InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Liturgia

13.04.10

Para no levantarnos como paganos

Me gustaron tanto las preces de las laudes de ayer que las traigo hoy al blog, para que puedan leerlas y usarlas los que no acostumbren a rezar la liturgia de las horas. Y también por si a alguien le pasaron desapercibidas al rezar laudes ayer, que a todos nos pasa alguna vez.

Me parecieron algo estupendo para rezar al comienzo de la jornada. De hecho, se podrían tomar como oración breve de la mañana para todos los días. Y así no nos levantaríamos como los paganos, sino como auténticos cristianos. En lugar de levantarnos renegando, desanimados, quejándonos del trabajo que tenemos que hacer, o de no tener trabajo, o de mil otras cosas, nos levantaríamos con fe.

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28.03.10

La pura realidad

El Domingo de Ramos siempre me ha parecido una solemnidad muy curiosa. Casi parece que “no pega” con el resto de la Semana Santa. Llevamos cinco semanas de cuaresma, de penitencia, ayuno, oración, limosna, ausencia de aleluyas y glorias… y de pronto llega esta fiesta con una entrada triunfal en Jerusalén, con palmas y ramos de olivo, cantando hosannas y bendiciones al Hijo de David, es decir, al Rey y Mesías esperado.

Y, sin embargo, estamos en tiempo de Pasión, esperando el día de la muerte del Señor. De hecho, en la liturgia del Domingo de Ramos se leen dos evangelios que relatan dos hechos muy distintos. Primero, antes de la procesión con las palmas, el pasaje precioso y triunfante de la entrada en Jerusalén. Después, como evangelio de la Misa, la pasión según uno de los evangelistas sinópticos, con el prendimiento, el juicio y la crucifixión de Cristo. El color litúrgico de hoy es el rojo, pero mañana se vuelve de nuevo al morado cuaresmal y penitencial.

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27.03.10

Benditas bendiciones

Conozco a un sacerdote que, siempre que escribe una carta o un simple correo electrónico, termina enviándote su bendición. Me parece una costumbre estupenda. Las bendiciones son algo precioso y, además, gratis, así que creo que sería bueno que los sacerdotes las dieran más a menudo. Lo que recibisteis gratis, dadlo gratis. La última vez que hice el Camino de Santiago, con un par de primos míos, cada vez que veíamos a un sacerdote, nos poníamos de rodillas y le pedíamos su bendición. Ponían cara de sorpresa, pero nos bendecían.

La liturgia está llena de bendiciones preciosas. Cuando hago de acólito, siempre pongo al sacerdote celebrante la bendición solemne propia del tiempo en el que estemos. Desgraciadamente, el pequeño esfuerzo de buscar la página y alargar medio minuto la celebración hace que estas bendiciones solemnes se usen poco, pero creo que merecen la pena, porque son textos magníficos que, además, podrían ayudarnos a rezar. Por ejemplo, la bendición solemne para la Cuaresma que hemos usado estos días es toda una catequesis:

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12.03.10

Nadie rezará por nosotros cuando hayamos muerto

En el último viaje que hice a Munich, hace un par de semanas, estuve leyendo una serie de lápidas muy antiguas colocadas en la fachada de la catedral. Los alemanes suelen ser muy cuidadosos con las cosas del pasado y generalmente se preocupan por mantener y restaurar las que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial. Como es lógico, las inscripciones estaban en latín, así que ya imaginarán que no había grandes colas para leerlas y pude hacerlo con tranquilidad.

Una de las lápidas me llamó la atención. Era de Henricus Vambes de Florimont. Este Don Enrique del Monte Florido era un eques gallus, es decir, un caballero francés, y me cayó bastante simpático. El pobre hombre, fue enviado en el s. XVII desde Francia a Baviera por María Victoria, la esposa del Delfín de Francia, que era alemana. Allí gastó sus energías trabajando y fue envejeciendo: “adolevit, viguit, consenuit”. Finalmente, “mortem Christiane obiit Monachi ex morbo senectute”, murió de viejo cristianamente en Munich cuando casi había llegado ya a los noventa años.

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19.02.10

Sonetillo cuaresmal

Hoy, por ser viernes de Cuaresma, me limitaré a ofrecer un pequeño sonetillo, para animar a los lectores a aprovechar este tiempo de gracia.

Ahora es tiempo de gracia, ahora es tiempo de salvación. Y hay que aprovecharlo. ¿Quién sabe si tendremos otras cuaresmas para convertirnos? Lo que sabemos es que ahora tenemos una oportunidad de cambiar lo que no funciona en nuestra vida, lo que nos hace infelices, que es, simplemente, que no tenemos puesto a Dios en su lugar. Y como el centro de nuestra vida está puesto en cosas que no son Dios, todo se nos oscurece, no comprendemos nada, continuamente deseamos lo que no podemos tener y, cuando al fin lo alcanzamos, nos cansamos y queremos otra cosa.

La Iglesia nos regala, en este tiempo, tres poderosas medicinas para sanar nuestras heridas: la oración, el ayuno y la limosna. Las tres resultan incomprensibles para el mundo, pero a nosotros se nos dan como un don. No importa lo mal que estemos, estas tres medicinas, con la gracia de Dios, pueden darnos la salud. No las desaprovechemos.

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