Abraham, quédate en tu tierra

Ayer, en un blog de Religión Digital en el que se convocaba a un encuentro de oración por la ex-parroquia de San Carlos Borromeo, se decía:

“[…] seamos capaces de respetar la diversidad que es evidente que existe dentro de nuestra Iglesia en pro de buscar la auténtica unidad, y digo auténtica porque si falta alguien ya no lo será.”

Lo que me sorprendió fue lo de que “si falta alguien” la unidad ya no sería auténtica. En un primer momento, pensé que quizá se trataba de una simple imprecisión en la redacción. Sin embargo, luego recordé uno de los problemas que se habían producido en esta parroquia: las eucaristías multi-religiosas, en las que los musulmanes leían el Corán y los cristianos el Evangelio.

Creo, pues, que la frase dice lo que parece decir: que la unidad de la Iglesia debe abarcar absolutamente a todos, crean lo que crean y piensen lo que piensen y que, si alguien está fuera de esta unidad, la unidad ya no es verdadera. Existe aquí, creo yo, una gran confusión, muy extendida en nuestros días, sobre lo que es la Iglesia.

La Iglesia es una comunidad de los llamados por Dios en Jesucristo. Ekklesia significa, en griego, convocación, asamblea de los llamados. El prototipo de esta llamada ha sido siempre Abraham, al que el Señor elige y dice: Sal de tu tierra y ve a la tierra que yo te mostraréma, nos saca de nuestros pecados, de nuestra oscuridad y de nuestra vida puramente terrena y sin sentido para llevarnos a la tierra nueva de la Iglesia y del Reino, donde podemos experimentar una vida nueva.

Cuando se piensa que todo el mundo puede formar parte de la Iglesia sin necesidad de un proceso previo de conversión movido por la gracia, se está destruyendo la propia realidad de la Iglesia. Sustituimos una unidad real, que implica una sola fe, un solo amor y una sola esperanza, por una unidad ficticia y puramente sentimental, basada en que “nos sentimos hermanos” sin serlo realmente. El Señor tiene que transformarnos para que podamos formar parte de esta unidad. No es extraño que la puerta de entrada a la Iglesia sea el Bautismo, en el que tiene lugar la mayor transformación que podemos imaginar: nos sumergimos en la muerte para vivir de nuevo en Cristo.

La unidad eclesial está llamada a reunir, en el Reino de los Cielos, a todos los hombres, pues Dios quiere que todos los hombres se salven, pero, en este momento concreto en que vivimos, no abarca a todos. La salvación ofrecida por la gracia de Dios está indisolublemente ligada a la libertad humana, que puede rechazarla. No podemos forzar a nadie a ser parte de la Iglesia. Si decimos a un musulmán, “tú ya eres en tu interior cristiano, ya eres hijo de Dios", en realidad estamos destruyendo su libertad, sin darle la oportunidad de que acoja libremente a Jesucristo. Además, debemos respetar también el plan divino que establece cómo y cuándo ofrecerá Dios esta salvación a un hombre concreto.

Una unidad falsa, sentimental y que no vaya a la raíz del problema del hombre nunca podrá darle la verdadera salvación de Cristo. Necesitamos ser salvados por Jesucristo, no se nos ha dado otro nombre bajo el cielo que pueda salvarnos. No todas las opiniones ni todas las formas de actuar caben en la Iglesia. Si sustituimos la asamblea de los convocados por Dios, la Iglesia que es cuerpo de Cristo y templo del Espíritu, por un grupo en el que todo vale y todos caben, estamos sustituyendo la vocación divina a salir de la propia tierra para ir donde Dios nos mostrará, por el comentario cínico y comodón de “quédate donde estás, que, a fin de cuentas, Dios está en todas partes”.

7 comentarios

  
Montaraz
La teología del buen rollito. Lo importante es ser buenos y no matar a nadie, Dios viene por todas las religiones por lo que no hay que evangelizar... todo es relativo y todas las religiones igual de verdaderas. Lo importante es el buen rollito.
12/05/07 6:05 PM
  
Bruno
Todavía estoy esperando encontrar a alguien a quien el "buen rollito" le haya dado la salvación, le saque de sus pecados y le ofrezca una vida nueva, pero probablemente será que no he sabido buscar bien.

Por no hablar de lo rápido que se acaba el "buen rollito" cuando te dan donde de verdad te duele: tu familia, tu dinero, tu tiempo, tu trabajo o donde sea que has puesto el corazón. No sé, pero creo que el buen rollo no llega a poner la otra mejilla ni a amar al enemigo.
12/05/07 6:20 PM
  
Bruno
Sofía:

Estoy de acuerdo en todo contigo menos en una cosa.

Estoy completamente de acuerdo en que hay que intentar mostrar la cara atractiva de Cristo y de la Iglesia a la gente, ya que las prohibiciones, de por sí, no atraen a nadie.

También estoy de acuerdo en que la culpa de que muchos no estén en la Iglesia es de nosotros los cristianos, que no sabemos dar el testimonio que deberíamos.

Lo que creo que no se puede decir es que "todos somos hijos de Dios". Todos estamos llamados a ser hijos de Dios por adopción, es un regalo que Dios nos quiere hacer a todos y que se recibe por el Bautismo, cuando nos unimos a Jesucristo, que es el Hijo de Dios por naturaleza. Entramos a formar parte de la Iglesia cuando Dios nos hace sus hijos. Por eso es esencial la evangelización, porque Dios quiere hacer hijos suyos también a los que aún no lo son. ¿No estás de acuerdo?
12/05/07 10:15 PM
  
Bruno
Y, por supuesto, está muy bien el "buen rollito" y el acoger como hermanos a los que están alejados. Lo que Montaraz y yo criticábamos era el sustituir el cristianismo por ese "buen rollito", qué, por sí solo y sin Jesucristo, no puede dar la salvación.
12/05/07 10:17 PM
  
Bruno
Sofía:

Eso suena bien, pero la Iglesia ha afirmado desde siempre que es con el bautismo como se nos hace hijos de Dios. De hecho, después de bautizar a un niño o a un adulto, el sacerdote dice, según la liturgia: N. ya eres hijo de Dios.

El Bautismo nos da la gracia de Dios, destruyendo al hombre viejo y transformándonos a imagen de Jesucristo. Sin esa gracia no podemos amar como lo hace Jesucristo, es imposible para nosotros. Por supuesto, también es necesario que nosotros acojamos libremente esa gracia, pero sin ella y sin el bautismo no podemos ser hijos de Dios ni amar a su estilo.
13/05/07 12:00 AM
  
Julián Moreno Mestre
Bruno: Tómate el Bautismo como una garantía que en verdad el bautizado es hijo de Dios, palabra de Iglesia y además aceptación y reconocimiento de uno mismo (o de los padres) de ser hijo de Dios. Pero nunca afirmes lo que desconoces ni tienes forma de saber, pues Dios seguramente siente y considera al resto de la humanidad como hijos suyos, o tal vez no, en cuyo caso tajante no seas.
13/05/07 2:24 AM
  
Bruno
Sofía y Julián:

Este tema me parece que es interesante y que merece un nuevo post. Si os parece, el lunes escribo el post, os aviso y comentamos más el tema.
13/05/07 10:01 AM

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