InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Liturgia

27.08.11

Llorar nuestros pecados

La liturgia de la Iglesia guarda tesoros extraordinarios, de una belleza y una profundidad asombrosas. Es algo que ya sabemos pero, al menos a mí, no deja de sorprenderme cuando me encuentro con uno de esos tesoros que me había pasado desapercibido. Algo así me ha pasado hoy al rezar hoy el Oficio de Lecturas. Me he quedado boquiabierto al leer la oración de la memoria de Santa Mónica:

“Oh Dios, consuelo de los que lloran, que acogiste piadosamente las lágrimas de santa Mónica impetrando la conversión de su hijo Agustín, concédenos, por intercesión de madre e hijo, la gracia de llorar nuestros pecados y alcanzar tu misericordia y tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén".

Cuántas veces habré leído esta oración sin fijarme en lo que hoy me ha sorprendido: “la gracia de llorar nuestros pecados”. ¡Llorar nuestros pecados! No habla de pensar que nos hemos equivocado algunas veces, reconocer que “no somos perfectos”, aceptar que no todo lo hacemos bien y demás zarandajas pelagianas y políticamente correctas. ¡Llorar nuestros pecados!

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16.07.11

La Reina Peregrina de Newman

Hoy, día de la Virgen del Carmen, traduzco para el blog un precioso poema de Newman, muy poco conocido. Está dedicado a la Virgen, expulsada por los reformadores ingleses de su reino (Inglaterra era conocida como la Dote de María) y que vaga desde entonces por los caminos de Inglaterra. El anglicanismo quiso un cristianismo sin la Virgen y ha terminado teniendo un cristianismo sin Cristo. Sin embargo, Newman predice que las cosas están cambiando, que se acerca el momento en que la Virgen reinará de nuevo en Inglaterra.

De hecho, el movimiento de Oxford liderado por Newman introdujo de nuevo la devoción a Nuestra Señora en el anglicanismo y hoy es normal ver imágenes de la Virgen en iglesias anglicanas (algo impensable hace doscientos años), generalmente con personas rezando ante ellas. Los anglocatólicos tienen un gran amor a la Virgen y la patrona del nuevo ordinariato católico inglés es Nuestra Señora de Walsingham (ver foto), la más importante advocación de Inglaterra.

“Pedro y Felipe”, mencionados en el poema, son San Pedro, como símbolo del papado y de la Iglesia Católica, y San Felipe Neri, fundador del Oratorio, del cual era miembro Newman. Lo he traducido sin rima, por carecer de tiempo para más, y tomándome alguna libertad, pero creo que bastará para captar la belleza melancólica y a la vez esperanzada del original. Que lo disfruten.

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5.07.11

Jesús, en todos los libros de la Escritura

PantócratorTraduzco otra oración o letanía que me ha gustado mucho. Va recordando a Cristo, presente en todos los libros de la Escritura, uno por uno. Reconocer la presencia de Cristo en todo el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento es algo que siempre ha hecho la Iglesia, desde la época de los Padres. Por desgracia, ahora está poco de moda, por la manía de usar la crítica histórica como máximo criterio de interpretación, en lugar de la Tradición de la Iglesia.

Hay varias versiones en inglés (algunas protestantes, ojo). He traducido la que más me gustó, preparada para una liturgia de adoración a Cristo Eucaristía. Por eso, cada cuatro o cinco libros, se hace la misma llamada: Venid y arrodillaos ante él. Jesucristo está en la Sagrada Escritura y en la Eucaristía de formas distintas, pero es siempre el mismo Cristo.

Si Dios nos lo concede, encontraremos a Jesucristo anunciado en todo lo que dice el Antiguo Testamento y proclamado en todo lo que dice el Nuevo. El propio Cristo resucitado lo explicó: “Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito sobre mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos. Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras” Lc 24,44-45. Pidamos a Dios con estas letanías que nos abra la inteligencia, para que encontremos a su Hijo en cada línea de la Escritura.

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2.07.11

La verdadera Cenicienta

Santa GermanaSomos una generación marcada por muchas cosas y no siempre para bien. Por ejemplo, en nuestra imaginación han quedado grabadas indeleblemente las películas clásicas de Disney, ya se trate de Bambi, Blancanieves o la Cenicienta. Es decir, una versión simpática pero tirando a edulcorada y tontorrona de los cuentos tradicionales (que eran bastante más recios; por ejemplo, el cuento de la Cenicienta, en el pueblo de mis abuelos, se llamaba tradicionalmente el Cuento de la Puerca Cenizosa).

Marcados por esos estereotipos tan blandengües, quizá podríamos pensar que la realidad, sin música de fondo, heroínas guapísimas ni zapatos de cristal, es mucho más sosa y aburrida, pero de hecho sucede lo contrario. La realidad, sin edulcoramientos pastelosos, a menudo es mucho más asombrosa y fascinante que las historias más sofisticadas de la factoría Disney. Para demostrarlo, les contaré hoy una historia real, la de la verdadera Cenicienta, que a mi juicio es mucho más interesante y romántica que el cuento.

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20.06.11

Oración del P. McNabb

Vincent McNabbEl P. Vincent McNabb (1868-1943) fue un personaje interesantísimo, un dominico irlandés dedicado por completo a la oración y a la predicación (incluso, durante una época, como predicador callejero en Speaker’s Corner). Influyó mucho en católicos y conversos tan conocidos como Chesterton, Knox, Belloc, Baring, etc. De él dijo Chesterton: “Nadie que haya conocido o visto al P. McNabb ha podido olvidarlo nunca". Y Knox contaba: “El Padre Vincent es la única persona que he conocido de la que he dicho más de una vez ‘Te da una idea de lo que debe ser un santo’. Había en él una especie de luz que no parecía ser totalmente de este mundo".

¿Por qué cuento esto? Porque he leído una oración compuesta por el P. McNabb que me ha conmovido, así que la he traducido para colgarla en el blog. Es muy sencilla, casi parece la oración de un niño. En cierto modo, es lógico, porque ¿no somos todos niños ante el Señor? Es la sencillez que tanto alabó el Señor y que es la única actitud posible en la oración cristiana. Muchas oraciones modernas la buscan artificialmente sin conseguirla, porque sus autores no saben que la auténtica sencillez viene de tener el corazón puesto únicamente en Dios.

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