Greg Burke: la oportunidad de plantear una comunicación efectiva de la Iglesia

Hemos defendido desde este pequeño rincón de Internet que el Padre Lombardi tenía que haber renunciado, incluso cuando reinaba Benedicto XVI. No niego la capacidad del jesuita pero cuestiono los resultados: antes y ahora la comunicación estaba en manos de quien no podía llegar a los medios. Eso ha quedado aún más en evidencia en el pontificado de Francisco.

Desde luego la tarea era titánica. La comunicación de un Papa. Y el listón estaba altísimo. Juan Pablo II había sido vilipendiado, repudiado por los progresaurios eclesiales, que -como le pasó a Francisco- quisieron entrever un cambio radical en el primer Papa polaco. Buen chasco se llevaron, pero ahí estaba un periodista de pies a cabeza, Navarro-Valls, poniendo los puntos sobre las íes, modernizando la Sala Stampa, y acercando con sencillez a una persona que tampoco se puso nunca en un pedestal a sí misma. En comparación (subjetiva, al menos) Benedicto XVI tenía otro estilo, y el cambio de persona en la comunicación no ayudó a mostrarle más cercano.

Me duele decir que el anterior Papa tuvo ciertamente poco atino en sus colaboradores.

Pero la culpa no es solo del mensajero. La tarea era de una dificultad inenarrable, y no se podía prever. Ni siquiera el infame Vatileaks, que fue un golazo a la escuadra de comunicación y la Secretaría de Estado vaticano era previsible. El demonio puso toda la carne en el asador hasta que consiguió derrotar humanamente a un hombre exhausto.

E inexplicablemente, Lombardi no renunción con él.

Sin duda tuvo sus grandes éxitos. Que un Papa tenga Twitter es uno de ellos, vaya, pero es mi impresión que nunca llegó a conectar con ninguno de los dos pontífices a los que ha servido. Y en el caso de Benedicto, no pudo hacer frente a los ataques externos, mientras que en el de Francisco no ha encauzado lo dicho por el Papa a lo que realmente importaba, y el mundo se puso a rebuscar hasta encontrar lo estridente.

Y nosotros aguantando. 

El reto de Raymond, perdón Greg Burke es muy grande, porque el Santo padre es evidentemente muy libre de decir lo que piensa, pero tiene que entender que los enemigos de la fe (que están ahí tanto o más que cuando reinaba Benedicto), van a aprovechar para liar a los fieles a la primera cosa ambigua que diga. 

Un poco como en la genial película El Discurso del Rey, tenemos a un monarca “tartamudo” que precisa de su particular “logópeda” para comunicar no solo de manera efectiva, sino que además elimine el ruido que se intentará generar en torno a lo que diga. 

Y creo que Burke es esa persona. 

En primer lugar, tiene experiencia dilatada en medios. Agencias, que no es precisamente una capilla, donde se curtió en una profesión que no era la suya (la de Navarro-Valls, inicialmente, tampoco, pues era médico). De ahí a la Fox y al Vaticano. Una carrera más que loable. 

Así que le deseo la mejor de las suertes. En su equipo ya tiene a Paloma García Ovejero, por lo que sinceramente creo que se está aportando fuerte por la profesionalización laica de la prensa vaticana. Valor, y al toro.

+Pax et bonum+

Miguel Vinuesa