InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Iglesia en España

11.08.16

Curso pontificio de educación afectivo-sexual

Me han pedido que analice brevemente el curso de educación afectivo-sexual que ha publicado el Pontificio Consejo para la Familia con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud. Este curso, titulado “El lugar del encuentro, la aventura del amor” se puede encontrar libremente en Internet, traducido a cinco idiomas, y se ha repartido a multitud de profesores de religión y catequistas de todo el mundo.

Comencemos diciendo que el curso tiene aspectos verdaderamente excelentes. Por ejemplo, la insistencia en la complementariedad entre hombre y mujer, en la objetividad del bien y en que el ser humano está formado por cuerpo y alma, de manera que no tenemos un cuerpo, sino que somos cuerpo y somos alma. El curso recuerda que, para que un acto sea moralmente bueno, tienen que ser buenos todos sus elementos (objeto, fin y circunstancias). También trata el tema del pudor, como virtud que ayuda a proteger la intimidad tanto del cuerpo como de los sentimientos. Asimismo, recuerda que “la verdadera libertad es una facultad para el bien” y que “el fin no justifica los medios” e incluye algunos testimonios emocionantes y conmovedores. Se explican las virtudes cardinales y las teologales (¡y con una cita de San Gregorio de Nisa!) y hasta se habla de la castidad y la pureza.

Todas estas cosas (y muchas otras) son muy buenas. En algunos casos, sorprendentemente buenas, porque no se encuentran en muchos otros cursos sobre el tema. A esto ha de añadirse, sin ninguna duda, lo oportuno de elaborar un curso sobre un tema tan importante y el reconocimiento de los esfuerzos y la buena intención de sus autores. A mi juicio, sin embargo, el curso muestra también algunas carencias graves que, si no se corrigen, podrían hacer bastante daño. Para mayor comodidad, he resumido esas carencias en siete puntos:

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20.07.16

Cardenal Cañizares: ¿al César lo que es de Dios?

Hace un par de días, asistimos a una nueva edición de los grotescos episodios políticos de opereta que periódicamente se repiten en España. Mostrando una completa falta del sentido del ridículo, el Partido Socialista reclamó que se cancelara una Misa que se iba a celebrar en la catedral de Valencia, por la peregrina razón de que iba a ser ofrecida por el eterno descanso de Francisco Franco.

Un servidor, que disfruta siendo políticamente incorrecto, habría respondido a esa petición con una escueta nota en la que se recordara que el Partido Socialista fue el instigador y ejecutor, entre otros, de la última persecución sangrienta que se ha producido contra el catolicismo en España, con un saldo de más de seis mil obispos, sacerdotes y religiosos martirizados y un número indeterminado de seglares muertos por la fe. Si me sintiera particularmente cruel, habría añadido que precisamente la catedral de Valencia fue quemada en 1936 y que más de 200 obras de arte de la misma están en paradero desconocido desde entonces, y aprovecharía para preguntar por cualquier noticia que pudieran tener de ellas los autores de la petición.

El Arzobispado de Valencia, con más tacto y diplomacia, publicó un comunicado en el que indicaba que los fieles ofrecen Misas en sufragio por los difuntos que quieren, que la diócesis no podía rechazar esos sufragios y que la parroquia catedral era autónoma en esos temas. Junto con esas aclaraciones, muy pertinentes y a las que no tengo nada que objetar, el Arzobispado ofreció otras consideraciones bastante más cuestionables, que, a mi entender, convendría haberse ahorrado.

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13.07.16

Vida Nueva y el hombre viejo

Una de las cosas más desagradables de los (malos) políticos es su tendencia a utilizar un doble lenguaje: decir una cosa cuando en realidad quieren decir la contraria, elogiar en apariencia a quien hacen todo lo posible por destruir, prometer lo que no tienen ninguna intención de cumplir y usar palabras bonitas para enmascarar los desastres que muchas veces ellos mismos han contribuido a producir. No es extraño que la opinión de los españoles (y, en general, de todo el mundo) sobre los políticos sea pésima.

Si esta tendencia es deplorable en los políticos, que algunos eclesiásticos actúen así resulta aún más injustificable. Cuando algunos siervos de Aquel que es la Verdad utilizan un lenguaje destinado a ocultar esa Verdad, a insinuar en lugar de decir con claridad y a socavar la enseñanza de la Iglesia sin que se note demasiado, es difícil no pensar en sal que se ha vuelto sosa y que sólo sirve para tirarla y que la gente la pisotee.

Siento el tono tristón, pero no he podido evitarlo tras leer el Editorial que ha publicado la revista Vida Nueva sobre el último documento de la Conferencia Episcopal Española, la instrucción pastoral “Jesucristo, salvador del hombre y esperanza del mundo”, en la que los obispos españoles recuerdan la fe católica acerca de Cristo y rechazan los errores más extendidos en España sobre el tema.

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29.06.16

Una asignatura pendiente

En relación con el post de hace un par de semanas sobre la (falta de) formación de los católicos, un amable lector me ha enviado un escrito que presentó sobre ese tema al sínodo que celebrado en la archidiócesis de Oviedo hace unos años. Según me dice, ni siquiera le dieron un acuse de recibo, quizá por un descuido, pero en cualquier caso a mí me ha parecido muy interesante, por las cuestiones que  plantea, algunas de las cuales ya se mencionaron aquí.

Como el asunto despertó bastante interés entre los lectores y todo lo que se hable sobre él será poco, me ha parecido útil publicar en el blog dos o tres fragmentos del escrito, para su discusión. Ofrece argumentos y hechos muy sencillos y, a mi entender, en eso reside precisamente su fuerza. La situación eclesial actual clama al cielo y no hace falta ser un  gran teólogo para darse cuenta de ello. En realidad, lo que hace falta es estar ciego para no darse cuenta de ello. El fragmento de hoy se titula, muy significativamente, Una asignatura pendiente.

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15.03.16

50º aniversario de la Conferencia Episcopal Española: ¿celebración o penitencia?

Cuando leo alguna noticia sobre la próxima celebración del 50º aniversario de la creación de la Conferencia Episcopal Española, suelo acordarme de la parábola evangélica de los talentos. Ya saben: un Rey se va de viaje y entrega a sus sirvientes diversas cantidades (1, 2 o 5 talentos). Cuando vuelve de su viaje, el que había recibido cinco talentos le entrega al Rey diez y es felicitado; el que había recibido dos, entrega cuatro y también es felicitado; mientras que el que había recibido uno le entrega al Rey ese mismo talento, y es condenado por su cobardía y pereza.

Una cosa que siempre me ha llamado la atención de esta parábola es que no haya ningún siervo que entregue al Rey menos de lo que había recibido de sus manos. Los tres siervos creen que han hecho bien, dos de ellos con razón y uno injustificadamente, pero es evidente que ni el siervo más inconsciente podría esperar ser felicitado si devolvía mucho menos de lo recibido de manos del Rey de reyes. Apliquemos la parábola de los talentos a los cincuenta años de historia de la Conferencia Episcopal Española y a su celebración, recordando algunos datos importantes.

Hace medio siglo, en 1966, al terminar el Concilio Vaticano II, se creó en España la Conferencia episcopal para potenciar y coordinar la acción pastoral de las diócesis españolas. Los obispos, por aquel entonces, tenían encomendados los fieles de una nación con grandes deficiencias (como todas), pero dotada por la Providencia divina con indudables talentos desde el punto de vista de la fe: una historia y una tradición empapados de catolicismo, el ejemplo cercano en el tiempo (1936-1938) de los miles de mártires de la guerra civil,  la aceptación social, cultural y legal de las grandes líneas de la moral católica, un sistema político que intentaba con mayor o menor acierto plasmar en la sociedad los principios católicos y una mayoría de españoles católicos, con sus pecados, debilidades y defectos, pero realmente creyentes y practicantes.

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