InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Nueva Evangelización

16.03.15

La desistencia de la autoridad en la Iglesia

Clément Rémond en Unsplash

En los comentarios a la serie sobre polémicas matrimoniales, para la que he tenido que escribir ya más de una veintena de artículos como penitencia por mis pecados, hay algunos temas que surgen una y otra vez. El más común es la queja por la pasividad de las autoridades en la Iglesia.

¿Por qué el Papa no impide que se haga o diga tal cosa? ¿Por qué Monseñor Ausente Nostoy permite que D. Nestorio Árriez, párroco de Villamodernista, enseñe barbaridades desde el púlpito? ¿Por qué ese superior religioso no echa a patadas a Fray Herético o a Sor Mundana? ¿A qué espera la Conferencia Episcopal de Heterodoxilandia para pronunciarse? ¿No debería alguien hacer algo?

Es una queja constante y, digámoslo desde el principio, muy razonable. No me importa reconocer que yo siento lo mismo en muchas ocasiones cuando leo noticias sobre la Iglesia. Sin embargo, en lugar de limitarme a la queja, por muy justificada que pueda estar, me gustaría centrarme en las causas de esta situación. A fin de cuentas, para solucionar un problema lo importante no es repartir culpas, sino diagnosticar bien la enfermedad para atacar sus causas. Cognitio rerum per causas.

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4.12.13

Llamados a ser magnánimos

Rendición de BredaDesde su elección, el Papa Francisco ha hablado varias veces de la magnanimidad. A mí, en particular, me ha causado una gran alegría que lo haga, porque la magnanimidad de los santos es una de las cosas que me resultan más atractivas de la historia de la Iglesia.

La mayoría de los cristianos sabemos que debemos ser humildes, incluso los que no tenemos mucho éxito en ese empeño. ¿Quién no desearía poseer la santa humildad de Cristo? Mucha menos conocida para la mayoría, sin embargo, es la virtud de la magnanimidad, hasta el punto de que no solo no la practicamos, sino que ni siquiera la deseamos. Y esta virtud, esta joya como decía Santo Tomás, nos es particularmente necesaria, porque sin ella corremos el riesgo de convertir la humildad en pusilanimidad o mezquindad.

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28.11.13

Mi frase favorita de Evangelii Gaudium (por ahora)

Evangelii gaudiumLa nueva exhortación apostólica del Papa es muy larga y, trata, además, un tema fundamental para la Iglesia, la evangelización. Creo que conviene leerla despacio y con tranquilidad, así que no me voy a lanzar a intentar resumirla precipitadamente, ni mucho menos a evaluarla.

Una cosa que creo que puedo hacer, sin embargo, es fijarme en una frase que me ha llamado la atención. A este Papa le preocupa mucho la predicación y, por ello, le gusta usar frases incisivas, que llamen la atención y sean fáciles de recordar por los oyentes o lectores. Sus escritos (y Facebook) están llenos de esas frases llamativas.

Voy, pues, a señalar una frase que me ha gustado especialmente de la exhortación Evangelii Gaudium: “la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual“.

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21.11.13

Jesucristo mendigo y el arte

Jesús sin hogarEl miércoles pasado, un escultor canadiense presentó una de sus obras al Papa Francisco en Roma. Supongo que debe de ser algo muy habitual y no lo habría comentado en el blog si no fuera por que la estatua en cuestión es muy llamativa y original. Está hecha de bronce y representa a Jesucristo como un mendigo que duerme en el banco de un parque, a tamaño natural.

Según parece, la escultura refleja una ocasión en la que el artista vio un mendigo en las calles de Toronto y recordó las palabras del Evangelio: Lo que hagáis a uno de estos mis pequeños hermanos, a mí me lo hicisteis. Una verdadera (y estremecedora) catequesis en bronce.

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19.11.13

No se nos ha prometido el éxito

MBHace unos meses, durante la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, un lector tuvo la amabilidad de enviarme la historia de los Mártires de Brasil. El relato, totalmente desconocido para mí, me impresionó bastante.

En 1570, partieron desde Lisboa para Brasil setenta jesuitas portugueses y españoles en tres barcos. Fue el mayor envío de misioneros jesuitas realizado desde Lisboa hasta la supresión de la orden. Iban dispuestos a evangelizar los inmensos territorios de Brasil, a llevar allí la fe que vale más que el oro y a “ganar almas” para Cristo.

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