Trump y el espinazo de la modernidad
Parece que el presidente Trump nos despierta cada día con alguna nueva iniciativa, cada una más sorprendente que la anterior, desde la eliminación de organismos de subsidios turbios y la deportación de inmigrantes ilegales a la creación de un departamento de eficiencia gubernamental (un oxímoron donde los haya) o la marcha atrás en temas de transexualidad. Sus iniciativas y planes, además, no se limitan al interior de los Estados Unidos, sino que afectan a lugares tan dispares como Groenlandia, Gaza, Canadá, México o Panamá.
Sus enemigos políticos no esperaban esta vorágine de medidas y la nueva situación les ha pillado con el pie cambiado. Lo que más me interesa a mí, sin embargo, es la reacción de los católicos. Algunos están (con cierta razón) encantados con Trump y consideran desleal o desagradecido oponerle cualquier crítica. Otros (también con cierta razón) se empeñan en señalar que, en muchas cosas, las políticas de Trump y su conducta personal se apartan considerablemente de la moral católica, por lo que cualquier católico debe condenar públicamente al personaje.
A pesar de tener ambos su parte de razón, como ya he dicho, creo que ni unos ni otros aciertan en el diagnóstico general. Y tampoco lo hacen los que piensan que la verdad está en el término medio. Lo cierto es que la importancia de Trump no está en sus políticas concretas, algunas de las cuales son estupendas y otras absurdas o inmorales. Es necesario ir más allá. Lo importante de Trump es que es una señal, un signo de victoria que, de un solo golpe, ha roto el espinazo de la modernidad.
Me explico. La esencia de la modernidad, su ideología fundamental o, mejor dicho, su religión oficial es el progresismo. Se trata de una religión implícita e inconsciente para la gran mayoría de sus adeptos, pero no por eso menos real. Esa es la razón por la que izquierdas y derechas, conservadores o progresistas, ecologistas o nacionalistas, a la postre coinciden en promover o al menos conservar siempre el progresismo. Sus diferencias son meramente de detalle, envoltorios distintos para atraer a los diversos grupos o velocidades diferentes en una misma y única dirección.
El progresismo, a su vez, tiene un único dogma fundamental, que es el progreso continuo: lo nuevo siempre es mejor que lo viejo, hoy siempre es mejor que ayer, los hijos siempre saben más que los padres y los nietos más que los hijos. Eso es lo determinante y no los detalles. En concreto y en cada momento, lo “progresista” puede ser cualquier cosa e incluso lo contrario que lo progresista de ayer, porque lo que importa no es la cosa en sí, sino el mero hecho de ser lo nuevo, de ser un progreso, de diferenciarse del pasado.
La modernidad considera que, por su propia naturaleza, ese progreso es imparable e irreversible. A fin de cuentas, ¿quién querría retroceder, involucionar y volver al pasado, que es la suma de todos los males? Solo un loco o un malvado y esas son las categorías en las que se encuadra a cualquiera que rechace el último progreso inventado hace tres días. Los locos y los malvados enemigos del progreso deben ser, y generalmente son, acallados y marginados de la sociedad, de las instituciones y de todos los grupos sociales (incluidos los religiosos) implacablemente.
La mejor muestra de lo debilitado moral e intelectualmente que está Occidente es que durante décadas y décadas ha soportado este despropósito irracional y evidentemente manejado (o al menos aprovechado) por élites sin escrúpulos. Lo mismo, pero de forma más sangrante aún, se puede decir de una gran parte de los católicos, incluida la jerarquía, que se han rendido con armas y bagajes a la religión anticatólica del nuevo imperio mundial y le ofrecen alegremente incienso en toda ocasión. Como la clase política, unánimemente progresista, se ha asegurado además de debilitar también la familia, que era el otro ámbito de resistencia que quedaba, el dominio de la modernidad y su religión oficial ha sido casi absoluto durante toda mi vida.
En los últimos cincuenta o sesenta años no ha habido verdadera resistencia contra el progresismo, porque prácticamente el mundo entero se ha rendido o se ha pasado con entusiasmo al bando progresista vencedor. Inesperadamente, sin embargo, el más insólito campeón se ha presentado a hacer batalla: un setentón amigo del dinero, de moralidad dudosa, muy dado a las fanfarronadas y, además, con un historial político reducido y bastante decepcionante. En su contra, la práctica totalidad de la clase política mundial, la práctica totalidad de los medios de comunicación y, en apariencia, la práctica totalidad de la población de Occidente.
Más inesperadamente aún, el campeón setentón ha vencido arrolladoramente y, en vez de desaprovechar su victoria como hizo la vez anterior, la ha emprendido a mandoble limpio contra el edificio progresista en su país como si no hubiera mañana. Diversos “progresos” que parecían intocables y nadie se atrevía a cuestionar seriamente, sobre diversidad, transexualidad, multiculturalidad, fronteras abiertas y otros, han sido borrados de la faz de la tierra con una simple firma. Esto es un golpe terrible no tanto por su materialidad, porque las conquistas progresistas son legión y su eliminación requerirá décadas o siglos, sino por su carácter de signo visible: el progresismo, lejos de ser irreversible, se derrumba a poco que se le haga frente. Es posible y conveniente volver atrás en muchas cosas, en las que el camino tomado era claramente erróneo. El rey estaba desnudo, el gigante tenía los pies de barro y su aura de invencibilidad ha desaparecido, porque un estrafalario político norteamericano ha bailado sobre sus ruinas. El espinazo de la modernidad se ha roto.
En efecto, las fuerzas progresistas, al menos por el momento, parecen estar en desbandada y, para mayor humillación, se ha demostrado que su poder necesitaba apoyarse en una tupida trama de subvenciones ocultas. Sin ellas no tienen ninguna fuerza. Sin la percepción de que es invencible y cuando se corta el caudal interminable de dinero, el progresismo se disipa como un mal sueño. Los reyes, los ejércitos van huyendo, van huyendo; las mujeres reparten el botín.
Algo parecido han conseguido otros campeones menores, como Miléi, Bukele, en menor medida Orban y alguno más, cada uno a su estilo. La mayoría de ellos con grandes defectos personales o en cuanto a sus políticas concretas. De hecho, al igual que Trump, todos están más o menos infectados de progresismo, porque apenas hay nadie hoy que no lo esté. Por eso no hay nada de extraño en que muchas de sus políticas sean erradas, disparatadas o inmorales. ¿Cómo no van a serlo, si también ellos son progresistas? Pero lo importante es que, ellos también, han mostrado en sus países que el progresismo ateo, relativista, inmoral y anticatólico no es irreversible. No lo es y ese pequeño triunfo basta para cambiarlo todo.
Aunque sea doloroso, hay que señalar que, debido a la postración actual de la Iglesia, ninguno de esos campeones es católico. Hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados. Por eso el campeón de la lucha contra el progresismo no ha podido ser un San Luis, un Carlomagno y ni siquiera un Constantino, porque de haberlo sido se habría tenido que enfrentar con toda probabilidad a la misma jerarquía católica. Tampoco ha podido serlo un gran teólogo, un San Agustín o un Santo Tomás. Porque nos lo merecemos, Dios nos ha dado la humillación de que los vencedores hayan sido otros, cuando era a la Iglesia a la que le tocaba por vocación liderar la lucha contra la hidra progresista y anticatólica. Como consuelo podemos fijarnos en que varios de los colaboradores cercanos de esos líderes son católicos, pero en conjunto, hay que reconocerlo, el catolicismo no ha estado a la altura.
En cualquier caso, el colmo de lo inesperado es que gran parte de la población norteamericana parece estar encantada con lo que está haciendo Trump, al igual que sucede, mutatis mutandis, en El Salvador, Argentina, Hungría et al. Y también en la población de otros países que mira a estos con apenas disimulada envidia. La reacción más frecuente ha sido el alivio: ya no hay que fingir que uno cree cien cosas imposibles y absurdas antes del desayuno, que los hombres son mujeres y las mujeres hombres, que la emergencia climática acabará con todos nosotros a pesar de que las predicciones al respecto no se cumplen nunca, que los delincuentes son honrados y los hombres honrados son el problema, que todo lo antiguo fue malo y todo lo nuevo es bueno por el hecho de ser nuevo, y un larguísimo etcétera. Lejos de ser algo inevitable e irrefutable, la cosmovisión progresista es claramente absurda y contradictoria y solo se puede mantener en el cerebro a base de una vigilancia política, legal, mediática y moral constante. Cuando la vigilancia cesa, los hombres normales rechazan ese absurdo.
Todo esto, sin embargo, no es la victoria, sino más bien un punto de inflexión en la batalla. Ni Trump ni sus versiones en otros países son en ningún sentido soluciones permanentes ni la victoria final puede venir de meras políticas humanas. Lo que se ha producido es, simplemente, un toque de trompeta esperanzador, que nos anuncia que no hace falta seguir huyendo, que la bestia no es invencible, que la victoria es posible y, para nosotros los católicos, que la fe y la moral de la Iglesia no son una carga obsoleta y oscurantista de la que convenga desembarazarse. Nada más y nada menos que eso.
Queda saber cómo vamos a reaccionar más allá del alivio inicial. El progresismo parece estar en desbandada, pero no sabemos si esta situación durará. ¿Retomaremos la iniciativa que hace tanto tiempo que habíamos perdido? ¿Aprovecharemos la victoria del insólito campeón norteamericano y sus no menos insólitos adláteres de otros países? ¿Osaremos dar el golpe de gracia a la bestia herida y, al menos por el momento, paralizada? ¿O seremos lo suficientemente estúpidos como para desaprovechar la ocasión, dejando que el progresismo se convierta de nuevo en el amo de Occidente? Hemos probado la libertad, ¿volveremos a la esclavitud de una ideología inhumana e irracional? Ante todo, ¿sabrá la Iglesia recuperar convicción de que solo Cristo tiene palabras de vida eterna y de que sus palabras no pasarán? El tiempo lo dirá.
62 comentarios
Recuerdo que este blog no es de política (en el sentido partidista de la palabra) y confío en que los comentarios se centren en lo que importa y no en si Trump ha metido la pata en esto o ha acertado en esato otro, en si Orban es feo o en si Bukele es muy bruto o una hermanita de la caridad. Todo eso, como se indica en el artículo, no es lo importante.
Lo segundo de ver este cambio en los EEUU
(y de ahí al mundo) es que veo claramente una moralina protestante bien gorda. El puritanismo en su peor acepción. E igual que antes estoy seguro de que en privado se reían de cosas que eran dogmas woke, ahora aborrecen de ellos pero en "mi vida" la moral católica real brilla por su ausencia.
Lo tercero. Espero que la Iglesia varíe el rumbo a mejor. Si siempre tuvo clara la verdad, los bandazos actuales no hacen si no apartarse del camino correcto.
Por último, para existir un cambio real y verdadero en el mundo, lo que debe cambiar es el corazón del hombre, y eso o lo hace Cristo o no se puede hacer
Dicho lo cual, yo me alegro de que este anciano y su mandoble golpee y rompa progrelandia. Aunque solo sea por lo divertido que es.
¿ En qué clase de burbuja mediática nos tienen metidos que el principal organismo de expansionismo woke, USAID, no había sido apuntado por los medios de aquí ?
Con Trump se han levantado las alfombras wokistas. Al santón civil José Andrés, Trump lo ha largado con cajas destempladas por mucho que el supuesto chef se ha empeñado en decir que ya había renunciado él.
Dudo mucho que si en España llegara al poder el amigo del narco Dorado se hiciera lo mismo. En España no hay alternativa sino alternancia en el poder, lo propio de un régimen que tiene de todo menos democrático
Efectivamente, el tiempo dirá si sabremos aprovechar el toque de trompeta y el aturdimiento momentáneo de los partidarios del maligno. Pero, hasta ahora, parece que la mayor parte de fieles están enfocándose equivocadamente en discutir lo bueno o lo malo que, en su opinión, es Trump, y los obispos en señalar meticulosamente todo lo que tiene de malo. Cuando, realmente, Trump es lo de menos. Lo verdaderamente importante es saber interpretar los signos de los tiempos; da igual si Dios nos habla a través de las acciones de Trump o a través de la burra de Balaam.
Ojalá no sea verdad que, como dicen en el Congreso de Vocaciones, el Pueblo Santo de Dios se haya convertido en un «pueblo de soñadores». Dios quiera que despertemos del sueño.
"Con lo que confirman que no tienen ni tenían ningún valor ni moral más allá del vil metal. Ayer eran x hoy son lo contrario. Así sin vergüenza ninguna"
Conforme el progresismo se ha ido haciendo más y más absurdo se ha ido haciendo más y más difícil creer realmente en él, pero también se ha ido haciendo más y más omnipresente la censura para el que se atreva a cuestionarlo en público. La hipocresía es inevitable.
"Espero que la Iglesia varíe el rumbo a mejor. Si siempre tuvo clara la verdad, los bandazos actuales no hacen si no apartarse del camino correcto ... para existir un cambio real y verdadero en el mundo, lo que debe cambiar es el corazón del hombre, y eso o lo hace Cristo "
Eso es lo decisivo y lo que más nos tiene que importar a los católicos. Dios quiera que el toque de trompeta también anime a muchos en la Iglesia.
"Aunque solo sea por lo divertido que es"
Je, je. Es muy sano reírse de vez en cuando, sobre todo si se ríe uno de los disparates de los malos.
"la modernidad se ha edificado sobre la negación o el olvido del Pecado Original"
En efecto, debe ser el dogma más negado dentro y fuera de la Iglesia. A pesar de que, como decía Chesterton, basta abrir un poco los ojos para verlo demostrado a nuestro alrededor.
"El movimiento MAGA es un culto pagano a la personalidad."
Claro, vd. es más del movimiento CAGA
Nadie sabe el alcance de los cambios de estos nuevos políticos, pero sólo el hecho de que, el progresismo esté atacando diariamente a estos personajes y rabiando, (Roma incluida), y que los dogmas progres se derrumben ya valió la pena.
Lei hace tiempo los de P Iraburu, pero sigo sin verlo. Lo acepto como otras cosas, porque es Magisterio de la Iglesia, de la de siempre, no la de Bergoglio, pero no acierto a verlo del todo.
Trump no es católico, ni tiene porque serlo, ni va diciendo que lo es como el Bidon. Seguro que Trump que no es una monja, ni nunca lo ha sido comete errores, de diverso tipo, yo algunos los puedo prever, pero es patetico que ciertos prelados critiquen a Trump, por puro postureo, cuando los Dubia que es algo que es su obligación preguntar llevan años sin responderse.
1. Los que intentan acompañar el cambio, de forma más o menos independiente y crítica. No solo colaboradores de Trump o Milei, sino mucha gente de a pie.
2. Los amantes de la equidistancia. Como el cambio no lo protagonizan ellos, prefieren quedarse en la barrera y mirar desde fuera. Aquí hay obispos que repiten a tiempo y destiempo que tanto los trumpistas como la izquierda están exactamente igual de lejos del Evangelio, y equiparan el aborto con la política migratoria. Pero también muchos católicos que siguen esperando a que el cambio lo lidere un San Luis o un Santo Tomás Moro, como si esto fuera una cuestión de todo o nada donde no existe el bien posible. Supongo que, si les hubiera tocado vivir otra época, no habrían apoyado a Ciro por llevar a los judíos de vuelta a Jerusalén, y por supuesto hubieran criticado el Edicto de Milán porque daba los mismos derechos a los cristianos que a los paganos
3. Los opositores, aunque no sé si por convicción o por la costumbre de siempre agachar la cabeza ante el progresismo. No conozco a muchos católicos laicos con esta postura, pero en la jerarquía hay unos cuantos casos
Esto es ir al baile con las piernas rotas.
En cualquier caso, aunque Trump por su estilo nos resulte chocante, sigo pensando que a nivel histórico y mundial han sido mucho más determinantes otros presidentes: F.D.Roosevelt y Ronald Reagan, a los que admiro.
Trump me recuerda a los presidentes de la Gilded Age o de los años 20 del siglo pasado. Incluso a Andrew Jackson.
En lo personal, aunque no creo que haya sido practicante, de vez en cuando asoma su calvinismo. No sé si voluntariamente. Su familia es un ejemplo de convivencia y tolerancia plurirreligiosa: hija y nietos judíos, esposa católica...Nada más moderno, y menos tradicional, que la vida familiar de Trump.
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¿Y no puede ser ese el objetivo buscado, la liquidación (y no solo económica) del Vaticano? Cuando todas las acciones son concordantes y dirigidas a un objetivo común, es imposible no pensar que todo está guionado. A los lobos infiltrados en la jerarquía de la Iglesia les importa un pimiento la ruina del Vaticano, pues a ellos (dados que son infiltrados y por sus frutos los conocemos) sus ingresos les vienen de "otras fuentes". El problema está en los perros mudos de los demás obispos, que por temor o ciega obediencia, dejan obrar a los destructores. En lo personal no tengo ninguna duda que estamos ante la implementación exitosa de la Instrucción "Alta Vendita". Ojalá todas estas medidas "antiwoke" que ha estado tomando Trump tenga impactos positivos en la oeganización de la Iglesia (no son pocos los obispos y cardenales que deberían "volar", empezando por Tucho Fernandez).
Es una maravilla estar en la lucha, y saber que con la gracia de Dios no damos puñetazos al aire, por insignificate que parezca nuestra parte lo que sí son puñetazos al aire son las quejas de lo mal que estamos la Iglesia y el mundo, esa es una pésima actitud y una grandisima tentación para no hacer nuestra parte y contagiar a los demás de parálisis y amargura.
"Cuando, realmente, Trump es lo de menos"
¡Eso es! Lo bueno o malo que sea personalmente Trump le interesa fundamentalmente a él y a su confesor. Los demás tenemos cosas más importantes de las que ocuparnos.
"Dios quiera que despertemos del sueño"
Tres veces amén.
Con gran respeto intelectual quiero destacar una afirmación tuya que ciertamente es una bandera "ya no hay que fingir".
Dar a entender algo que no es cierto, aparentar, disimular, figurar, falsear, disfrazar, afectar, dañar sabiendo, engañar, embaucar, engatusar, encandilar, seducir, enredar.
La peor de todas las "realidades progresistas" es fingir que Dios debe acomodarse al hombre, el Creador a la creatura y no el hombre a Dios.
Creado a Imagen y Semejanza al revés.
La farsa ha quedado al descubierto, se llame como se llame modernismo, progresismo, actualismo, ecologismo, relativismo, buenismo...
Si dejamos de fingir estaremos en la posición del publicano que no se atrevía a levantar la vista, postura indicada por Cristo.
La pregunta es podemos fingir ante el Señor, en privado, solos...?.
Cómo la ves...
"Los cardenales podrán no tener coraje o incluso algunos fe, pero no comen vidrio"
Pienso a veces que Dios ha puesto en nosotros las necesidades naturales más básicas para que sean un freno a nuestra tendencia a construirnos una disparatada realidad a nuestra medida.
"que los dogmas progres se derrumben ya valió la pena"
Especialmente porque la mayoría de los hombres modernos creían que eran dogmas invencibles y no se atrevían a imaginar siquiera verse libres un día de ellos.
"En España no hay alternativa sino alternancia en el poder"
Durante mucho tiempo, esa ha sido la situación en España y en Occidente entero, junto con sus satélites. Progresismo de izquierdas o de derechas, ecológico u obrero, conservador o liberal, pero todo progresismo.
Lo que diferencia tanto a Trump como a Miléi, Bukele, etc. es que son personalmente excéntricos o, mejor, lo que los americanos llaman "mavericks", es decir, gente que va por libre y odiados por la clase política en pleno.
Eso es lo que ha hecho posible este atisbo de cambio y no que ellos, en general, sean mucho mejores que los demás, porque, como decía, todos ellos están metidos también hasta la cintura en el progresismo ambiente. Sin embargo, el mero hecho de ser distintos, extravagantes y "raros" (y en algunos casos muy brutos) ha bastado para que se atrevan a derribar lo aparentemente inderribable y crear con ello una tormenta política.
Siempre me ha llamado la atención que en USA en las universidades haya "fraternidades" ¿Cómo son las fraternidades alli ? ¿ Continuan despues de la universidad ? ¿ Es en realidad masonería ? ¿ Son una especie de clubes rotarios ?
Pareciera que en USA el presidente, incluso Trump, tiene un poder delegado, delegado por los masones, siempre ocultos tras una cortina
Por mi parte lo felicito por su osadía al enfrentar este nefasto progresismo.
"¿Y no puede ser ese el objetivo buscado, la liquidación (y no solo económica) del Vaticano? Cuando todas las acciones son concordantes y dirigidas a un objetivo común"
Precisamente lo que ha sucedido ahora con Trump y con otros muestra que la inmensa mayoría de la gente simplemente sigue la corriente y se acerca al sol que más calienta. El año pasado tocaba ser woke y ahora toca estar orgullosos de ser estadounidenses.
En cualquier grupo grande siempre hay muchos menos activamente malos que vagos, cobardes, comodones, tontos o serviles, aunque estos sean capaces de grandes maldades cuando los que mandan son aquellos. Lo mismo se puede decir de las fuerzas del mal dentro de la Iglesia, creo yo: puede que haya algunos con intenciones activamente malas que busquen conscientemente el mal de la Iglesia, pero la mayoría de esas "acciones concordantes" se deben a un mero seguir la corriente y adaptarse a lo que está de moda. A los norteamericanos les gusta citar la llamada "navaja de Hanlon", que dice que no debe atribuirse a la malicia lo que se puede explicar adecuadamente por la mera estupidez.
Más que progresismo es el más puro liberalismo. Son embargo, creo que si existe un representante católico en ese grupo: Meloni. Y, tal vez, sea la mejor gobernante de todos ellos. La menos estridente y la más prudente sin duda.
Lo triste, y algún comentarista lo señala, es que la mayoría de representantes "católicos" están con el mal.
"Siempre me ha llamado la atención que en USA en las universidades haya "fraternidades" ¿Cómo son las fraternidades alli ? ¿ Continuan despues de la universidad ? ¿ Es en realidad masonería ? ¿ Son una especie de clubes rotarios ?"
Es un tema muy amplio. La mayoría de las fraternidades son minirresidencias de estudiantes, más interesadas en organizar fiestas que en ninguna otra cosa. El mayor daño que hacen es el casi absoluto desenfreno moral, sobre el que tengo pendiente escribir alguna vez. Los miembros también suelen ayudarse unos a otros después a encontrar trabajo y cosas similares. Hay algunas, sobre todo en las universidades más antiguas, que sí tienen prácticas secretas y que pueden actuar como una paramasonería y como vía de entrada a otras sociedades aún más secretas.
La masonería está extendidísima en los Estados Unidos desde sus orígenes, pero conviene saber dos cosas:
a) es una masonería distinta de la de origen francés, que es a la que estamos acostumbrados nosotros. La principal diferencia es que no es activa y visceralmente anticatólica, como la francesa, aunque por supuesto sus creencias esotéricas sean igualmente incompatibles con el catolicismo. En general, el rechazo norteamericano del catolicismo le viene más de su protestantismo que de la masonería. La masonería estadounidense también tiende a actuar de forma más pública, al menos en los grados más bajos.
b) en general, por lo que yo he visto, está de capa caída. Por todas partes en Estados Unidos pueden verse logias masónicas cerradas o en desuso. El individualismo moderno prefiere sus esoterismos a la carta y en el sofá de casa, además de que el progresismo, por su propia naturaleza, ha socavado el atractivo de grupos que pretenden venir de la antigüedad remota.
Su influencia es grande, pero, a mi entender, ha disminuido mucho en el último medio siglo.
"Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se produjo en el cielo un silencio, que duró alrededor de media hora" (Apocalipsis 8,1).
https://pabloberarducci.wordpress.com/2023/10/28/es-neutral-ser-neutral/
Resalto uno de los párrafos fundamentales que, ojalá, resuene también en Roma:
«Todo esto, sin embargo, no es la victoria, sino más bien un punto de inflexión en la batalla. Ni Trump ni sus versiones en otros países son en ningún sentido soluciones permanentes ni la victoria final puede venir de meras políticas humanas. Lo que se ha producido es, simplemente, un toque de trompeta esperanzador, que nos anuncia que no hace falta seguir huyendo, que la bestia no es invencible, que la victoria es posible y, para nosotros los católicos, que la fe y la moral de la Iglesia no son una carga obsoleta y oscurantista de la que convenga desembarazarse. Nada más y nada menos que eso.»
Amén. La victoria sobre la bestia vendrá revirtiendo, por parte de la Iglesia, el proceso de sustitución de nuestro Señor Jesucristo por el hombre.
Todas las patrias eran identificables en 1945, hasta las que estaban bajo el telón de acero, y ahora ninguna de ellas lo está, con la excepción de Ucrania.
Con diez años podía diferenciar una czarda de una polonesa y una hora de un sirtaki (también hay que decir que yo tuve siempre una inclinación hacia la música popular), pero hoy en día todas han muerto.
¿Y qué eran todo ese tipo de músicas? No eran la música de una nación, porque la hora traspasa las fronteras de Rumanía, por ejemplo, sino de una cultura.
La idea de resucitar las músicas identificativas, incluyendo la española, es imposible porque ya nadie las quiere. Mi abuelo cantaba "Donostiako hiru damatxo" y mi padre le daba a los palos del flamenco, sobre todo a los cantes de Levante, a la vez que ·El Sitio de Zaragoza" me ponía los pelos de punta. Eso aparte de la música del momento que también se oía, pero no se comía a la otra.
Ahora ninguna de mis sobrinas distingue "Paquito chocolatero" de "Funiculí Funiculá" como no sea por el idioma, pero les ponen solo la música y ni idea.
Es una muestra del desastre de la globalización sin fronteras y la memez interplanetaria.
Ucrania está luchando por ser una nación de la UE y nadie sabría identificar a los ucranianos por su cultura (que es difícil porque los ucranianos, les guste o no, son muy parecidos a los rusos).
De manera que mi abuelo, que era vasco, con su boina, cantando "ez dau iñun San Juan dan baizen" y recogiendo manzanilla en Landa era muchísimo más identificable como vasco que cualquier etarra, incluyendo a Arnaldo Otegui: "¡No, sin ser!" diría él mismo, "Aquello sí divertido, ene ama! y todo eso sin dejar de ser español.
Sin Dios, sin patria y sin familia no hay trascendencia, no hay inmanencia ni hay nada más que un vacío.
"Lo único que a mi me interesa es que la iglesia catolica salga de su crisis, de su postracion, de su comodidad y complicidad con el wokismo"
Claro, fuera de ella no hay salvación. Ese es el campo de batalla decisivo, lo demás son solo escaramuzas.
"Ponerse de ambientalistas junto a la izquierda..."
Por alguna razón, cuanto peor está la Iglesia, más se empeñan los obispos en dedicarse a cualquier cosa menos a lo importante.
"Es un descanso breve antes de la tormenta final"
Desde la Ascensión, vivimos en los últimos tiempos y absolutamente todo lo que ha sucedido desde entonces es o bien una lucha o un respiro breve previos a la tormenta final.
Mi padre murió devorado por un perro San Bernardo que previamente se había soplado su barrilete de coñac que portaba al cuello. Decidió mi tutor que sería positivo mandarme a una casa encantada con fantasmas varios de Yorkshire donde vivía mi tío Recadero López y Armagasilla. Recuerdo su encendida mirada cuando me decía:
"Sobrino, desengáñate; Cánovas o Sagasta, PP o Psoe, la misma basura. Pero repara en que los proges dan hasta físicamente asco, mientras que sus soflamas producen vómitos incontrolables, erupciones en las canillas, y pérdida del cabello"
Cuánto aprendí de mi tío. Por cierto, He ligado con el fantasma de una institutriz de la Inglaterra victoriana.
En mi experiencia, cuando un miembro de un oficio o profesión, sea carpintero, pintor, abogado, se pone a hablar de otro trabajo que no le corresponde (por ejemplo el pintor criticar el trabajo de la escalera o el abogado juzgar el de un contador) es señal inequívoca de mediocridad o incompetencia en lo suyo. No falla.
"Más que progresismo es el más puro liberalismo"
Bueno, hablo de "progresismo" y de "modernidad" para designar a realides muy amplias, que incluyen toda una serie de ideologías modernas, incluyendo muy especialmente el modernismo teológico, pero también el liberalismo, el wokismo, el marxismo cultural, el hegelianismo (y sus aplicaciones de derecha y de izquierda), etc. De la revolución Francesa (y susraíces anteriores) hasta la actualidad se ha dado un único proceso convergente en Occidente que es a lo que he llamado progresismo. El nombre, en cualquier caso, es lo de menos.
"Son embargo, creo que si existe un representante católico en ese grupo: Meloni. Y, tal vez, sea la mejor gobernante de todos ellos"
Meloni ha tomado muchas medidas buenas, pero no ha cogido la espada y la ha emprendido frontalmente a espadazos contra las políticas más absurdas y consideradas como intocables. En ese sentido, puede que sea mejor que los otros, no lo sé, pero su gobierno no ha servido para mostrar con claridad que los "avances de la modernidad", lejos de ser intocables e irreversibles, se pueden demoler y la oposición será llamativamente escasa. Para algo así, hace falta un tipo de persona que arrase todo a su paso, sin preocuparse de lo que diga nadie.
Meloni no es así. Usa una estrategia gradual y sutil que quizá sea buena, tampoco lo sé, pero no sirve como trompetazo de victoria. Por ejemplo, ella será todo lo contraria al aborto que sea, pero salió elegida prometiendo que no tocaría la ley del aborto. De una forma muy similar ha actuado Vox, si no me equivoco.
"He ligado con el fantasma de una institutriz de la Inglaterra victoriana."
Muy sabio. Se ahorra uno una fortuna en entradas de cine, bombones y similares.
"es señal inequívoca de mediocridad o incompetencia en lo suyo. No falla"
Sin duda. Aunque, en el ámbito eclesial, tiendo a pensar que esa incompetencia tiene bastante que ver con la falta de fe.
El patriotismo es el sencillo amor por la patria en la que uno nace, con su fundamental carga cultural que es la que nos educa. Como sucede siempre con lo político, el patriotismo mas perfecto es el cristiano. Si dicha sociedad no es cristiana debe al menos fundamentar su orden y cultura en la ley natural y la moral natural, lo cual está al alcance de todo el mundo por ser éstas verdades constitutivas de la naturaleza humana.
Así, resulta que el patriotismo es crítico constructivo, respetuoso de la tradición en lo que ésta tenga de cristiano o, al menos, venerable, proyectado al futuro en las nuevas generaciones y atravesado de una mirada vertical, sobrenatural.
El nacionalismo, que en Europa es de origen protestante, es hiper político, secularizador, autoreferencial y rupturista/revolucionario.
A la postre no hay mucha diferencia entre el nacionalismo y el globalismo, fundamentalmente cambia el marco en el que se aplican.
Arrasó. Iba a ser el New American Century. El triunfo del neoliberalismo. Nadie iba a detenerlo, ni a Rumsfeld, Rice, Cheney, aquella cuadrilla. Cómo pasa el tiempo.
Hasta el año 1936 el PNV se identificaba tanto con el Catolicismo que ni siquiera los socialistas durante la Revolución de Octubre de 1934 se dirigieron para nada a la Iglesia, quiero decir que no atacaron las iglesias. Aquello fue notable porque se fueron directamente a por los carlistas y los dueños de fábricas y de los tres que mataron en una mañana dos eran industriales y el otro un obrero carlista que se empeñó en ir a trabajar y le dispararon por la espalda. Los curas, y entonces había muchos, ya sabían que no iban a ir a por ellos, al contrario de lo que pasaba en el resto de España.
En cuanto empezó ETA la cosa dio la vuelta como un calcetín, así que ahora funcionan sin religión estupendamente.
¡Oh María, Madre mía,
oh consuelo del mortal!
Amparadme y guiadme
a la patria celestial.
Intenta decir lo mismo poniendo nación y verás que es imposible ver el cielo como tal.
Respondiendo a su comentario anterior, me preguntó qué tendrá que ver el tocino con la velocidad.
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