Para no aburrirse en Misa
A veces la gente se queja de que se aburre en Misa, de que lo que se hace y se dice en ella todos los domingos es siempre lo mismo, de que asistir no les sirve de nada y sería mejor dedicarse a otra cosa. Es comprensible, porque nuestros ojos están tan envejecidos por el pecado que a veces necesitamos telescopios para ver las maravillas que tenemos delante de nuestras narices. Siempre me ha parecido especialmente apropiado que uno de los milagros de Jesús fuera devolver la vista a los ciegos: quizá no haya nada que necesitemos más que eso.
Por si a alguien le sirve, voy a sugerir algo muy sencillo como remedio contra ese aburrimiento, que a mí me ha hecho mucho bien y que consiste simplemente en aprovechar una norma de la Iglesia. En la Instrucción General del Misal Romano, se establece que, para la celebración de la Misa, “sobre el altar, o cerca del mismo, debe haber una cruz adornada con la efigie de Cristo crucificado”. Esta norma no está ahí por casualidad, sino para tu bien. La Iglesia es muy sabia y busca en todo tu salvación, hasta en los más pequeños detalles.
Pues bien, yo te aconsejo que pases una Misa entera contemplando ese crucifijo que la Iglesia ha puesto ahí precisamente para eso. Haciéndolo, hasta los más torpes, cortos de vista e inconscientes de los hombres (es decir, tú y yo) podemos experimentar, con asombro y estupor, una realidad milagrosa que quizás hayamos olvidado: en la Misa se hace presente el Calvario. O, más bien, nosotros somos trasladados sacramentalmente al Calvario para presenciar el único sacrificio de Cristo en la cruz. Por eso San Pío de Pietrelcina decía que había que vivir la Misa como quien está en la Pasión, porque realmente estás en ella.