Una monja adopta un hijo
Hablábamos ayer del proyecto de un blog norteamericano de adoptar virtualmente a “sacerdotisas” para rezar por ellas. Algún lector comentó la posibilidad de adoptar a las energúmenas que irrumpieron hace poco en una Misa y se desnudaron como “acto de protesta”. Otros pensaron en adoptar a los japoneses que están sufriendo lo del tsunami y rezar por ellos. Hasta hubo (horresco referens) quien sugirió adoptar a Luis.
Todo esto me ha animado a traer al blog un relato estupendo que hace Santa Teresa de Lisieux sobre algo que sucedió cuando aún era una niña. Es una de esas historias que deberíamos contar a nuestros hijos, porque se graban en la imaginación para toda la vida. En ella, Santa Teresita cuenta con gran sencillez la historia de su “primer hijo". Quien la conozca, disfrutará releyéndola y quien no la conozca creo que se alegrará de haber pasado hoy por este blog.
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“Oí hablar de un gran criminal que acababa de ser condenado a muerte por unos crímenes horribles. Todo hacía pensar que moriría impenitente. Yo quise evitar a toda costa que cayese en el infierno, y para conseguirlo empleé todos los medios imaginables.
Sabiendo que por mí misma no podía nada, ofrecí a Dios todos los méritos infinitos de Nuestro Señor y los tesoros de la santa Iglesia; y por último, le pedí a Celina que encargase una Misa por mis intenciones, no atreviéndome a encargarla yo misma por miedo a verme obligada a confesar que era por Pranzini, el gran criminal.
Tampoco quería decírselo a Celina, pero me hizo tan tiernas y tan apremiantes preguntas, que acabé por confiarle mi secreto. Lejos de burlarse de mí, me pidió que la dejara ayudarme a convertir a mi pecador.
Yo acepté, agradecida, pues hubiese querido que todas las criaturas se unieran a mí para implorar gracia para el culpable.
En el fondo de mi corazón yo tenía la plena seguridad de que nuestros deseos serían escuchados. Pero para animarme a seguir rezando por los pecadores, le dije a Dios que estaba completamente segura de que perdonaría al pobre infeliz de Pranzini, y que lo creería aunque no se confesase ni diese muestra alguna de arrepentimiento, tanta confianza tenía en la misericordia infinita de Jesús; pero que, simplemente para mi consuelo, le pedía tan sólo «una señal» de arrepentimiento…
Mi oración fue escuchada al pie de la letra. A pesar de que papá nos había prohibido leer periódicos, no creí desobedecerle leyendo los pasajes que hablaban de Pranzini. Al día siguiente de su ejecución, cayó en mis manos el periódico «La Croix». Lo abrí apresuradamente, ¿y qué fue lo que vi…?
Las lágrimas traicionaron mi emoción y tuve que esconderme… Pranzini no se había confesado, había subido al cadalso, y se disponía a meter la cabeza en el lúgubre agujero, cuando de repente, tocado por una súbita inspiración, se volvió, cogió el crucifijo que le presentaba el sacerdote ¡y besó por tres veces sus llagas sagradas…! Después su alma voló a recibir la sentencia misericordiosa de Aquel que dijo que habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por los noventa y nueve
justos que no necesitan convertirse…
Había obtenido «la señal» pedida, y esta señal era la fiel reproducción de las gracias que Jesús me había concedido para inclinarme a rezar por los pecadores. ¿No se había despertado en mi corazón la sed de almas precisamente ante las llagas de Jesús, al ver gotear su sangre divina? Yo quería darles a beber esa sangre inmaculada que los purificaría de sus manchas, ¡¡¡y los labios de «mi primer hijo» fueron a posarse precisamente sobre esas llagas sagradas…!!! ¡Qué respuesta de inefable dulzura…!
A partir de esta gracia sin igual, mi deseo de salvar almas fue creciendo de día en día. Me parecía oír a Jesús decirme como a la Samaritana: «¡Dame de beber!»
Era un verdadero intercambio de amor: yo daba a las almas la sangre de Jesús, y a Jesús le ofrecía esas mismas almas refrescadas por su rocío divino. Así me parecía que aplacaba su sed. Y cuanto más le deba de beber, más crecía la sed de mi pobre alma, y esta sed ardiente que él me daba era la bebida más deliciosa de su amor…”
Santa Teresa de Lisieux, Historia de un Alma
60 comentarios
http://www.abandono.com/Abandono/Teresita/Teresita001.htm
A éste, lo salvó la pena de muerte. La debe de estar bendiciendo desde la eternidad.
¡Qué cosas dicen los santos, son de un "romanticismo bobalicón" intolerable, uf!.
La Iglesia sabe bien los capellanes que tiene.
La Iglesia desaconseja desde hace unos años la aplicación de la pena de muerte, a pesar de que defiende su legitimidad.
Es para pensarlo...
Antes pasé por el blog del Padre Iraburu, y viendo como están por allí los ánimos, se agradece la paz que deja esta historia en el alma. Eso si es Amor al prójimo.
Luis, reze por una de las payasas, en penitencia ;)
toto corde
Le propongo una cosa, usted reza por mí, y yo rezo por usted.....a menos que crea que mis oraciones no van a ser escuchadas por Dios Padre. Latín no se.
Que majete. luis, XD. Lo del circo, le podría contestar, pero ponerme a su nivel, es algo que estoy aprendiendo a no hacer. Saludos.
¿Ve que conmigo, Gabar, nolendo volens, se aprende?
Saludos,
Yo intento aprender de todo el mundo, si merece la pena.
".....a menos que crea que mis oraciones no van a ser escuchadas por Dios Padre. Latín no se".
A todo esto, lo que ha escrito Bruno, se va perdiendo con gansadas acéticas. Lo siento, de veras, porque me gustó mucho el artículo. (Lo que no sabía es que Don Luis tuviera tan malas pulgas. De haberlo sabido, ni pruebo, perdone ud la deriva, Bruno)
Saludos.
[...]
Me temo que el Estado moderno sólo cuenta con éstos últimos.
Es significativo que tanto esta Santa como la Madre Teresa de Calcuta oyeran las palabras de Jesús diciendo que tenía sed de almas y ellas se lanzaron a aplacar esa sed del Señor.
Tal vez si nosotros ponemos un poco la oreja en la oración, oiremos lo mismo y le acerquemos a alguien con nuestras oraciones y sacrificios.
Como dice el santico de fray Juan: un poco de esta nuda plegaria hace más por la Iglesia que todas las obras apostólicas juntas. No dice: también ellas (las monjas, los contemplativos) aportan lo suyo, su granito de arena. No, no: hace más una sola de estas ánimas, que todo el aparato de la propaganda fidei.
¿Conoce Vd. la vida de "la monja",como para calificarla de "chota"?.¿Sabe algo de cristianismo?.
Es una cuestión suya, dude que le guste que le tache de inepto, de estulto o de indocumentado, cosa que se puede deducir de su indocumentado comentario.
No obstante, considere que el apoyo de la pena de muerte de los comentaristas que aquí se han expresado no es, ni mucho menos, la postura oficial de la Iglesia que dice así:
La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas.
Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana.
Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo «suceden muy [...] rara vez [...], si es que ya en realidad se san algunos»
Es decir, que la pena de muerte es irrevocable,y, conocemos en estos últimos años, errores judiciales que han podido ser reparados por los pelos.
También conocerá la intercesión frecuente los Papas a las autoridades, para conmutar la pena de muerte, desgraciadamente con escasos resultados.
En el caso que nos ocupa la preocupación de Theresita era apostólica, ya que no tenía la menor posibilidad de influir religiosamente, jugó la partida a la carta más difícil y ganó, ¿eso le fastidia?.
Le dejo el enlace, por si quiere documentarse:
http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c2a5_sp.html
Me han contado ( no sé si es verdad) que la guerrilla colombiana suele colgar el Rosario del fusil para tener mejor puntería.
Las (malas)enseñanzas de Camilo Torres (sacerdote) permanecen en el tiempo.
Recemos también por todos aquellos que cuando les tiendes la mano te la intentan devorar para justificarse que llevaban razón cuando les golpeabas por intentar devorarla. De éstos, hay legión. En esos casos de falso arrepentimiento (no existe el arrepentimiento "a medias"), yo muestro un cansancio profundo. Lamento no tener la fe que mueve montañas de la santa.
Otra cosa, la doctrina católica dice o no que si alguien se arrepiente de forma absolutamente sincera y pide perdón a Dios en su último suspiro por sus pecados esto les serán perdonados, por muy graves que sean ?. No es esto una especie de cheque en blanco ?.
Así que Santa Teresita tuvo su San Dimas, porque su oración era, como la del Señor y la de sus elegidos, infalible.
Pero insisto: en tiempos disolventes como los que nos tocan, tal vez sea un estímulo lícito para muchachas y muchachos que han renunciado a la “Gran Misión” para asumir esta deslucida tarea de Agentes Secretos en Misión Imposible por rescatar al rehén de las fauces del enemigo...
Lo de la pena de muerte es fijarse en el color de las servilletas, cuando uno tiene delante una suculenta pata de cordero asado, pero, ya lo dijo Joselito El gallo, torero sentencioso, " Hay gente pa tó".
Al contrario de lo que dice Norberto, todo este magnífico episodio de Santa Teresita, incluso el tema de la pena de muerte, parece la reverberación de San Dimas, con el "hoy estarás conmigo en el Paraíso".
En Ezequiel 18, 3-ss, se puede leer:
Yo os juzgaré, pues, a cada uno según su proceder, casa de Israel, oráculo del Señor Yahveh. Convertíos y apartaos de todos vuestros crímenes; no haya para vosotros más ocasión de culpa.
Descargaos de todos los crímenes que habéis cometido contra mí, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel?
Yo no me complazco en la muerte de nadie, sea quien fuere, oráculo del Señor Yahveh. Convertíos y vivid.
Lo de San Dimas fue distinto, pues hizo un sobrenatural acto de fe y fue testigo del Señor.
Aunque, sospecho, esto sea compatible con el luísico planteo. No huelga aclarar (con Bloy) que Dimas se salva no por su muerte en cruz sino por la Cruz contigua, en que la Vida mata su muerte.
De hecho, se está acelerando el proceso de canonización de un condenado a muerte, Joaquín Fesch, ladrón y homicida que se convierte en la cárcel y asume su pena de muerte como una expiación. Si no se tiene a mano esta doctrina, como ocurre con los progres o neocones del posconcilio resulta incomprensible este proceso de canonización.
Ahora encontré la cita en el capítulo XXVI, tomo IV del "Iota Unum" de Romano Amerio, pero no está claro de dónde la saca el insigne suizo, porque se remite a un lexicon o Index de la Summa del año 1926. De todos modos, recomiendo todo el capìtulo sobre la pena de muerte, donde se explica esta variación doctrinal posconciliar, pongo el link abajo, lean a partir de la página 394.
La cita de santo Tomás:
"La muerte que se inflige como pena por los delitos realizados, borra totalmente la pena debida por ellos en la otra vida, o por lo menos parte de la pena en proporciòn a la culpa, el padecimiento o la contrición. La muerte natural, en cambio, no lo hace"
http://www.disc.ua.es/~gil/iota.pdf
Entiendo que Sto. Tomás ni siquiera asegura que el reo se libre del infierno por otras culpas diferentes a las que le valieron la condena a muerte. Lo que sí asegura es que por estas culpas (las que le costaron la vida) no padecerá purgatorio, supuesto que se salve.
Y es muy impresionante su frase final:"La muerte natural, en cambio, no lo hace." (no redime esos pecados).
Quienes combaten la pena de muerte y se dicen católicos, deberían al menos explicar a título de qué defienden un procedimiento que aleja a los condenados de esta posibilidad de expiación.
Me parece.
Lo que la hace expiatoria es la contricción, suscitada por la gracia, y la aceptación de dicha pena como expiación. Por supuesto que si hay contricción, es de todos los pecados mortales que se han cometido.
Ambos sufren la pena justamente, ambos la aceptan como expiación, ambos escuchan la palabra de Cristo: hoy estarás conmigo en el Paraíso.
No veo diferencias entre la accion de Cristo desde la Cruz y la acción sacramental de la Iglesia, que no es más que Cristo expandido a lo largo de la Historia.
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A mí me parece que aquí está claro, Luis.
Para que sea como dices, Santo Tomás podría haber escrito, por ejemplo:
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"La muerte que se inflige como pena por los delitos realizados, borra totalmente la pena debida por todos sus pecados en la otra vida. La muerte natural, en cambio, no lo hace"
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Lo cual es evidentemente diferente.
Insisto que el poder sacramental de la Iglesia no es inferior al de Cristo. y que lo que hizo Cristo desde la Cruz, lo hace con el mismo poder la Iglesia, o mejor, ese Cristo expandido que llamamos Iglesia.
Me parece un exceso.
bueno, parece bastante, ¿no? ni más ni menos que lo que hizo San Dimas, acompañado de un acto de fe.
En el blog ex orbe su genial autor (lástima de pérdida que tuvo Infocatolica cuando lo echaron de aquí) se agravia de que pretenda canonizar al homicida de un homicida. Y es cierto, con la exangue doctrina posconciliar suena feo, pero cómo cambia la cosa si la vemos a la luz de San Dimas y de la doctrina tradicional.
La discusión en ex orbe:
http://exorbe.blogspot.com/2011/02/que-esta-pasando-con-los-santos.html
Hay un texto litúrgico antiguo (que dudo tenga tiempo de hallar), previsto para la recomendación del alma del reo, en que la Iglesia, en nombre de su Cabeza, le promete el Paraíso. Voy a fijarme si evita el "hodie" del texto evangélico...
Volviendo a la entrada de Bruno, valga acotar que la santa dio su "misión" por bien cumplida ante el solo beso del reo al crucifijo.-
Bueno, aquí podemos suponer una iluminación de Teresita que le permitió profetizar la salvación del reo. A una santa, con ese signo le basta, no va a pedirle pruebas adicionales al Espíritu Santo.
La imprecisión de "...al menos una parte", como si la gloria fuera divisible en parcelas, produce rechazo.
La adjudicación al juez, que sentencia a muerte, no digamos en aquellos países con jurado,de la potestas que solo Dios tiene, es algo que produce desconcierto, lo diga quien lo diga, porque el Juez Supremo, en fin Vds. saben quien es.
Theresita desconocía la cita, solo tenía celo apostólico y una confianza ilimitada en el Padre, de tal modo que obtuvo la conversión de Pranzini.
Por cierto Bruno, lo de "adopción", como truco es admisible pero le hace un flaco favor a Theresita, pues no era ese su leitmotiv.
En cuanto a la legitimidad de Pilatos y de sus sentencias, y de las sentencias de todos los jueces y jurados, vid. la respuesta de Cristo a dicho magistrado: "Tú no tendrías poder sobre Mí si no te hubiera sido dado de lo Alto". Así que es Dios mismo el que adjudica origen divino a la potestas de Pilatos.
Y lo de Teresita se inscribe en una vieja tradición que arranca de Santa Catalina. Lee a Amerio.
Es Santa Teresa, no yo, la que dice lo de "mi primer hijo". Si ella consideraba que lo había adoptado como hijo, ¿quién soy yo para decirle cuál tenía que ser su leitmotiv?
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