Iglesias a rebosar
Estos días de agosto, en los que hay muy poca gente en Madrid, las misas parecen a veces algo tristes, con las iglesias casi vacías. En algunos casos, el sacerdote no se molesta siquiera en pronunciar una homilía, porque “para cuatro gatos que hay…”
Esta reacción es muy humana. A todos nos gusta que las iglesias estén llenas de gente y oír las oraciones pronunciadas con fuerza por muchas gargantas. Rodeados de muchos cristianos es más fácil sentirse seguros en la fe, en medio de un mundo que la ha perdido.
Sin embargo, en mi opinión, este tipo de sentimientos muestran que, a menudo, olvidamos algo esencial