Confesiones virtuales y lo que el pueblo quiere
Se ha hablado mucho de la posibilidad, siempre rechazada por la Iglesia, de realizar confesiones virtuales, utilizando los nuevos medios de comunicación. Pues bien, algunas iglesias protestantes, que desconocen el sacramento de la penitencia, han empezado a practicar “confesiones” a través de Internet.
En esta pueden encontrar la página web de una comunidad Baptista de Florida, la Flamingo Road Church, que ofrece la posibilidad de “confesiones” online. Estas “confesiones” consisten en un foro virtual en el que quien quiera puede dejar escrita una confesión de sus pecados.
El nombre de la página es, curiosamente, , es decir, algo así como “www.hemetidolapata.com". Aparentemente, bastante gente acude allí a dejar constancia de sus pecados (o, en algunos casos, de sus sufrimientos).Resulta significativo que, además de un botón de “confesar” para escribir los propios pecados, existe otro de “visualizar” (¿cotillear?), para echar un vistazo a los pecados de los demás. Me da la impresión de que el segundo botón es mucho más utilizado que el primero.
Lo cierto es que no me extraña en absoluto que surjan estas cosas. La confesión de los pecados responde no sólo a algo querido por Dios, sino también a una necesidad natural del hombre. Los católicos, que sí que hemos conservado la confesión a diferencia de los protestantes, no tenemos que inventar seudo-confesiones en Internet porque tenemos el verdadero sacramento. Por eso es una pena que, a veces, encontremos tantas dificultades para acercarnos a este sacramento.
A menudo, los teólogos, sacerdotes y obispos hablan en sus discusiones de lo que lo que el pueblo cristiano quiere y todos parecen ser expertos en ello. Pues bien, ¿quieren saber una cosa muy concreta que queremos los cristianos? Más facilidad para acercarnos al sacramento de la reconciliación.
Conozco multitud de parroquias donde es prácticamente imposible confesarse. Los sacerdotes no están nunca en sus confesionarios o están en ellos los martes de 4:00 a 5:00 de la tarde, haciendo en la práctica imposible que se pueda uno confesar. Otros ni siquiera tienen confesionarios, porque “es más directo tener las confesiones cara a cara” (lo cual es verdad es verdad en algunos casos, pero resulta una imposición intolerable el imponerlo para el que no lo quiera). En algunas parroquias, con cierto desparpajo, se afirma que “quien quiera confesarse puede acudir a la sacristía y decírselo al sacerdote”. Cualquiera que haya tenido que hacer eso sabe que, a no ser que se tenga mucha confianza con el sacerdote en cuestión, resulta muy desagradable tener que ir a sacar al presbítero de lo que esté haciendo, decirle delante de otras personas que uno necesita confesarse, etc. El hecho de recibir el sacramento de la Penitencia implica, ya de por sí, una cierta humillación ya que uno reconoce sus propios pecados y eso a nadie le gusta. Creo que añadir a esta dificultad consustancial al sacramento otras dificultades es una falta de caridad para con los fieles de las parroquias.
Las celebraciones comunitarias de la penitencia (con absolución individual) son, en mi opinión, una práctica excelente, ya que ofrecen una “ocasión propicia”, un “tiempo de gracia” que facilita el acercarse al sacramento y al perdón divino. Sin embargo, no pueden sustituir la práctica habitual del sacramento de la confesión a lo largo del año, ya que, por su propia naturaleza, las celebraciones comunitarias se producen sólo de forma excepcional y, además, el tiempo del que se dispone para hablar con el sacerdote es mínimo.
En cuanto a la actitud personal del sacerdote que confiesa, creo que habría que evitar dos extremos. En primer lugar el echar la bronca al que se acerca al sacramento. Cuando uno va a confesarse es porque ya sabe que ha hecho mal y lo que necesita es encontrar la misericordia del Señor que le saca de su pecado. El segundo extremo consiste en no decir la verdad al que se confiesa, decirle que sus pecados no son pecados (cuando sí lo sean, por supuesto, ya que, a veces, pueden ser sólo escrúpulos) o que lo que importa es la buena voluntad o que lo que dice la Iglesia sobre algo sólo es orientativo o ya está pasado de moda. La misericordia de Dios se recibe, precisamente, porque hemos pecado y no la merecemos. En el mundo, ante las propias faltas lo que se suele buscar es la disculpa, que te digan que no podías hacer otra cosa que lo que hiciste; el cristiano que se acerca a la confesión lo que busca es perdón y no que le disculpen.
El Señor nos ha regalado en la Iglesia un sacramento maravilloso de misericordia y verdad que otros muchos anhelan sin tenerlo (véase la iglesia de Florida). Si olvidamos este sacramento o ponemos dificultades para que otros se acerquen a él, estaremos perdiendo una gracia insustituible que hace presente a Cristo misericordioso, de una forma especial, en nuestra vida.
14 comentarios
Estoy de acuerdo en muchas de las cosas que has dicho. Por ejemplo, lo de la dimensión eclesial del perdón, lo de que es algo querido por Dios, lo de que Dios da al perdón al que lo solicita.
Sin embargo, si te he entendido bien, creo que no es adecuado lo de "pero nunca dejaré que mi paz espiritual dependa de lo que me digan intermediarios. No es cuestión de soberbia o humildad, sino de que en toda esa casuística no consigo encontrar al Padre misericordioso".
Ten en cuenta que el que un sacerdote pueda decirte con autoridad que no puedes recibir el perdón porque antes necesitas hacer X no es una costumbre ni algo jurídico, es algo querido por el propio Cristo: "A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados, a quienes se los retengáis les quedan retenidos". Sé que es poco razonable que un ser humano tenga esa misión, pero es que Dios suele superar lo humanamente razonable.
Gracias, como siempre, por tus comentarios.
Ahora creo que entiendo mejor lo que quieres decir.
1) "No creo que Jesús dejara el ministerio de la reconciliación para fastidiar y poner obstáculos, sino para facilitar el encuentro con la misericordia el Padre, que es perdón y gracia"
Totalmente de acuerdo y cuanto más se diga mejor.
2) "La misión del sacerdote debería ser recordárnoslo, no rebuscar pecados." Totalmente de acuerdo, de hecho creo que lo he mencionado en el post. Una pequeña matización: a veces señalar un pecado que uno claramente tiene y no se ha dado cuenta puede ser un acto de misericordia, si se hace bien. Por ejemplo, si uno no sabe que el adulterio es un pecado y al cometerlo está destruyendo su matrimonio, el sacerdote debe decírselo, con mucha caridad. ¿No crees?
Completamente de acuerdo. De hecho, lo que el sacerdote haga que no esté de acuerdo con lo que haría Cristo no tiene valor y es fruto de su propia debilidad humana (que también hay que comprender).
4) "Cualquier parecido con las normas y la casuística tipo Trento es pura coincidencia" La verdad es que no sé a qué te refieres. Por favor, explícate.
Estoy de acuerdo en lo fundamental, pero, de nuevo, haría una matización. Sin duda, como tú señalas, el perdón de los pecados es, ante todo, un encuentro personal de misericordia entre Dios y un hijo suyo que ha pecado. Es evidente, por ejemplo, que si uno no puede encontrar un sacerdote, un arrepentimiento sincero pidiendo perdón a Dios de corazón tendrá el efecto equivalente a la confesión.
La matización: no se puede separar la confesión de ese arrepentimiento y de ese pedir perdón a Dios como si la confesión fuera algo externo y el perdón fuera algo interno. Dios ha querido dar su perdón a los cristianos en colaboración con su Iglesia. De la misma forma que ha querido hacerse presente en su Cuerpo y Sangre a través de la Eucaristía. Sería absurdo decir que la Eucaristía es sólo un rito externo...
Segunda matización: lo del arrepentimiento no es sólo un sentimiento, puede implicar la necesidad de hacer cosas. Por ejemplo, en el caso del adulterio de antes, para recibir el perdón de Dios es necesario que ese señor se decida a dejar de vivir con la señora que no es su mujer. De otro modo no quiere realmente recibir el perdón de Dios, lo que quiere es quedarse con su pecado y que Dios le diga que todo va bien.
En ese sentido, la Iglesia pide para confesarse sinceramente: examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia.
Me alegro de ver que, en este caso, coincidimos en casi todo. ¿Qué te han parecido las matizaciones? Yo creo que se ajustan también a lo que quieres defender. ¿No?
No es un rollo en absoluto. Siempre es un placer hablar contigo.
Lo cierto es que me ha encantado tu actitud de obediencia a Cristo, yendo "de leprosa que cumple un trámite, por encargo de Jesús y eso es todo (y esperando a que lo quiten)". Estoy seguro de que el Señor te bendecirá abundantemente por esa obediencia (quizá llevándote a un sacerdote que pueda mostrarte, como me ha pasado a mí, que la confesión puede ser un momento precioso para ver más claramente a Jesús misericordioso que perdona, para recibir luz en la propia vida y para sentir también el rostro maternal de la Iglesia).
No sé si vives en Madrid, pero si estás por aquí cerca y quieres confesarte una vez con un santo (de verdad, de los de altar), puedes ir a la Catedral de la Almudena donde a veces está un sacerdote joven, muy delgado y que lleva siempre sandalias que se llama Enrique. Merece la pena.
Me da la impresión, por las cosas que dices, de que tú crees en la existencia de pecados mortales, aunque no los llames así, porque sabes que Dios nos ha hecho libres y quiere que le amemos libremente. Esta libertad, por su propia naturaleza, implica la posibilidad que tenemos todos los hombres de rechazar a Dios del todo (eso es lo que es un pecado mortal y no otra cosa), ya sea con una decisión interior o con nuestras obras (en el caso de que éstas sean totalmente incompatibles con el amor de Dios).
Por supuesto, nadie puede decir en este mundo cuándo un pecado es, de hecho, mortal, ya que no podemos ver el interior de los demás. Si te fijas, la Iglesia no lo hace y sólo dice que algunas acciones son, en sí, pecados graves (como matar, adulterar, et...
"pero no dedicarte a rebuscar pecados, analizarlos, clasificarlos, contarlos, medirlos pesarlos, etiquetarlos y depositar el paquetito en el confesonario." De acuerdo en que obsesionarse con esas cosas es absurdo, porque lo esencial es el arrepentimiento sincero y el buscar el perdón de Dios.
a) El aspecto subjetivo: totalmente de acuerdo contigo, nadie te puede decir desde fuera si, en una ocasión has pecado o no. Eso queda para tí, tu conciencia y Dios. "De internis, nec Ecclesia" (De las cosas interiores, ni siquiera la Iglesia puede juzgar")
Por ejemplo, hoy en día que la sociedad no lo tiene claro, la Iglesia debe proclamar que el aborto es un pecado gravísimo porque acaba con la vida de un niño no nacido. La Iglesia está obligada a proclamar esto para defender a los niños y a las propias madres, porque el pecado, al final, a quien más daño hace es al que lo comete y te destroza la vida. Otra cosa es que, subjetivamente, una madre en concreto que ha abortado pueda no ser culpable por las presiones que sufrió, el miedo que la impedía pensar, su inmadurez, etc.
Esto también funciona en dirección contraria: a veces los curas tienen que decir lo que no es pecado (por ejemplo, a una viejecilla que se confiese de haber pisado una estampita).
No te doy más la lata. Si te acuerdas, háblale al Señor de mí, que yo también rezaré por ti.
Gracias por tu comentario. Sin duda ninguna, Dios también está en el espacio virtual.
Estoy de acuerdo contigo en que lo fundamental es el arrepentimiento y que la confesión es un regalo "extra" que Dios nos ha hecho sin merecerlo.
Dejar un comentario