Una afirmación extraordinaria exige pruebas extraordinarias
Comentando acerca de la conversión de Jeff Miller, de ateo a católico, un visitante señala:
Ante una afirmación extraordinaria, debe haber evidencia extraordinaria.
Parece razonable ¿no? Como decir “ante una pregunta en español, debe haber una respuesta en español".
Sin embargo, la cuestión no es tan simple, pues, de partida, no es claro que la existencia de Dios sea un hecho extraordinario. Después de todo, la gran mayoría de la humanidad ha sostenido que existe un principio espiritual al que ha llamado “Dios", y desde ese punto de vista, lo extraordinario, lo que no ocurre habitualmente, es negar su existencia. Según este aforismo, debería ser la minoría ateos quienes ofrezcan pruebas para sostener lo contrario a aquello que para todos los demás es tan evidente.
Por ejemplo, si todos sabemos que Colón llegó a América en 1492, y alguien quiere convencernos de la afirmación extraordinaria de que en realidad lo hizo al año siguiente, parece razonable que él sea quien ofrezca sus pruebas contra el saber común, y no que toda la sociedad se dedique primero a demostrar en qué año se descubrió el nuevo mundo.
Con esto quiero decir que no es tan fácil calificar un hecho como extraordinario como puede parecer a primera vista. Lo extraordinario para uno, puede no serlo para otros. La afirmación “Dios existe” no es, desde mi perspectiva, un hecho extraordinario, porque no puedo imaginar cómo podrían existir los seres contingentes sin un ser necesario. Y no es un tema nuevo para mí, pues en muchas oportunidades he conversado con ateos al respecto, y la conclusión más habitual es “puede que ese principio exista, pero ciertamente que no es el dios cristiano".