Benedicto XVI y el Concilio
El martes pasado, Benedicto XVI, hablando con un grupo de sacerdotes italianos, quiso responder a sus preguntas. Uno de los sacerdotes preguntó sobre los sueños del Conciliio Vaticano II que parecen haber desaparecido. Pueden leer a continuación la respuesta del Papa (tomada de esta ), que me ha resultado muy interesante y que parece hecho a medida para responder al artículo de la Asociación de Teólogos Juan XXIII que apareció el otro día en Rumores de Ángeles.
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Gracias, es un tema muy interesante y que conozco muy bien. Yo también he vivido los tiempos del Concilio Vaticano II, estando en la basílica de San Pedro con grande entusiasmo y viendo cómo se abrían nuevas puertas. Parecía realmente ser el nuevo Pentecostés, donde la Iglesia podía nuevamente convencer a la humanidad. Después del alejamiento del mundo de la Iglesia en el siglo XIX y XX, parecía que se reencontraban de nuevo Iglesia y mundo que renacía nuevamente un mundo cristiano y una Iglesia del mundo y verdaderamente abierta al mundo.
Habíamos esperado tanto, pero las cosas en realidad se revelaron más difíciles. Sin embargo permanece la gran herencia del Concilio, que ha abierto un camino nuevo y es siempre una “carta magna” del camino de la Iglesia, muy esencial y fundamental.
¿Pero por qué sucedió eso? Primero quisiera comenzar con una observación histórica. Los tiempos de un postconcilio son casi siempre muy difíciles. Después del gran Concilio de Nicea – que para nosotros es realmente el fundamento de nuestra fe, de hecho nosotros confesamos la fe formulada en Nicea – no nació una situación de reconciliación y de unidad como había esperado Constantino, promotor de tan grande Concilio, sino una situación realmente caótica de luchas de todos contra todos.
San Basilio en su libro sobre el Espíritu Santo compara la situación de la Iglesia después del Concilio de Nicea a una batalla naval en la noche, donde nadie conoce más al otro, sino que todos se enfrentan a todos. Era realmente una situación de caos total: así describe con colores fuertes el drama del postconcilio, del post Nicea, san Basilio
Después, luego de 50 años, para el primer Concilio de Constantinopla, el emperador invita a Gregorio Nacianceno a participar en el concilio y san Gregorio Nacianceno responde: no, no voy, porque conozco estas cosas, se que de todo concilio nacen sólo confusión y batalla, por lo tanto no voy. Y no fue.
Por tanto no es ahora, en retrospectiva, una sorpresa así de grande como era en el primer momento para todos nosotros digerir el Concilio, este gran mensaje. Introducirlo en la vida de la Iglesia, recibirlo, así que se haga vida de la Iglesia, asimilarlo en las diversas realidades de la Iglesia es un sufrimiento, y sólo en el sufrimiento se realiza también el crecimiento. Crecer es siempre también sufrir, porque es salir de un estado y pasar a otro.
Y en el concierto del postconcilio debemos constatar que hay dos grandes censuras históricas.
La primera es la censura del ’68, el inicio o la explosión – osaría decir – de la gran crisis cultural de Occidente. Había desaparecido la generación de la posguerra, una generación que después de todas las destrucciones y viendo el horror de la guerra del pelearse, y constatando el drama de las grandes ideologías que habían realmente conducido a las personas hacia el abismo de la guerra, habíamos redescubierto las raíces cristianas de Europa y habíamos comenzado a reconstruir Europa con estas grandes inspiraciones. Pero terminada esta generación se veían también todos los fracasos, las lagunas de esta reconstrucción, la gran miseria en el mundo, y así comienza y explota la crisis de la cultura occidental, diría una revolución cultural que quiere cambiar radicalmente todo. Dice: en dos mil años de cristianismo no hemos creado el mundo mejor, debemos comenzar de cero en modo absolutamente nuevo. El marxismo parece la receta científica para crear finalmente el mundo nuevo.
En este – digamos – grave, gran enfrentamiento entre la nueva, sana modernidad querida por el Concilio y la crisis de la modernidad, todo se hace difícil como ocurrió después del primer Concilio de Nicea.
Una parte era de la opinión que esta revolución cultural era lo que había querido el Concilio. Identificaba esta nueva revolución cultural marxista como la voluntad del Concilio. Decía: este es el Concilio; en la letra y textos son todavía un poco anticuados, pero detrás de las palabras escritas está este “espíritu”, esta es la voluntad del Concilio, así debemos proceder. Y por otra parte, naturalmente, la reacción: así están destruyendo la Iglesia. La reacción – digamos – absoluta contra el Concilio, la anticonciliaridad, y – digamos – la tímida, humilde búsqueda de cómo realizar el verdadero espíritu del concilio. Es como dice un proverbio: “si se cae un árbol hace mucho ruido, si crece una selva no se escucha nada”, durante estos grandes rumores del progresismo equivocado y del anticonciliarismo absoluto crecía muy silenciosamente, con tanto sufrimiento y también con tantas pérdidas en la construcción de un nuevo pasaje cultural, el camino de la Iglesia.
Y después la segunda censura en el ’89, la caída de los regimenes comunistas. Pero la respuesta no fue el regreso a la fe, como se podía quizá esperar, no fue el redescubrimiento que precisamente la Iglesia con el Concilio auténtico había dado respuesta. Por el contrario, la respuesta fue el escepticismo total, la llamada post-modernidad. Nada es verdad, cada uno debe ver cómo vive. Se afirma un materialismo, un escepticismo pseudo-racionalista ciego que termina en la droga, termina en todos esos problemas que conocemos y de nuevo cierra los caminos a la fe, porque es así de simple, así de evidente: no, no hay nada de verdad; la verdad es intolerante, no podemos seguir este camino.
En este contexto de dos rupturas culturales, la primera, la revolución cultural del ’68, la segunda, la caída en el nihilismo después del ’89, la Iglesia con humildad, entre las pasiones del mundo y la gloria del Señor, toma su camino.
Por este camino debemos crecer con paciencia y debemos ahora en un modo nuevo aprender qué quiere decir renunciar al triunfalismo.
El Concilio había sostenido renunciar al triunfalismo – y había pensado al Barroco, a todas estas grandes culturas de la Iglesia. Se dijo: comencemos en modo moderno, nuevo. Pero había crecido otro triunfalismo, el de pensar que ahora nosotros hacemos las cosas, nosotros hemos encontrado el camino y por este camino encontramos el mundo nuevo.
Pero la humildad de la Cruz, del Crucificado excluye precisamente este triunfalismo. Debemos renunciar al triunfalismo según el cual ahora nace realmente la gran Iglesia del futuro. La Iglesia de Cristo es siempre humilde y precisamente así es grande y alegre.
Me parece muy importante que ahora podamos ver con ojos abiertos cuanto de positivo ha crecido también en el postconcilio: en la renovación de la liturgia, en los sínodos, sínodos romanos, sínodos universales, sínodos diocesanos, en las estructuras parroquiales, en la colaboración, en las nuevas responsabilidades de los laicos, en la gran corresponsabilidad intercultural e intercontinental, en una nueva experiencia de la catolicidad de la Iglesia, de la unanimidad que crece en humildad y sin embargo es la verdadera esperanza del mundo.
Y así debemos, me parece, redescubrir la gran herencia del Concilio, que no es un “espíritu” reconstruido detrás de los textos, sino son precisamente los grandes textos conciliares vueltos a leer hoy con la experiencia que hemos tenido y que han dado fruto en tantos movimientos, en tantas nuevas comunidades religiosas. A Brasil llegué sabiendo como se expandían las sectas y como parece un poco esclerotizada la Iglesia católica; pero una vez allí he visto que casi cada día en Brasil nace una nueva comunidad religiosa, nace un nuevo movimiento, no sólo crecen las sectas. Crece la Iglesia con nuevas realidades plenas de vitalidad, que no llenan las estadísticas – esta es una esperanza falsa, la estadística no es nuestra divinidad – sino crecen en los ánimos y crean la alegría de la fe, crean presencia del Evangelio, crean así también verdadero desarrollo del mundo y de la sociedad.
Por lo tanto me parece que debemos aprender la gran humildad del Crucificado, de una Iglesia que es siempre humilde y siempre contrastada por los grandes poderes económicos, militares, etc. Pero debemos aprender, junto con esta humildad, también el verdadero triunfalismo de la catolicidad que crece en todos los siglos. Crece también hoy la presencia del Crucificado resucitado, que tiene y conserva sus heridas. Está herido, pero precisamente así renueva el mundo, da su soplo que renueva también a la Iglesia no obstante toda nuestra libertad. En este conjunto de humildad de la Cruz y de la alegría del Señor resucitado, que en el Concilio nos ha dado un gran indicador de camino, podemos seguir adelante con alegría y llenos de esperanza".
+ Benedicto XVI
39 comentarios
Creo que debería tener una visión más esperanzadora, menos personal y dejar que las vivencias positivas de los hombres sean las que sobresalgan.
El habla como si su vida no hubiera tenido más que cosas duras, negativas. Me inspira miedo.
Una frase curiosa esa que mencionas, pero no me suena ¿recuerdas la cita por un casual?
Yo, en cambio, sí recuerdo éstas de San Pablo:
"Los judíos piden milagros, y los griegos buscan la sabiduría; pero nosotros anunciamos a Cristo crucificado" 1Co 1, 22
"Porque muchos viven, según os dije tantas veces y ahora os lo repito con lágrimas, como enemigos de la cruz de Cristo, cuyo final es la perdición" Flp 3,18
También el propio Cristo:
"yo cuando sea levando de la tierra, atraeré a todos hacia mí. Decía esto para significar de qué muerte iba a morir" Jn. 12, 32-33
Parece ser, pues, que no sólo debemos predicar a Cristo crucificado, sino que nuestra vocación es ser atraídos por él a esa Cruz gloriosa que es nuestro camino hacia la Resurrección.
Por supuesto, también debemos encontrar a Cristo en los necesitados ("Lo que hagáis a uno de estos mis pequeños hermanos, a mí me lo hicisteis"), en la Iglesia ("Quien os escucha, me escucha a mí"), en la creación, en nuestra alma ("el Reino de Dios está dentro de Vosotros"), en la Escritura, en la Eucaristía ("Esto es mi cuerpo") y, en realidad, en todas partes, en cada sitio de una forma distinta.
Otra cosa: supongo que Benedicto XVI tendrá sus defectos, como todos los seres humanos, pero decir que es poco razonable me parece bastante difícil de tragar.
Un saludo.
No sé si hemos leído el mismo artículo. Dedica varios párrafos a las cosas positivas que ha causado el Concilio:
"podamos ver con ojos abiertos cuanto de positivo ha crecido también en el postconcilio: en la renovación de la liturgia, en los sínodos, sínodos romanos, sínodos universales ... en la colaboración, en las nuevas responsabilidades de los laicos, en la gran corresponsabilidad intercultural e intercontinental, en una nueva experiencia de la catolicidad de la Iglesia, de la unanimidad que crece en humildad y sin embargo es la verdadera esperanza del mundo.
Y así debemos, me parece, redescubrir la gran herencia del Concilio ... los ... que han dado fruto en tantos movimientos, en tantas nuevas comunidades religiosas ...he visto que casi cada día en Brasil nace una nueva comunidad religiosa, nace un nuevo movimiento, no sólo crecen las sectas. Crece la Iglesia con nuevas realidades plenas de vitalidad, que ...crecen en los ánimos y crea...
Adecuarse a los tiempos modernos, no era banalizar lo religioso, descafeinar el encuentro con Cristo tras una ONG.
Supogo que Dios escribe recto con reglones torcidos.
Yo me quedo con lo que dice el Papa: "permanece la herencia del Concilio,que haabierto un camino nuevo a la iglesia".
Pues sí, la herencia del Concilio permanece y, gracias a Dios, poco a poco se va separando de invenciones que muchos querían atribuir al Concilio pero no tenían nada que ver con él.
Por eso dice Benedicto XVI que esa herencia no está en un "espíritu" del Concilio que cada cual interpreta a su manera, sino en lo que de verdad dicen sus textos.
Completamente de acuerdo. Es totalmente pernicioso un triunfalismo humano que nos nos haga creernos mejores que los demás y mirarles por encima del hombro.
En cambio, como dice el Papa, sí que podemos vivir el triunfalismo humilde y cristiano de saber que Cristo es el Señor de la Historia y que, pase lo que pase, su plan sigue adelante.
Sobre la humildad de unos y otros obispos yo, la verdad, no me atrevo a juzgar.
En cuanto a lo del Sacerdocio femenino, supongo que eres consciente de que ni el Concilio Vaticano II, ni Juan XXIII, ni Pablo VI, ni Juan Pablo I, ni Juan Pablo II, ni ningún otro Papa ni Concilio de la Historia lo han aprobado.
¿Quiéres ser Papa? ¿Para qué? pero si no hace falta para nada, y no es nada más que un lío.
Vive la Vida Bienaventura, ya verás que cosa tan deliciosa. En esa "tierra" donde se vive así, la leche y la miel mana por todas partes. Audi Filia...
Dios es VALOR
[El apelativo inicial ha sido borrado porque podía ser considerado un insulto gratuito. B.M.R.]
Aunque no es amí a quien se ha tratado con tan mala educación, creo que Anarico, siempre tan inmoderado, hoy se ha pasado tres pueblos con Gabi. Se podrá no estar de acuerdo con el sacerdocio femenino y con la vehemencia de Gabi; pero el tono y las palabras de Anarico son una ordinariez, además de su habitual inmoderación. No soy la blogger, pero creo que merec una cierta reconvención para que modere sus "ímpetus" despectivos.
No había leído hasta ahora el comentario. He eliminado el apelativo del principio por si resultaba insultante para gabi.
En lo demás, lo cierto es que no entiendo la mitad de lo que dice el comentario de Anarico, pero no parece una ordinariez.
Gracias, con lo de ordinariez me refería principalmente al vocativo
Otra cosa: me acabo de leer la Presbyterorum Ordinis que le recomiendas precisamente a Gabi, creo que en le blog de C.Bellver. Y yo al menos no me he llevado ninguna sorpresa. No lo digo con ironía, que a veces cuando discrepamos nos creemos que siempre tenemos que hablarnos con retintín. Lo digo en serio, de corazón: ¿a qué te refieres con la sorpresa?, ¿a qué parte o párrafo te referías?
Un saludo
Me refería a que gabi siempre hace referencia al Concilio Vaticano II, al tiempo que reclama el sacerdocio de la mujer, rechaza a Benedicto XVI, dice que "Cristo dijo que él no estaba en la cruz, estaba en los pobres" o se ríe de los concilios anteriores, como Trento o el Vaticano I.
Pienso que ella cree sinceramente que el Concilio Vaticano II la apoya en todas esas cosas, por eso pienso que si lee de verdad los textos del Concilio (la Presbyterorum para el sacerdocio o la Lumen Gentium sobre la Iglesia, por ejemplo) se va a sorprender porque no afirman ninguna de esas cosas, ni nada que se le parezca.
Si no recuerdo mal, Juan Pablo II afirmó que el Catecismo de la Iglesia Católica (que, por cierto, a mí también me parece fantástico) era precisamente un fruto del Concilio Vaticano II. Creo que hay sintonía entre ambos.
Todos los concilios importantes, como dice Benedicto XVI, necesitan tiempo para ir calando en la Iglesia. De hecho, en mi opinión, ya están desapareciendo todas las ideas peregrinas que se atribuían al "espíritu" del Concilio y que ocultaban lo que de verdad decían los textos.
Varias partes del Concilio han sido incorporadas a las lecturas de la Liturgia de las Horas, de manera que el Concilio se ha convertido en materia de oración para todos los sacerdotes (que recen su breviario).
Otro fruto del Concilio son, precisamente, los nuevos movimientos, pienso yo.
Por cierto, no me he acordado de preguntarte. ¿Cuál ha sido tu impresión al leer la Presbyterorum? ¿Qué te ha llamado más la atención o qué te ha gustado más?
..."Revísense además las normas sobre la incardinación y excardinación..." o cuando dice:
..."en cuanto sea posible, no se envíen aislados los presbíteros a una región nueva, sobre todo si aún no conocen bien la lengua y las costumbres, sino de dos en dos, o de tres en tres"...
Parece estar leyendo una carta amigable dirigida a "coleguillas". En fin, no se ve solemnidad de ésa que imprime lejanía. Me llama la atención la cercanía con la que habla a los presb´teros. Pero en cuanto al contenido no hay más que lo que he imaginado siempre que diría.
Teniendo en cuenta que participó en el propio Concilio, es un gran teólogo, ha sido obispo diocesano durante años, también Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y ahora es el Papa... yo creo que lo que dice no es una opinión más.
Si hay alguien autorizado a valorar los frutos que el Concilio ha dado a la Iglesia, sin duda es él.
La verdad es que lo de los detalles llama la atención. Creo que eran conscientes de que las reformas, para ser verdaderas, tienen que descender también a los hechos concretos y no perderse en divagaciones. Por otro lado, la Presbyterorum es mucho más detallista que otras (como la Dei Verbum o la Lumen Gentium), quizá porque los Padres Conciliares eran todos obispos y habían vivido en su propia carne de sacerdotes situaciones que había que cambiar.
En cuanto al contenido, a eso es a lo que me refería: no hay cosas extrañas como lo de Entrevías o Leonardo Boff. Cuando se apela al Concilio para justificar esas cosas, suele significar que no se ha leído el Concilio.
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De todo lo que dice el Papa, lo más interesante es cuando afirma que la gran herencia del Concilio "no es un ?espíritu? reconstruido detrás de los textos", sino "precisamente los grandes textos conciliares".
Yo tengo archicomprobado que cuando a un progre que no para de apelar al Concilio le citas los textos conciliares, por lo general reacciona como los vampiros ante las ristras de ajo o los crucifijos.
He dormido requetebién después de leer Presbyterorum... Fíjate que, siendo como soy una VAMPIRA progre, no me ha sabido a ajo el texto conciliar. Yo no sé si en Entevías se apela al Concilio para su peculiar liturgia. Lo que sé es que cuando voy a Taizé, las tres oraciones del día son una liturgia muy diferente, muy de verdad, sin pompa, sin ostentaciones...una oración del alma, el Espíritu allí envuelve a todos los miles de personas en un sólo corazón. Y la Eucaristía "católica" en Taizé,¡ay!... Allí estoy con los no católicos, que toman un pan simplemente bendito pero no cosagrado, y la multitud no parece masa sino un solo corazón, mis hijos entran en comunión con chavales de todo el mundo sin preguntarse si son católicos o qué (ni falta que hace para rezar juntos o jugar un partido de fútbol verdaderamente "internacional") Allí nunca se me ha ocurrido pensar si esa comunidad y sus prácticas proceden del Concilio (de hecho Taizé es anterior. Sólo sé que cuando regreso ...
Me alegro mucho de que te haya gustado la Presbyterorum Ordinis. Estoy encantado de que coincidamos en lo que es el sacerdocio católico.
En cuanto a lo de "liturgias rancias y memorísticas", supongo que eso depende de la falta de entusiamso de los que las celebran. Si quieres, después del verano te invito a una Eucaristía aquí en Madrid para que veas celebraciones con entusiasmo y fe.
En cuanto a lo de Entrevías, la verdad es que si lees la Sacrosantum Concilium verás que les está totalmente prohibido a los sacerdotes modificar la liturgia creyéndose dueños de ella. La liturgia es expresión de la fe de la Iglesia y, si la cambias arbitrariamente, estás cambiando la fe (que, a juzgar por sus declaraciones, es lo que hacían, probablemente con muy buena intención pero con ignorancia, los sacerdotes de allí).
Estoy completamente de acuerdo contigo.
Eso sí, lo cierto es que yo veo al Papa, los obispos y los sacerdotes más bien "por debajo" de nosotros que "por encima". En mi experiencia, los ministerios en la Iglesia se dan para el servicio de los hermanos, para ponerse por debajo de ellos y dar la vida.
En la Iglesia, la autoridad es servicio.
Pues sí, efectivamente, debe notarse.
Sólo he conocido a un obispo de cerca, pero mi impresión fue que daba la vida constantemente, sin reservarse nada para sí, por sus diocesanos. Era un hombre verdaderamente de Dios y a la vez cercanísimo. Durante varios años utilicé una estantería que me había hecho él con unas tablas viejas.
No me refería sólo al sacerdote que oficia, sino a todos los que participan en la Eucaristía. Creo que se nota bastante, como tú decías de Taizé, cuando la asamblea de verdad está celebrando el centro de su fe.
Incluso si uno va cansado o en oscuridad, puede apoyarse en la fe de los hermanos que le acompañan en la celebración.
En cuanto a lo de las repeticiones, creo que los sacerdotes deberían utilizar la enorme variedad que permite el misal, en vez de repetir siempre la misma plegaria.
Por otra parte, el hecho de que la liturgia sea siempre la misma en esencia no me parece mal, a fin de cuentas repetimos todos los días varias veces el Padre nuestro y es la mejor oración que hay, ¿no?
Este domingo, escuchando lo mal que decía la misa el cura de mi pueblo (corriendo, mal entonando, diciendo ocurrencias suyas...) pensaba "que grande eres Sr. que hasta en misas como ésta te entregas a través de éste pobrisimo pastor tuyo"
Un gran comentario. No puedo estar más de acuerdo en todo lo que has dicho.
La liturgia de las horas es un modo excepcional de vivir una unión con Dios profundamente eclesial. Me alegra pensar que rezamos los mismos salmos y las mismas oraciones, junto con la Iglesia universal.
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