Martini, Scotti, y la "Iglesia progresista"
Uno tiene el defecto de haber vivido en Italia cinco años, y en una Archidiócesis bastante peculiar como es la de Milán, con rito propio (adecuadamente ‘novusordizado’), y con un entonces reinante Cardenal Carlo María Martini.
Entonces Internet estaba en pañales, y un Germinans ambrosiano no habría podido darse, pero la Divina Providencia quiso que mi familia y yo no viviésemos lejos de la Basílica Dominica de Santa María Delle Grazie, donde se celebra el Rito Romano. Quien sabe si aquello, y la inconmensurable prédica de Don Giuseppe Paparone, OP, me mantuvo fuera de la “Iglesia progresista” que, con la perspectiva que dan los años, se labraba en tierras milanesas.
Y es que no es difícil pensar que el Cardenal Martini que entra al Cónclave de 2005 es el mismo que sale de él, con la diferencia sutil pero importante que sale con un rebote mayúsculo. Quizás no por no haber sido elegido Papa, sino porque quien han elegido sus hermanos cardenales representa la “ortodoxia” en terminos catoli-progres.
Nuevo libro, nuevas declaraciones y reacciones en Italia
El pasado 21 de mayo, El Cardenal presentaba su próximo libro, que ha escrito a modo de diálogo con el Padre Luigi Verzè. Entre las palabras del Cardenal jesuita, una alocución a los los divorciados:
“che ci sono moltissime persone nella Chiesa che soffrono perché si sentono emarginate e che bisognerebbe pensare anche a loro. E mi riferisco, in particolare, ai divorziati risposati. Non a tutti, perché non dobbiamo favorire la leggerezza e la superficialità, ma promuovere la fedeltà e la perseveranza.”
“Hay muchas personas en la Iglesia que sufren porque se sienten marginadas, y en las que habría que pensar. Me refiero, particularmente, a los divorciados que se han vuelto a casar. No a todos, porque no debemos favorecer la ligereza y la superficialidad, pero promover la fe y la perseverancia".
Puedo entender el sentimiento caritativo que significa el buscar una Iglesia inclusiva, que busca la evangelización de los pueblos y la salvación de todas las almas, pero el propio Cardenal entraría en contradicción si pretendiese que un divorciado vuelto a casar comulgase, al mismo tiempo que se quiere promover la fe y la perseverancia.
La prueba de ello es una carta al matutino italiano Corriere della Sera en la que el presentador de televisión Gerry Scotti, divorciado y vuelto a casar, expone:
“(…)l’apertura nei confronti dei divorziati auspicata dal cardinale Martini mi sembra fondamentale. Arrivare a questo è un traguardo fino a pochi anni fa inimmaginabile.”
“La apertura respecto a los divorciados auspiciada por el Cardenal Martini me parece fundamental. Llegar a esa meta hasta hace años inimaginable…".
Lo primero que hay que decir al señor Scotti es que, al no haber pasado por la vicaría en su primer matrimonio, aunque tenga hijos, la Iglesia no lo reconoce como casado. Y eso es muy importante: aunque él lo crea, no es un divorciado vuelto a casar. Como mucho, alguien que ha vivido en pecado con una mujer, y de eso tiene que dar cuenta a su conciencia y a Dios. Nada más.
La manipulación que se hace del testimonio personal del señor Scotti es burda y, en el peor de los casos, malintencionada. Una verdadera pena. Sobre todo porque siempre queda la sospecha que, detrás de unas declaraciones que no salen de la tónica habitual del Cardenal Martini, hay mucho interés, por parte de terceros, de atacar la doctrina desde los cimientos.
Cierto es que se necesita desarrollar una pastoral hacia ese sector de los católicos, pero, como el mismo Martini dice, acorde a que no se machaque la doctrina. Si uno pasa por la vicaría para que “quede bonito", y al rato se cansa del otro es que no estaba, ni mucho menos, preparado para el matrimonio. Y ahí falla la pastoral matrimonial, sí, pero los novios antes que nadie.
Cuestión de fondo
El debate no está en el divorciado, que es la víctima de una costumbre social que ha sido consagrar un matrimonio que no tenía que haberse producido. A veces contraviniendo la libertad de los cónyuges (oponiéndose a lo dictaminado por un concilio tan antiguo como el de Trento), y a veces, sencillamente, por irresponsabilidad.
El problema es quien, habiéndose casado por la Iglesia, no pide anulación, y encima vuelve a casarse. En el mejor de los casos, esa persona se pone el sacramento (y a Dios) por montera, sacrificando lo sagrado por un sentimiento de felicidad.
Para terminar, les recomiendo que lean la página 12 del Semanario Alba que sale hoy. Miguel Ortega borda una cuestión fundamental: evitar una separación.
7 comentarios
La frivolidad y banalidad respecto de, casi, todo lo trascendente en la sociedad actual es público y notorio;lo que no encaja es que la Jerarquía,explícitamente,ordene que no se escape nadie de un sacramento.Aunque algún sacerdote quiera ser congruente,siempre estará la parroquia,más o menos próxima,para "tragar" y aceptar con tal que...
El ser humano tiende a justificarse,es débil y la Iglesia pues actúa de modo "sentimentaloide" desfigurando los sacramentos,empezando por los de iniciación.
No sólo falla la pastoral matrimonial. Falla la pastoral catequética a todos sus niveles. Y falla, también, la claridad doctrinal de los pastores.
Así, no es de extrañar el caos reinante. Porque lo que reina no es simplemente un desastre.
Es un caos.
Y se trata de un caos evidente. Evidente excepto si sufrimos de una fase muy avanzada de glaucoma espiritual que sólo nos permite ver a esas personas y comunidades que, a pesar del caos reinante, todavía son fieles.
Subámonos con el Magistral a la Catedral de Vetusta como metonimia de todas las iglesias y catedrales de la cristiandad. Contemplemos, no ya el ascenso de las hojas secas impulsadas por el viento otoñal, sino el desaguisado turístico-newage-kitch en el que se ha transformado no sólo el entorno de muchas catedrales, sino las vidas de los fieles que -todavía- acuden a ellas y a muchas otras iglesias no sólo de España sino del mundo entero.
Si no tenemos una perspectiva correcta es posible que acabemos intentando no matar moscas a cañonazos sino combatir los cañonazos con matamoscas.
Sería chistoso si no fuera porque se trata de un asunto de vida o muerte. De vida o muerte espiritual.
Porque de eso se trata ¿no?
Tratémonos de ese glaucoma antes de que degenere en una ceguera espiritual definitiva. Imploremos a Cristo "Ut videam, Domine" (Mc. 10:46).
Y, cuando veamos, actuemos en consecuencia mostrando el Magisterio de la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica, tal cual es.
ADVENIAT REGNVM TVVM.
el padre Baunio...concluye: que siempre que los pecadores reinciden muy menudo, sin que se vea en ellos alguna enmienda, se presentan ante el confesor y le dicen que tienen dolor de lo pasado y propósito de lo venidero, lo debe creer aunque se pueda presumir que tales resoluciones no pasan de sus labios. Y aunque después caigan en las mismas faltas con mayor libertad y exceso, se les puede sin embargo dar la absolución...
...un confesor puede y debe absolver a una mujer que tiene en su casa un hombre con quien peca muchas veces, si no puede honestamente echarle, o si tiene alguna razón para dejare en casa...como proponga no volver a pecar con él...
¿No suenan similares a las palabras del Cardenal Martini?
- El primero, doctrinal. No se explica nada del matrimonio en las homilías. Entiendo que el cura no está casados con una mujer, pero los curas saben mucho del matrimonio, por que están casados con Dios y con la Iglesia, es decir, místicamente sí están casados.
Igual alguno me dice que en su parroquia sí se habla de eso, yo he ido a Misa en más de 60 parroquias diferentes en mi vida, tanto en viajes como en varias ciudades de España, y no recuerdo una sola homilía que tratase de este tema vital.
- El segundo, sacramental. El sacramento del matrimonio es el más despreciado junto con el de la comunión. Seamos sinceros, casi todos los que se casan en nuestras parroquias y los que mandan a sus hijos a hacer la comunión no están más que cumpliendo con una costumbre social, muy bonita pero también con nula capacidad de conversión. No se exige ningún tipo de respuesta "personal" de parte del chaval que hace la primera comunión ni de la pareja que se casa. Muchas veces incluso dicen al cura que "vamos a hacer la confirmación para casarnos, pero no pensamos ir a Misa ni nada de eso" y el cura pasa por el aro. Deberíamos dar más importancia a nuestros sacramentos, sin caer en el otro extremo de pensar que nadie está capacitado para recibirlos a no se que oiga un coro de ángeles.
- De obediencia. Muchos curas andan por libre y no obedecen al Obispo. Si yo estoy en una empresa y no hago caso a mi jefe, me echan. Pues igual para los curas, que no sean unos privilegiados. Tienen derechos pero sobretodo obligaciones, y a nadie le obigan a ser cura. Si su sueldo va a venir de la Iglesia, que también obedezca a la Iglesia que le da el sueldo, ¿no? A mí me parece de sentido común.
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