Fariseo
Me hiela la sangre cada vez que oigo esa palabra. Ese grupo del judaísmo contemporáneo de Cristo que se tenían por sabios, maestros de la ley y que al final ni chicha ni limoná, pero controlaban los resortes de poder, y todo era el gesto exterior para ellos. Pero mucho más me hiela cuando me lo llaman. “Fariseo”.Y cuando quien lo hace es una persona muy querida, el dolor no tiene nombre.
Lo peor es que esa persona me conoce bien y no anda exenta de razón, de manera que es cierto que a veces me cuesta trascender el gesto y llegar a lo verdaderamente inmaterial. Mi aprecio por la liturgia y lo mucho que significa cada gesto, amén de mi costumbre y apego por la forma extraordinaria, no me ponen en mucho mejor lugar a sus ojos. Sin duda, hay que replantearse muchas cosas en la vida, pero cuando te llaman eso puedes hacer dos cosas: envolverte de orgullo, limpiarte las sandalias y seguir por el mismo camino a la perdición, o hacer un alto y reflexionar qué es lo que no funciona y ponerle remedio.
Es muy posible que mi fe esté bajo mínimos y que esta persona no haya encontrado otra manera efectiva de decírmelo que este puñal directo al corazón. Se entiende. Duele, pero se entiende. Y es que si “todo pica para curar, menos el ojo para empeorar” el corazón no es ninguna excepción a esa regla, y los golpes que más duelen en esta vida nos son dados por la gente más querida. Ahí dejo el recuerdo de Anna, y otras personas que significaron mucho y que luego se quedó en nada la cosa. Keep it that way, que se quede todo ahí.
Lo realmente importante no es el mensajero sino el toque de atención que se nos da, porque en lo sencillo y hasta pueril de mi fe moriré convencido del Amor con mayúscula que Dios tiene por nosotros, por todos y cada uno, y que quiere que nos salvemos. Los que a veces no queremos, desde luego, somos nosotros.
Moriré convencido, y a lo mejor me equivoco, de que a veces un mal trago como este es lo que necesitamos, lo que se nos manda de arriba para lidiar con algo que nos impide llegar a él. Y en ese momento hemos de bajar la cabeza, cuadrarnos y decir “sí, Señor”, porque de la otra manera, ya os digo que solo nos quedamos envueltos en nuestra propia cabezonería.
Y lo defenderé con toda mi pasión: hoy tengo vida espiritual por la Misa Tradicional, que me dio el enfoque que necesitaba. Me he atascado en eso, a lo mejor solo en las formas. Pues bien, a coger ese toro por los cuernos y empezar a pedir con insistencia más fe. Porque solo con ella es como he salido adelante toda la vida, contra viento y marea. Eso y un baluarte como es la familia.
Y si para mí que tengo una, la cosa no es sencilla, no quiero ni imaginarme lo cuesta arriba que lo tiene uno cualquiera.
Y al final parafraseo lo que dijo un amigo sobre las parejas “En toda discusión tendré siempre la última palabra, y será siempre ‘sí, cariño’”.
+Pax et Bonum+
16 comentarios
Fariseos...si..me incluyo...cuantas veces habré menospreciado al prójimo creyéndome "dueño" de la verdad, cuando en realidad, es la Verdad quien se adueñó de nosotros. Jamás seremos dueños de ella! solo podemos ser servidores, y como "servidores", ser "humildes sirvientes".
Gracias a Dios por tus palabras!
Un gran abrazo y bendiciones! +
Los fariseos, grupo judío cuyo afán era llegar a Dios a través del cumplimiento estricto de la ley, eran "los puros". ¡Quién pudiera decir de corazón!: "Te bendigo, Padre, por ser como soy, por dar el diezmo de todas mis ganancias, por ayunar dos veces por semana, ..., en fin, por hacer todo aquello que sé que te gusta", o sea, decirlo con la convicción profunda de que es el Espíritu Santo y su acción lo que hace posible que mi vida sea un canto de amor a Dios. Lo malo de los fariseos es que no quisieron ver al Espíritu a través de sus buenos actos, convirtiendo su vida en un "cumpl y miento" lo que les llevó a juzgar, y a condenar, a quien no era como ellos, y a vanagloriarse de sus virtudes en las plazas, en las sinagogas.
Pero casi peor era ser saduceo: Casta sacerdotal, hijos de Sadoq, jefes de Israel, y vendidos al mundo, a la carne y al demonio. Su fin eran ellos mismos, ya que, si no hay resurrección, comamos y bebamos, que mañana moriremos.
Pablo fue fariseo, de los mejores, y se gloría de "haber corrido bien la carrera, haber mantenido la fe", pero sólo porque sabe que nuestra gloria es Cristo crucificado, el que entrega su Espíritu al Padre para que lo derrame sobre nosotros. Recibirlo con humildad y dejarlo obrar es ser el perfecto fariseo.
Personalmente me siento muy identificado con el evangelio de hoy, la parábola del hijo pródigo, primero con el hijo menor, que vuelve al padre arrepentido después de una vida de pecado, pero también con el mayor, que se cree perfecto (imagen de los fariseos a los que Jesús les dedica esta parábola) y desprecia al pecador; ese es el fariseísmo que nos corrompe y acaba con todo lo bueno que creemos encontrar en nosotros mismos.
Un saludo,
José Mª
Nota del B. Pues no puedo estar más en desacuerdo, qué le vamos a hacer.
El hermano mayor es más bien la figura de la Antigua Ley, que es perfeccionada y culminada por el Amor y la Misericordia de la Nueva Alianza.
En la genial cosmovisión castellaniana, el Fariseísmo -que jamás estuvo ausente en la Iglesia, siendo quizás Judas el primer fariseo cristiano- va a desempeñar el papel de Precursor del Anticristo.
Castellani nos enseña que el Fariseísmo es el cáncer de la Fe, el que le abre las puertas de la Iglesia al Demonio desde adentro. Y que el católico fiel debe pasárselas lidiando contra el fariseísmo, tal como lo hizo Cristo a lo largo de su vida pública.
Nota del B. Credo in unum deum... No tengo mucho más que decir. No entiendo de neocones ni tonterías de esas.
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