InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Desde los bancos

13.06.16

El fariseo soy yo

FariseosCuando leemos los Evangelios, a menudo experimentamos una tendencia casi irrefrenable a emparejar a cada uno de los personajes evangélicos con personas o grupos de personas de nuestro entorno… y también a menudo lo hacemos fatal, proyectando nuestras neuras y rencores en el Evangelio, en lugar de dejar que el Evangelio sane esos rencores y esas neuras.

Quizá nos consuele (por aquello de que mal de muchos, consuelo de tontos) que se trata de un pasatiempo tan frecuente como inconsciente. Recuerdo un seminarista que me dijo hace mucho tiempo, completamente en serio, que los fariseos del Evangelio, en nuestra época, eran los ricos, los que tenían dinero. Como es lógico, el muchacho deducía de eso que los ricos eran los causantes de todo el mal del mundo y continuaba aplicándoles todas las invectivas de Cristo contra los fariseos: sepulcros blanqueados, nidos de víboras, etc.

En vano le señalé que en el Evangelio también aparecían ricos: los publicanos, que no eran simplemente ricos, sino además ricos malvados, timadores y sinvergüenzas, explotadores del huérfano y la viuda. Asimismo, le hice notar que, a pesar de eso, Cristo fue muy criticado por comer con ellos y por mostrarles exactamente el mismo amor y la misma llamada a la conversión que a la pecadora de la lectura de hoy y que esa frase tan escandalosa de que las prostitutas nos precederán en el Reino de los Cielos, en realidad dice que los publicanos y las prostitutas os precederán en el Reino de los Cielos. También me esforcé por explicarle que, si hay algo característico del fariseísmo, es mirar por encima del hombro a los demás, incluidos los ricos, pero en vano. Aquel seminarista (que era una buenísima persona) se había educado en una de esas tristes parroquias que han puesto “lo social” en el lugar del Evangelio y para las que “los ricos” son la quintaesencia del mal en el mundo, así que le habían inculcado desde pequeño que los malísimos fariseos sólo podían ser los ricos.

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6.06.16

¿Por qué los católicos están tan mal formados?

IgnoranciaEs frecuente oír la queja de que los católicos están muy mal formados en lo referente a la fe, la Escritura, la historia de la Iglesia, la moral, la liturgia y un largo etcétera. Una queja frecuente y más que comprensible. Esa ignorancia se hace especialmente evidente si uno visita Hispanoamérica y observa los millones de católicos que se han hecho (y se están haciendo) protestantes debido en buena parte a que nunca tuvieron una formación adecuada y no sabían responder a acusaciones contra el catolicismo que, en realidad, no tienen fuerza ninguna o están basadas en malentendidos. Lo mismo podría decirse de España, con la diferencia de que los católicos mal formados dejan la Iglesia en dirección al agnosticismo más que al protestantismo.

Como es lógico no basta constatar esta terrible situación (que es como para echarse a llorar), sino que lo importante es responder a la pregunta fundamental: ¿por qué sucede esto? Sólo conociendo las causas de un problema es posible solucionarlo. En lugar de lanzarme a intentar responder a la cuestión, voy a contar una sencilla anécdota que me parece muy reveladora.

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13.04.16

No adulteremos... el lenguaje

Una de las cosas que más me han gustado de la Exhortación Amoris Laetitia del Papa Francisco es un pequeño detalle que quizá a otros les parezca nimio: su llamada a utilizar un lenguaje adecuado al hablar de los temas de la familia y de los problemas y pecados relacionados con ella.

Confieso que, durante los últimos años, no pocos documentos de la Iglesia me han escandalizado ligeramente por el tipo de lenguaje, algo irrespetuoso, que utilizan para tratar estos asuntos. El lenguaje que usamos es importante, porque revela lo que pensamos y, sobre todo, lo que cree la Iglesia. De lo que rebosa el corazón, habla la boca, dijo el Señor (Lc 6,45). Por otro lado, además, nuestra forma de hablar debe manifestar la caridad salvadora de Cristo, que se ofrece a todos los hombres.

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15.03.16

50º aniversario de la Conferencia Episcopal Española: ¿celebración o penitencia?

Cuando leo alguna noticia sobre la próxima celebración del 50º aniversario de la creación de la Conferencia Episcopal Española, suelo acordarme de la parábola evangélica de los talentos. Ya saben: un Rey se va de viaje y entrega a sus sirvientes diversas cantidades (1, 2 o 5 talentos). Cuando vuelve de su viaje, el que había recibido cinco talentos le entrega al Rey diez y es felicitado; el que había recibido dos, entrega cuatro y también es felicitado; mientras que el que había recibido uno le entrega al Rey ese mismo talento, y es condenado por su cobardía y pereza.

Una cosa que siempre me ha llamado la atención de esta parábola es que no haya ningún siervo que entregue al Rey menos de lo que había recibido de sus manos. Los tres siervos creen que han hecho bien, dos de ellos con razón y uno injustificadamente, pero es evidente que ni el siervo más inconsciente podría esperar ser felicitado si devolvía mucho menos de lo recibido de manos del Rey de reyes. Apliquemos la parábola de los talentos a los cincuenta años de historia de la Conferencia Episcopal Española y a su celebración, recordando algunos datos importantes.

Hace medio siglo, en 1966, al terminar el Concilio Vaticano II, se creó en España la Conferencia episcopal para potenciar y coordinar la acción pastoral de las diócesis españolas. Los obispos, por aquel entonces, tenían encomendados los fieles de una nación con grandes deficiencias (como todas), pero dotada por la Providencia divina con indudables talentos desde el punto de vista de la fe: una historia y una tradición empapados de catolicismo, el ejemplo cercano en el tiempo (1936-1938) de los miles de mártires de la guerra civil,  la aceptación social, cultural y legal de las grandes líneas de la moral católica, un sistema político que intentaba con mayor o menor acierto plasmar en la sociedad los principios católicos y una mayoría de españoles católicos, con sus pecados, debilidades y defectos, pero realmente creyentes y practicantes.

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20.01.16

Fr. Longshanks: Planes pastorales, excusas eclesiales

Participante invitado: El P. Robert Longshanks es un antiguo anglo-católico que cruzó el Tíber hace cincuenta años. Conocido (a sus espaldas) por sus compañeros sacerdotes como Father “Battleaxe” Bob, se comenta que su propio obispo le tiene algo de miedo desde que le dijo que “el problema de Inglaterra ha sido siempre que sus obispos no están dispuestos a morir mártires”.

Actualmente ejerce la cura de almas en una pequeña parroquia de Sussex.

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