De este mundo, la primera
Hace muchos años, viajé a Loretto con ocasión de un encuentro de jóvenes con el Papa Juan Pablo II que se celebró allí. Al visitar la basílica, me impresionó mucho un mosaico con una escena de la vida de Cristo que nunca había visto antes: la aparición de Cristo resucitado a Nuestra Señora, en la mañana de Pascua.
Se trata de una escena que no aparece en los Evangelios, pero que se ha transmitido en algunas tradiciones, recogidas, entre otros, por San Anselmo de Canterbury, San Alberto Magno y el propio San Juan Pablo II, tan amante siempre de la Virgen y todo lo que tuviera que ver con ella:
“Los evangelios refieren varias apariciones del Resucitado, pero no hablan del encuentro de Jesús con su madre. Este silencio no debe llevarnos a concluir que, después de su resurrección, Cristo no se apareció a María; al contrario […] ¿Cómo podría la Virgen, presente en la primera comunidad de los discípulos (cf. Hch 1, 14), haber sido excluida del número de los que se encontraron con su divino Hijo resucitado de entre los muertos?
Desde entonces, he encontrado la escena en muchas otras obras de arte, como la que ilustra este artículo. Recuerdo que, aquella vez, me llamó la atención lo lógico que era aquel encuentro. ¿A quién iba a visitar en primer lugar Cristo resucitado, después de bajar a los infiernos? A su Madre, por supuesto. Si alguien le había llorado más que nadie, era ella. Y si Cristo estaba deseando ver a alguien en este mundo, era a su Madre.
También me gustó el hecho de que la escena no estuviera en los Evangelios. Me pareció un detalle de pudor de Cristo, por lo íntimo de la reunión con su querida Madre. Hay encuentros y misterios que no están hechos para los ojos terrenales y que sólo pueden ser objeto de adoración, nostalgia y poesía.
Pensando en aquel mosaico (que no he logrado encontrar en Internet), he escrito el tradicional sonetillo de Pascua, sobre el encuentro de María y su Hijo resucitado la mañana del domingo pascual.
Quién esta mañana viera
A la que tanto lloró,
Mas con fe siempre esperó,
Diciendo “lo que Dios quiera".Todo alcanza quien espera:
Hoy, su Hijo, que murió,
Vivo está y la visitó,
De este mundo la primera.Llora la Madre de gozo,
Llora el Hijo de alegría,
Llora el cielo de alborozoY llora la muerte mía,
Pues sabe que su destrozo
No ha de pasar de este día.
Feliz Pascua a todos los lectores.
¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!
20 comentarios
----
El término me recuerda un anécdota de la Ribera navarra.
Iba en su carro un campesino hacia su huerta, y encontró en el camino a otro labrador que iba a una huerta vecina.
-Venga, sube al carro.
Y el otro subió. El del carro le ofreció su bota (la de beber vino).
-Échale un trago. Es un vino de mi bodega.
El invitado le echó un trago y, al devolverle la bota, le dijo:
-Está bueno el vinillo.
-¿Vinillo a mi vino? -dijo indignado el carrero-. Abajo del carro.
Y el invitado se tuvo que excusar.
No concretan los cronistas si, después de esa escena, siguieron juntos o tuvo que bajarse del carro.
------------
Está bueno tu soneto.
Feliz Pascua!
Para los lectores que no capten su juego de palabras, explicaré que, aunque lo parezca, un sonetillo no es un soneto pobremente escrito, sino simplemente un soneto de arte menor (es decir, con versos de hasta ocho sílabas).
En este caso, sin embargo, se trata de un pobre sonetillo, escrito a vuelapluma por su seguro servidor que, como juntaletras, deja bastante que desear.
Muchas gracias. He encontrado el texto de Santa Teresa:
"[Jesús] díjome que en resucitando había visto a nuestra Señora, porque estaba ya con gran necesidad, que la pena la tenía tan absorta y traspasada, que aun no tornaba luego en sí para gozar de aquel gozo, y que había estado mucho con ella, porque había sido menester, hasta consolarla"
(Santa Teresa de Jesús, Cuentas de Conciencia)
San Ignacio dice también:
"lo cual, aunque no se diga en la Escritura, se tiene por dicho, en decir que apareció a tantos otros; porque la Escritura supone que tenemos entendimiento, como está escrito: ¿También vosotros estáis sin entendimiento?"
(San Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales)
Y Fray Luis de Granada en varios textos preciosos, como por ejemplo:
"Estaría la santa Virgen en aquella hora en su oratorio recogida esperando esta nueva luz. Clamaba en lo íntimo de su corazón y, como piadosa mujer, daba voces al Hijo muerto al tercer día, diciendo: Levántate gloria mía; vuelve triunfador, al mundo; recoge, buen pastor, tu ganado; oye, Hijo mío, los clamores de tu afligida Madre y, pues éstos te hicieron bajar del cielo a la tierra, éstos te hagan ahora subir de los infiernos al mundo. En medio de estos clamores y lágrimas resplandece súbitamente aquella pobre casita con lumbre del cielo y se ofreciese a los ojos de la Madre el Hijo resucitado y glorioso. Al que vio penar entre ladrones, lo ve acompañado de santos y ángeles. Al que la encomendaba desde la cruz al discípulo, ve cómo ahora extiende sus brazos y le da dulce paz en su rostro. Al que tuvo muerto en sus brazos, lo ve ahora resucitado ante sus ojos, lo tiene y no lo deja; lo abrázalo y le pide que no se le vaya. Entonces, enmudecida de dolor, no sabía qué decir; ahora, enmudecida de alegría, no puede hablar".
(Fray Luis de Granada, Vida de Cristo)
Pueden encontrarse algunos más en este artículo de Celebraciones populares de la Resurrección
Muchos saludos y que la Virgen de la Divina Providencia ruegue por todos nosotros.
Sí, he intentado reflejarlo en el poema ("mas con fe siempre esperó") porque es fundamental y hay cierta tendencia actual a "olvidar" que en Nuestra Señora no hubo ningún pecado, incluido el de la falta de fe.
Sí, lo bueno de la poesía (y de la adoración) es que, por su propia naturaleza, reconoce que su objeto la supera por completo.
Ya pensaba yo que había usted apostatado o se había convertido al budismo zen.
Habría lamentado perder su sentido del humor y su reconocida caridad pastoral.
En fin rezo a San Cucufato, porque sea lo que sea lo que le alejó del blog, sea causa de dicha y no de desazón.
Un saludo desde la profunda discrepància
Pablo señala a Pedro como el primero que vio al Señor resucitado, aunque más bien lo fija como el primero de una lista de testigos oficiales. Pero los que redactaron los evangelios fueron lo suficientemente honestos para decir lo que realmente sucedió, y la realidad es que no fue Pedro el primero que le vio. El Señor se apareció a quien quiso, cuando quiso y como quiso. "Mis caminos no son vuestros caminos" dice el Señor.
¿Se le apareció a su madre? Nadie puede dudarlo. Pero como bien se ha dicho, entraría en aquellas apariciones discretas, y sin duda María la guardaría "dentro de su corazón".
+
Por supuesto que, como dice el Evangelio de Lucas, era un caso de posesión múltiple (siete demonios, personificando quizás los siete pecados capitales), y sin duda esa posesión la convertía en una mujer profundamente desequilibrada y desgraciada. Nada que ver con esa encarnación de la sabiduría que nos presentan hoy los gnósticos modernos.
Jesús la curó, sí, y su vida a partir de entonces sólo tuvo un sólo fin: seguir y servir al Señor. Es el modelo perfecto de todos los cristianos que -como es mi caso- descubrieron tarde la belleza y verdad de nuestra fe, por lo que lo que la llevo como una de mis principales devociones.
Comprenda en definitiva que el lenguaje que usamos nosotros cuando hablamos de nuestra fe común no puede ser el mismo que usamos cuando hablamos de ella a un tercero. Un cordial saludo.
Dejar un comentario