InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Desde los bancos

14.11.13

Pedir y dar gracias

Hace unos días, escuché en una homilía una imagen que me gustó. Hablando de la oración, el sacerdote decía que, para un cristiano, rezar debe ser como respirar. Igual que uno no deja nunca de respirar, tampoco debe dejar nunca de orar. Orad siempre, sin interrupción, nos dice San Pablo. Y San Gregorio de Nisa afirmaba que hay que acordarse de Dios aún más que de respirar.

Ahondando en la imagen de la respiración, el sacerdote decía que la inspiración y la espiración eran como la oración de petición y la acción de gracias. Del mismo modo que es imposible limitarse solo a tomar aire o pretender espirar únicamente, el cristiano constantemente debe estar pidiendo cosas al Señor y dándole gracias por todo lo recibido. Ambas cosas. Es la única forma de mantener viva la fe.

Me pareció una imagen muy sencilla y a la vez muy profunda, válida para un niño y para un teólogo. Bueno, siempre que sea un buen teólogo, claro. ¡Qué diferencia con las disquisiciones de pensadores como Torres Queiruga que niegan la importancia y el carácter cristiano de la oración de petición (porque, según ellos, “no es coherente con el Dios revelado en Jesús”)! A diferencia de la imagen de la respiración que daba el buen sacerdote, esas disquisiciones tienen apariencia de profundidad, pero en realidad son superficiales y artificiosas.

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14.05.13

Heterodoxia, humildad y la fe de los sencillos

Anciana rosario 2Hay cosas de las que no conviene hablar en domingo. En lo posible, el día del Señor debería estar dedicado a bendecir a Dios y a disfrutar de sus maravillas. Por eso no comenté la noticia sobre el tristemente famoso sacerdote de Entrevías cuando fue publicada en InfoCatólica, el pasado domingo.

No creo que haga falta comentar las tonterías que el pobre D. Enrique decía sobre el aborto, el “matrimonio” gay, la Iglesia o el celibato sacerdotal, porque se trataba de una heterodoxia de un nivel tan bajo que movía a la pena más que a otra cosa, a la vez que emitía claros efluvios sesentayochistas y trasnochados. Hay algo, sin embargo, que no me gustaría dejar pasar sin realizar un breve análisis: las palabras que dedicaba a su madre.

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13.04.13

La imaginación al confesionario

ConfesionarioAl ser más bien tirando a pecador, me he confesado infinidad de veces a lo largo de mi vida. Y con todo tipo de curas: el santo, el misericordioso, el que te echa la bronca, el buenazo para el que todo da igual, el sabio, el imprudente, el sordo, el que le molesta que vayas a confesarte si no tienes pecados graves, el que está rezando, el que se toma su tiempo, el que procesa a los penitentes como churros, el jovencillo aterrorizado recién salido del seminario, el anciano que ya lo ha oído todo un millón de veces… Por todos ellos siento un gran cariño y agradecimiento, ya que han hecho presentes para mí al Padre misericordioso que me esperaba en el camino, a Cristo crucificado que lavaba mis pecados con su sangre y al Espíritu Santo que me daba la gracia para no pecar. Dios los bendiga a todos.

Hay algo, sin embargo, que me gustaría sugerir sobre el elemento más olvidado de la confesión: la penitencia. Por alguna razón, la penitencia se ha convertido en la hermana fea y olvidada del sacramento de la reconciliación.

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18.03.12

Un domingo de rosas de oro y casullas (Domingo Laetare)

Benedicto XVI, Domingo Laetare, 11 marzo 2018

Hoy domingo, sólo quiero hacer una rápida encuesta sobre el color de la casulla utilizada en la Misas de hoy. Como sabrán, estamos en el IV domingo de cuaresma. Es el domingo que, en latín, se denominaba domingo Laetare (es decir, alégrate). Se llama así por las primeras palabras del introito: Alégrate Jerusalén (cf. Is 66).

Según una antigua tradición medieval con origen en Oriente, en Roma se celebra este día una ofrenda floral a la Cruz. El propio Papa bendecía una rosa de oro , la ungía con el Santo Crisma, la incensaba y luego la llevaba en procesión, con todos los cardenales y fieles, hasta la basílica de la Santa Cruz, donde se guardaban reliquias de la Vera Crux. Posteriormente, esa rosa de oro se regalaba a alguna reina cristiana o a otras personalidades católicas. En tiempos recientes, los papas las han llevado como ofrenda a santuarios marianos como los de Luján, Aparecida, Fátima, Czestokowa, Loreto o Guadalupe.

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10.05.11

Para casarse con cuatrocientos años de retraso

Estos días, estoy ayudando con la edición de una tesis de Historia de la Iglesia que me está resultando particularmente interesante. Trata sobre el matrimonio en el Virreinato del Perú, en el siglo XVII. En aquella época, el matrimonio canónico presentaba ciertas dificultades para los indios conversos, debido a costumbres como la poligamia entre las clases más altas o algunos grados de incesto permitidos en la cultura incaica y a la posibilidad de que uno de los dos cónyuges se convirtiese y el otro no. Ante esta situación, es magnífico ver el enorme esfuerzo de evangelización que se hacía en todos los ámbitos en la América española.

Para que los indios tuvieran absolutamente claro lo que era el sacramento del matrimonio, los Concilios de Lima y los diversos manuales editados preveían no sólo una catequesis teórica, sino también una serie de preguntas concretísimas para asegurarse de que se entendían los requisitos y las consecuencias del matrimonio. Por ejemplo, se preguntaba a los novios sobre los grados de parentesco entre ellos, mencionando los diversos casos concretos de afinidad y consanguinidad, por las posibles uniones anteriores en todas sus modalidades, por los errores sobre el matrimonio más frecuentes en la cultura indígena, por los impedimentos, etc.Todo ello de la forma más concreta y clara posible, para que no hubiera lugar a error. Y, para evitar cualquier posible malentendido, se traducían las preguntas y catequesis al quechua (en algunos casos, con un gran esfuerzo, por la necesidad de traducir conceptos nuevos, que no existían en la cultura incaica).

Al leer estas cosas, me he quedado pensando en la situación actual en España. En los cursillos prematrimoniales que conozco, de primera mano o por conversaciones, se prescinde de la cuestión de lo que significa en realidad y de forma concreta casarse ante Dios. En el mejor de los casos, se habla en general sobre ello, pero sin explicar de forma concreta las consecuencias que tiene este acto y, sobre todo, sin señalar las diferencias con lo que promueve la cultura dominante. Lo más triste es que los asuntos omitidos son, normalmente, los que más necesidad tienen de clarificación y explicación. Sin duda, habrá parroquias ejemplares en las que esto no suceda, pero, desgraciadamente, todo apunta a que la situación es muy general.

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