Polémicas matrimoniales (XXXVII): la Misa es más que la comunión
Soy un lector habitual de InfoCatólica. Me ha surgido una duda respecto al siguiente punto de las recientes declaraciones del cardenal Müller:
“Sobre los divorciados en nueva unión, el Purpurado señaló que «las personas sufren porque sus matrimonios se han roto, no porque no puedan comulgar. Para nosotros el centro de la Eucaristía es la consagración, cada cristiano tiene el deber de ir a Misa, pero no de comulgar. Concentrarse sólo en un punto no resuelve nada".
Leyendo esto he pensado en que sí existe tal deber al menos una vez al año, según se lee en el catecismo:
1389 La Iglesia obliga a los fieles “a participar los domingos y días de fiesta en la divina liturgia” (cf OE 15) y a recibir al menos una vez al año la Eucaristía, si es posible en tiempo pascual (cf CIC can. 920), preparados por el sacramento de la Reconciliación. Pero la Iglesia recomienda vivamente a los fieles recibir la santa Eucaristía los domingos y los días de fiesta, o con más frecuencia aún, incluso todos los días.
Lamentablemente la noticia no admitía comentarios cuando iba a escribir sobre mi duda, pero hoy he pensado que usted quizá podría responderla. ¿Hay algo que estoy entendiendo mal? Si estoy en lo correcto, me parece grave que el mismo prefecto de la CDC haya cometido este desliz, y, peor aun, este deber de comulgar una vez al año añade peso al problema de los divorciados en nueva unión, y es algo que no he visto tratar en los artículos que he leído que abordan este tema.
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Estimado lector:
Muy buena pregunta.
Para entender bien las declaraciones del cardenal, conviene conocer el trasfondo teológico de las mismas. En este caso, está hablando contra una serie de “teólogos” y “liturgistas” que, durante las últimas décadas, han extendido la idea falsa de que no sirve de nada ir a Misa si no se comulga (con frases tan simplistas como “no tiene sentido ir a un banquete y no comer"). Esos teólogos olvidan que la Misa no es sólo un banquete, sino también Pascua (es decir, paso del Señor), acción de gracias (Eucaristía, en griego), liturgia del pueblo santo de Dios, celebración (especialmente el domingo, día del Señor), proclamación de la Palabra viva y eficaz y, sobre todo, memorial del Sacrificio de Cristo con su muerte y su resurrección (que se hacen presentes de nuevo sacramentalmente) (cf. Catecismo de la Iglesia Católica 1328-1332. 1334 y passim).
Si bien la postura de esos teólogos es absurda y contraria a la Tradición de la Iglesia, se ha extendido mucho y se ha popularizado entre la gente corriente. Unida a la pérdida del sentido del pecado y al antropocentrismo de nuestras liturgias, esta visión de lo que es la Eucaristía ha hecho que prácticamente todo el mundo comulgue en las Misas, a pesar de que está claro que muchos no deberían hacerlo porque no están preparados debidamente para ello.
Es muy importante que re-descubramos todo lo que nos estamos perdiendo al reducir la Misa al hecho de comulgar, porque, como decíamos, la Misa es mucho más que la comunión. Como en la primera Pascua en Egipto, pero de forma mucho más maravillosa, el Señor pasa entre nosotros para salvarnos. Como en el monte Moria, el hijo es llevado al sacrificio, pero en este caso es Dios quien sacrifica a su Hijo para rescatar al esclavo. La Palabra de Dios, que creó el mundo, se pronuncia con poder sobre nosotros, para re-crearnos a imagen de Cristo. La Iglesia nos explica las escrituras, como el mismo Jesús en el camino de Emaús, y hace que arda nuestro corazón. Acudir al calvario con la Virgen y a la tumba vacía con las mujeres. El mundo entero, cielos y tierra, se unen en una liturgia de alabanza al tres veces Santo. Podríamos seguir todo el día hablando de lo que es la Eucaristía. Comulgar es una maravilla asombrosa, pero no es ni mucho menos la única que Dios nos prepara en la Misa.
Además, el cardenal habla de esto en relación con los divorciados en una nueva unión porque los partidarios del “divorcio católico” intentan presentar el hecho de que esas personas no puedan comulgar como una “discriminación” injusta contra ellos, como si se les privase de algo esencial. Mons. Müller, en cambio, presenta la enseñanza de la Iglesia, que les anima a participar en la Eucaristía para que escuchen la palabra de Dios, intenten unirse al sacrificio de Cristo en la Cruz para recibir sus frutos, pidan la gracia divina y, así, puedan convertirse, porque es lo que necesitan. En cambio, el cardenal Kasper y sus adláteres básicamente les dicen que no tienen que convertirse, que así están bien, que pueden comulgar tranquilos, lo que es una barbaridad descomunal y muestra una desesperanza existencial muy profunda, que niega la posibilidad de cambiar realmente de vida con ayuda de la gracia.
Así pues, teniendo en cuenta el contexto, se entiende que el cardenal no está hablando en contra del el mandamiento de la Iglesia de comulgar al menos una vez al año, sino que se refiere a cada Misa en particular, en la que no hay ninguna obligación de comulgar. Una Misa en la que, por cualquier razón, no se puede comulgar, sigue siendo una fuente de incontables gracias para un católico bien dispuesto.
En este sentido y en cuanto a la pregunta sobre la relación de los divorciados en una nueva unión y el precepto de comulgar una vez al año, debemos recordar que, en principio, el mandamiento de la Iglesia que vulneran estas personas no es ése. Los divorciados en una nueva unión incumplen el mandamiento paralelo, mucho más descuidado, de confesar los pecados mortales al menos una vez al año y si se va a comulgar. Aquí es donde está el verdadero problema, porque, por definición, en el caso de los divorciados que viven en una nueva unión hay una situación estable y pública de pecado grave (de adulterio o fornicación), sin propósito de la enmienda (ya que ese propósito implicaría necesariamente la ruptura de esa unión como tal). En ese caso, lo que no hacen y deberían hacer los implicados es confesarse, pero les falta el propósito firme de la enmienda, que es necesario para la confesión.
El cardenal Kasper y los demás partidarios del divorcio católico hablan mucho de la comunión, pero en realidad con ello intentan ocultar que es un problema de confesión. El Señor instituyó canales específicos de gracia, que son los sacramentos. Cada uno tiene su finalidad específica. No se acude al orden sacerdotal para hacerse cristiano, ni a la unción de enfermos para casarse. Del mismo modo, aquel que está en una situación de pecado grave debe acudir a la confesión y no a la comunión. La Iglesia no priva a nadie de la comunión, sino que es uno mismo quien se priva de ella, por no querer acudir antes a la confesión. Querer comulgar sin confesar antes los pecados graves es pretender que Dios se convierta a nosotros en lugar de convertirnos nosotros a él.
Conviene señalar que pueden existir casos concretos más complicados, en los que, por ejemplo, no haya subjetivamente pecado mortal por ignorancia (asombrosa, pero posible) de lo que manda la Iglesia. En esos casos, el interesado tampoco podría comulgar, porque “su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía” (Exhortación apostólica postsinodal, 1981, San Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 84). Sin embargo, con ello no estaría contraviniendo el mandamiento de la Iglesia de comulgar una vez al año, ya que ad impossibilia nemo tenetur. Es decir, un principio básico de la moral católica: nadie está obligado a hacer algo que es imposible. Es un caso similar al de una persona que está en una isla desierta y no puede comulgar. ¿Está vulnerando culpablemente el mandamiento de la Iglesia? No, porque comulgar es imposible para él.
En resumen, el card. Müller no hace más que recordarnos la sana doctrina católica: la enorme riqueza que tiene la Misa, contra algunas ideologías que la reducen, y la necesidad de la confesión y el propósito de la enmienda antes de comulgar, contra las propuestas recientes que buscan introducir el divorcio en la Iglesia. Dios le bendiga por ello.
33 comentarios
Ahora que hemos llegado a ese punto, vuelvo a plantear: ¿Tiene o no acceso a la confesión el divorciado vuelto a casar ? Si la respuesta es "no", su conversión es muy difícil, por no decir imposible. Significa que el que contrae segundas nupcias está irremisiblemente condenado al infierno, cosa que hasta ahora no se había declarado con absoluta certeza de nadie, mucho menos de un vivo. Pero claro, si así es, así es y no hay vuelta de hoja.
Si la respuesta es "sí", entonces la pregunta es "¿tiene alguna posibilidad, así y sea extremadamente remota, de recibir la absolución?" Si la respuesta es sí, aunque sólo uno de cada siete mil millones de penitentes tuviera posibilidad de ser absuelto, valdría la pena que todos se confesaran, y ESE penitente podría comulgar.
Entonces, la "polémica" se reduce a esto. Existe en el mundo un divorciado vuelto a casar que SÍ puede comulgar; o existen en el mundo varios millones de personas que, abandonando toda esperanza pueden tranquilamente dedicarse a asesinos a sueldo, pederastas, piratas o políticos, porque para ellos ya no hay salvación.
Eran los siglos en los que a los cristianos se les echaba de comida a los leones, se les quemaba en parrillas estando vivos, etc.
Porque la Misa es preferentemente Sacrificio. Y sólo después banquete.
Partes de una premisa falsa y a partir de ahí enhebrando enhebrando haces un tapiz surrealista.
TRANSCRIBO¿Tiene o no acceso a la confesión el divorciado vuelto a casar ? Si la respuesta es "no", su conversión es muy difícil, por no decir imposible. Significa que el que contrae segundas nupcias está irremisiblemente condenado al infierno.
Es que esto no es cierto. ¿Cómo que no tiene acceso a la confesión un divorciado amancebado? lo tiene igual que un asesino en serie, un cleptómano irredento o un onanista compulsivo. Tienen todo el acceso siempre que se arrepientan y se retiren de una situación estructural de pecado.
Pero es que sigues enhebrando falacias. Afirmas que habría que dejar que siete mil millones de amancebados pudiesen comulgar para que solo uno de ellos, el mas lerdo, que no se entera ni de que respira, y por eso no es culpable, pueda recibir la absolución.
Primero, es una salvajada permitir que siete mil millones se confiesen en falso para que uno lo haga bien. Tu contabilidad moral es surrealista.
Pero es que vamos a la contabilidad de la vida. ¿tu crees que hay siete mil millones de amancebados sufirendo por no poder comulgar? ¿en que mundo vives? A la inmensa mayoría de esos amancebados les importa un pimiento no ya comulgar sino ir a misa.
Cada uno de nosotros, es Iglesia, es Su Cuerpo, es Su Esposa.
Él es el desposorio y el Esposo a la vez.
¿Cómo va a ser su esposa infiel? Sí lo es, para poder comulgar con Él, para poder recibirle, debe arrepentirse sinceramente de su adulterio y renovar su fidelidad.
Esa es la Misericordia de Dios: Nosotros le somos infieles constantemente y Él perdona siempre nuestras infidelidades. Nos espera siempre a que volvamos Él.
Maravilloso Dios.
Hoy desde la jerarquía, hay hombres diafrazados, que se han puesto las vestimentas de apóstoles suyos. Esos disfrazados, esos actores, que lo son, quieren que Dios sea profanado, traicionado, abandonado y olvidado. Quieren que Su matrimonio viva en el adulterio. Quieren romper la Santidad de Su Amor representado en el Sagrado Misterio de la Santa Misa.
Él es el Amor. Él es Dios y esos disfrazados, esos usurpadores utilizan Su Misericordia para vilipendiarlo.
Confunde usted "comunión" con "confesión".
¿Vale la pena permitir que mil asesinos se confiesen para que uno solo de ellos se salve? Yo pienso que sí. Y créame, si yo fuera uno de ellos, haría la fila con mucho gusto.
Todo pecador, asesino, ladrón, adúltero...puede confesarse y su confesión es válida, si se arrepiente sinceramente del pecado confesado, y tiene el FIRME propósito de no volver a cometerlo.
Después debe cumplir la penitencia que le sea impuesta e intentar reparar con obras de amor y piedad el daño efectuado a Su Santo Corazón.
Pero no hay verdadero amor al otro si no es con Dios. Es a Dios a quién debemos amar primero. Y para eso hay que enamorarse de Él, de Quién es y de Cómo es.
Y a partir de Él, de ese amor a Dios, amar a los demás.
Siento haber tardado en llegar. A David Q., eso que pregunta se le ha explicado cuatro veces ya en este blog con todo lujo de detalles. En todas ellas, actuaba como si fuera la primera vez y sólo quisiera que se lo explicaran. Después, generalmente comienza a insultar, hasta que censuro sus comentarios. O no está bien de la cabeza o sólo quiere provocar. En cualquiera de los dos casos, no conviene repetir una quinta vez la misma conversación. Una oración por él y pasar a otra cosa.
En muchas cosas, nos traiciona el desconocimiento que tenemos de la Antigüedad. En los sacrificios de la mayoría de las culturas (es decir, que era un lugar común), los animales sacrificados se comían después en un banquete. Es decir, sacrificio y banquete estaban indisolublemente unidos en la mente de todos, de manera que no hacía falta ni decirlo. Había banquete porque antes había habido un sacrificio.
Se puede ver un indicio de esto en la prohibición que se hace a los cristianos en el Concilio de Jerusalén de comer carne sacrificada a los ídolos, porque participar en una comida con esa carne se entendía como participar en el mismo sacrificio a los ídolos.
"Cuando la Santa Misa se convierte en un mero banquete se deja de escuchar la Palabra atenta y humildemente. Quizá eso explique las extravagantes ideas que algunos tienen sobre el mensaje de Cristo"
Recuerdo una misa, en el colegio católico al que fui, en la que, en vez de lectura de la Palabra de Dios, se leyó un artículo de periódico. Y al terminar, el sacerdote dijo: "Palabra de hombre". Y todos respondieron: "Te alabamos, Señor". Así nos va.
Un colegio de la Salle. Como tantas otras congregaciones, los Hermanos de la Salle solían tener colegios estupendos y dar una muy buena formación religiosa. Ahora casi han desaparecido los hermanos, no hay nuevas vocaciones y la formación que se da es casi indistinguible de la de un colegio no religioso.
Lo que parece cierto es que ese banquete fraternal no debió durar mucho por las fuentes que tenemos, lo que significa que la asamblea litúrgica fue centrándose cada vez con mayor profundidad en el misterio de la Pascua cristiana, en el sacrificio e inmolación de Cristo.
Por eso, aunque en efecto el sacrificio lleva implícita la manducación de la víctima sacrificada, la peculiaridad a mi juicio del perfecto sacrificio de la Misa es ese: sólo contemplarlo con piedad tiene tanto valor como si estuviéramos estremecidos al pie de la cruz.
Y sólo eso separa radicalmente al Sacrificio de la Misa de los sacrificios antiguos. No comer la víctima inmolada en estos sacrificios era absurdo. No comer la Víctima en el Sacrificio cristiano no es algo extraño. Porque desde siempre, el acento se puso en el Sacrificio en sí mismo y en la fe de los que participaban en él. De ahí derivan infinitas gracias para el cristiano, aunque no comulgue.
Un mandato de Cristo es "no cometerás adulterio". Y el adúltero no vive según Cristo nos enseñó.
"Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Jn 14,15). Y "si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor". (15,10).
No da lo mismo guardar o quebrantar los mandamientos de Cristo.
Allí donde se permite la presencia de Dios en un matrimonio, es imposible que uno de los dos caiga en el lazo de Satanás que lo encamina al divorcio.
Los divorciados se mueven por la lujuria, no por la caridad conyugal ni respeto al cuerpo como tempo de Dios, no por el amor a su cónyuge. Yo veo como una confirmación al rechazo del amor de Dios, cuando confirma su maldad, el adúltero en su siguiente matrimonio. Donde hay lujuria; impurezas... no hay amor sino muerte del alma.
Es muy importante considerar lo que Jesucristo nos ha dicho, en lo comentado por el Padre José María Iraburu aquí arriba.
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14,15). Y «si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor». (15,10).
En realidad, como se indica en el Catecismo de la Iglesia Católica 1322-1332, citado más arriba, Eucaristía es uno de los muchos nombres con los que se denomina a la Misa, al igual que Santo Sacrificio, Divina Liturgia, Fracción del Pan, etc.
Nada hay de malo en que una parte fundamental de la Misa dé nombre al todo. De hecho, el nombre de Fracción del Pan, en que aún es más exagerada esta forma de proceder, ya que estrictamente hablando sólo es el nombre de uno de los cientos de ritos de la Misa, es bíblico e inspirado por el Espíritu Santo (al igual que el de "eucaristía"), así que difícilmente podemos ponerle peros.
La liturgia está llena de cosas así, pues al no ser producto de la planificación humana, sino de la inspiración de Dios y de la Tradición de la Iglesia, contiene multitud de niveles de sentido, riquezas dentro de otras riquezas, paradojas, enigmas y, en general, Misterios inefables.
Coincido, sin embargo, en que conviene recordar todas y cada una de las partes de la Misa, porque todas ellas tienen tesoros de gracia para nosotros.
Saludos.
Para hacer una buena comunión son necesarias tres cosas: 1) Estar en gracia de Dios; 2) estar en ayunas con la debida anticipación; 3) saber a quién se va a recibir y acercarse a comulgar con devoción.
Estar en gracia de Dios quiere decir NO TENER PECADO MORTAL.
QUIEN ESTÁ EN PECADO MORTAL SE HA DE DISPONER PARA COMULGAR HACIENDO UNA BUENA CONFESIÓN, pues no basta hacer un acto de contrición perfecta. Quien va a comulgar sabiendo que está en pecado mortal comete un GRAVE SACRILEGIO.
CONDICIONES PARA HACER UNA BUENA CONFESIÓN
Para hacer una buena confesión son necesarias cinco cosas: 1) examen de conciencia; 2) dolor de los pecados; 3) propósito de enmienda; 4) confesar al sacerdote los pecados; 5) cumplir la penitencia impuesta por el confesor.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Examen de conciencia es procurar con diligencia acordarse de los pecados cometidos desde la última confesión bien hecha.
El examen de conciencia se hace pidiendo primero luz a Dios para conocer los pecados cometidos y pensando en los mandamientos de la ley de Dios y de la Iglesia y las obligaciones del propio estado.En el examen hay que averiguar también el número de los pecados MORTALES.
DOLOR DE LOS PECADOS
Tener dolor de los pecados quiere decir arrepentirse de haberlos cometido. El dolor de los pecados se ha de tener antes que el confesor absuelva al penitente. El dolor de los pecados puede ser de dos maneras: a) perfecto o contrición y b) imperfecto o atrición.
El dolor perfecto o contrición es un pesar de haber ofendido a Dios por ser quien es, es decir, por ser infinitamente bueno y digno de ser amado sobre todas las cosas, con propósito de confesarse.
El dolor imperfecto o atrición es un pesar de haber ofendido a Dios o por temor de los castigos o por la fealdad del pecado.
Para hacer una buena confesión basta el dolor imperfecto o atrición; pero el que se confiesa debe procurar tener dolor perfecto o contrición por ser mejor y más seguro. El dolor perfecto o contrición nace del amor filial a Dios nuestro Señor.
PROPÓSITO DE ENMIENDA
El propósito de enmienda es una firme resolución de nunca jamás ofender a Dios.
Para estimularse a formar dolor y verdadero propósito de enmienda será conveniente antes de acercarse al confesor pedir al Señor su ayuda, meditar por unos instantes en los beneficios que el Señor nos ha hecho, pensar en su Pasión y muerte y decir con fervor el acto de contrición.
CONFESAR AL SACERDOTE LOS PECADOS
Hay obligación de confesar los pecados mortales, diciendo su número y las circunstancias que cambian la especie o que cambian el pecado venial en pecado mortal.
Si hubiese algún pecado mortal no confesado POR OLVIDO en las anteriores confesiones hay la obligación grave de confesarlo.
El que calla, POR VERGÜENZA, algún pecado mortal se confiesa mal y COMETE UN GRAVE SACRILEGIO, y queda además con la obligación de volver a confesar los pecados que confesó y no confesó y el sacrilegio o sacrilegios cometidos.
Aunque no estamos obligados a confesar los pecados veniales, es bueno y provechoso.
Y ya que ejemplificas un destacado caso de discrepancia transcriptiva (acaso de interpolación), yo no hay domingo que no se me pasen por la cabeza el "pro multis", el "bonae voluntatis", el "debita nostra/debitoribus nostris", el "Deus Sabaoth"... y bueno... y éstas sin ni siquiera salir de misa ni abrir libro alguno (!)
Yo no he estudiado la cuestión pero sí me la he documentado bastante, principalmente por relación con un sacerdote que con estas cuestiones mantenía ya verdadera obsesión.
No es tan sencillo como que "todas son defendibles", Joaquín. No es lo mismo que Jesucristo derramase su Preciosísima Sangre "por muchos" que "por todos". No es lo mismo que tengan paz en la Tierra los hombres "que ama el Señor" (que supuestamente serían todos los que Él mismo ha creado) que sólo los de "buena voluntad" (que no son digamos muchos). Y el "Dios de los ejércitos"... pues depende de qué ejércitos, no son lo mismo las "milicias celestiales" que la Guardia Suiza, la Liga Santa o el Alzamiento Nacional.
Todo es traducción, TODO. Textos, CONTEXTOS, metáforas, sugerencias, sentencias...
Por el motivo que ud. dice, la Iglesia da SUMA IMPORTANCIA a la recepción y explicación de los conceptos a lo largo de su historia: si una gran cantidad de Padres, Santos, Magisterio.... da a "Deus Sabaoth" la traducción y aplicación de "Dios de los Ejércitos", en la liturgia, predicación, instrucción... a lo largo de su milenaria historia, pero mañana apareciera enterrada en Siria la primer edición del " Diccionario arameo/latín para la redacción de Evangelios", escrito y firmado por San Pedro Apostol (si, es una exageración didáctica) en cuya voz "Sabaoth" se explicara que se quiere referir a las amapolas (otra exageración didáctica)... pues no anularía la tradición de la Iglesia; sería un elemento exegético más, pero no por ello más importante que un sermón de S. Bernardo, por decir alguien.
Cristo crucificado se hace presente de nuevo y el sacerdote ofrece eso al Padre.
Comulgar después o no comulgar, no cambia para nada lo fundamental de la Misa.
Como nadie parece conocer bien ya estas verdades, sino que se les entrena en lo "comunitario" del banquete , de ahí el espíritu de "yo también quiero comulgar".
Durante siglos se celebraba la Santa Misa y la gente no comulgaba, porque nadie dudaba que el valor de la Misa estaba ante todo en el sacrificio que el sacerdote ofrecía sobre el altar, la Cruz de Cristo.
Ya saqué yo a colación, con el tema del pudor, la condena de la práctica del nudismo por Pablo VI, desconocía el hoy Beato lo que supone ir a la playa 40 años después sin que se hunda el mundo.
Aunque bueno, reconoce tú también que se hacían clandestinamente, y que en cada pueblo, o en el pueblo vecino, había su curandera o "sanadora" (u otras denominaciones) que los practicaba y ningún parroquiano incendiaba iracundo e indignado su chiringuito.
Las hijasdalgo, a Londres "a mejorar el inglés".
Y sí, había curanderas que practicaban abortos. Que estaban muy mal vistas y cuando las pillaban, las castigaban severamente. Que se lo digan a Celestina si no.
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