de Cristo. ¿Quieres hacer ofrenda de vasos de oro y no eres capaz de dar un vaso de agua? Y, ¿de qué serviría recubrir el altar con lienzos bordados de oro, cuando niegas al mismo Señor el vestido necesario para cubrir su desnudez? ¿Qué ganas con ello? Dime si no: Si ves a un hambriento falto del alimento indispensable y, sin preocuparte de su hambre, lo llevas a contemplar una mesa adornada con vajilla de oro, ¿te dará las gracias de ello? ¿No se indignará más bien contigo? O, si, viéndolo vestido de andrajos y muerto de frío, sin acordarte de su desnudez, levantas en su honor monumentos de oro, afirmando que con esto pretendes honrarlo, ¿no pensará él que quieres burlarte de su indigencia con la más sarcástica de tus ironías?
Piensa, pues, que es esto lo que haces con Cristo, cuando lo contemplas errante, peregrino y sin techo y, sin recibirlo, te dedicas a adornar el pavimento, las paredes y las columnas del templo. Con cadenas de plata sujetas lámparas, y te niegas a visitarlo cuando él está encadenado en la cárcel. Con esto que estoy diciendo, no pretendo prohibir el uso de tales adornos, pero sí que quiero afirmar que es del todo necesario hacer lo uno sin descuidar lo otro; es más: os exhorto a que sintáis mayor preocupación por el hermano necesitado que por el adorno del templo. Nadie, en efecto, resultará condenado por omitir esto segundo, en cambio, los castigos del infierno, el fuego inextinguible y la compañía de los demonios están destinados para quienes descuiden lo primero. Por tanto, al adornar el templo, procurad no despreciar al hermano necesitado, porque este templo es mucho más precioso que aquel otro.
19 comentarios
Muchos, y no sólo los más mayores en quienes es totalmente disculpable, tienen problemas de dicción, no se les entiende lo que dicen pese a estar en perfecto estado la megafonía.
¿Se presta la suficiente atención a la homilética y la oratoria en los seminarios?.
Muy apropiado el discurso Bruno
No estaban dichas en ese sentido. Más
bien querían señalar que no existia oratoria en los primeros discípulos.
En realidad creo que los hombres y
mujeres de Dios, comunican el fuego que llevan dentro.
Todo ello valorando mucho la homilía dominical, y más la de quienes la hacen diaria.
"¿Se presta la suficiente atención a la homilética y la oratoria en los seminarios?" Por lo que sé, no se le presta absolutamente ninguna. En los seminarios que conozco, no se toca el tema en ningún momento. Los nuevos curas se las arreglan como pueden.
Como dice Carmen, no es lo fundamental y más hace un sacerdote verdaderamente santo y entusiasmado por el evangelio con unas pocas palabras (como el cura de Ars) que cien fantásticos discursos.
Dicho eso, creo que es un grave error descuidar este tema en la preparación de los sacerdotes. Precisamente en la era de la comunicación, debe hacerse lo posible por que los sacerdotes sean capaces de transmitir la fe de forma comprensible, sencilla y atractiva.
El propio Cura de Ars, para decir unas pocas palabras, se pasaba horas y horas preparándose.
Raniero Cantalamessa, el predicador del Papa desde tiempos de Juan Pablo II.
Otro: el propio Benedicto XVI, como se podía ver en la inmejorable homilía suya que reproduje el día de la Asunción.
Bienvenido al blog.
Lo cierto es que, cuando escuchamos o leemos una homilía, humanamente tendemos a pensar algo como "qué bien le vendría esto a fulano".
En realidad, creo yo, la homilía, como la Palabra de Dios que comenta, no ha cumplido su misión si no podemos decir: "qué bien me viene a mí lo que se ha dicho", de forma que seamos nosotros mismos los que seamos consolados, denunciados, interpelados o enseñados por la Palabra de Dios.
Un saludo.
Y el santo cura de Ars, el pobre estaba escasísimamente dotado intelectualmente, suspendió por dos veces las pruebas para poder entrar en el seminario, pero a Dios le dio igual, y sobre todo en el sacramento de la penitencia podía volver un alma como un alcentín hacía el Señor.
Bruno otro predicador buenísimo, si bien que ya fallecido, monseñor Fulton Sheen, que fuera arzobispo de Nueva York, el cura de la tele, como lo llamamban, su libro anclas sobre el abismo es excelente.
Magnífico Fulton Sheen. En los Estados Unidos la gente sigue recordando con enorme cariño y admiración sus programas en la televisión.
En libro tiene una vida de Cristo preciosa. Ese libro que citas no lo conocía, ¿cuál es su tema?
Ya que San Juan Crisóstomo nos queda un poco más lejos e iba a ser difícil encontrar un vídeo suyo, creo que sería una buena idea que todos los seminaristas vieran los programas de televisión de Monseñor Sheen o leyeran sus charlas.
Actualmente creo que se sigue un proceso en la congregación para la causa de los santos sobre monseñor Fulton Sheen. El Papa Juan Pablo II, públicamente respaldó su labor en una entrevista que tuvieron con ocasión del primer viaje del Papa a EEUU.
El padre capuchino Cantalamessa, es también un gran predicador, en zenit está un análisis que hizo del himno adoro te devote, con ocasión del año de la Eucaristía, muy recomendable.
Pero también he recordado que hay algunos predicadores excelentes en España, hace un tiempo me pasaron en mp3 una grabación de un sacerdote de Zaragoza, por lo visto sus homilías las graba la gente y después circulan por ahí entre quienes lo van conociendo.
Buscaré el libro de Fulton Sheen, que seguro que merece la pena.
Sobre el sacerdote de Zaragoza, ¿podrías dar más detalles? A lo mejor podría conseguirse alguno de esos mp3 en la red o quizás Luis Fernando lo conozca (me parece recordar que él es de allí).
Sofía:
Está claro que los doctores de la Iglesia lo son por algo. Nos pueden enseñar a todos muchas cosas, además de ser un ejemplo con su propia vida.
Hay que decir, que si los estudiantes no se ejercitan en la oración (con éxito, aunque me gusta más provecho), sólo pueden salir cantamañanas de los seminarios, por no decir gallinas que no ponen ni huevos, con plumas, sin plumas o con pamplinas.
Recordar, qué es oración, los cuatros grados de oración, que enseña Nuestra Santa etc, etc, hay que vivirlo en primera persona; y todo lo que han enseñado aquilatados maestros en éste oficio. Lo demás, no es que lo diga yo, pero tengo la seguridad de que viene como añadidura. Y por qué no decirlo, no conviene cansar a los estudiantes con teorías y modorras de sociólogos, teólogos ocurrentes, socólogos, etc
Da pena ver, etc etc..
Dios es VALOR
Sin duda hay cosas mucho más importantes que saber hablar bien, pero una cosa no impide la otra, creo yo.
No tengo la menor duda que resulta imperioso hacer algo para salir de este atasco al que hemos llegado, y no por casualidad. A veces, la vida nos pone delante ocasiones que no nos resultan agradables. A mí no me gusta usar palabras "duras", pero no veo otra alternativa: Eclesisticos salidos de seminarios de "rollitos zapatistos" son los primeros culpables de las desgracias inmensas que sufre el pueblo. Así lo dijo S. Juan de Ávila, y así lo digo yo. Lo dicho, algo hay que hacer para estimular y hacer fértil y digno, lo que hoy es estéril y etc... No hay excusa que valga, cuando vemos lo que vemos cada día. ( mejor no entrar en detalles)
Dios es VALOR
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