¿Qué diremos?
He encontrado por casualidad en Internet (si es que existen las casualidades) esta foto de un faquir o asceta de la India del siglo XIX. El hombre, buscando mortificarse, había hecho que soldaran esa especie de reja que llevaba al cuello para no poder quitársela y que le impidiera tumbarse. Sobrecogedor, pero no era un caso único: en la India había y sigue habiendo gente como esa a patadas.
Me he quedado un rato mirando la fotografía y no he podido evitar admirarme del tremendo esfuerzo realizado por ese pagano en su búsqueda de algo que, en realidad, no conocía. No había oído hablar del Crucificado y, sin embargo, instintivamente intentaba parecerse a Aquel que no tenía dónde reclinar la cabeza; no sabía que existía el cielo, pero lo anhelaba más que todas las comodidades de la tierra; no había descubierto la Perla preciosa y, aun así, había dado todas sus riquezas solo por la posibilidad de encontrarla algún día.