Dimite Dino Boffo, director de Avvenire.

Una de las cosas que diferencian a Italia y España es que en el país verdaderamente “latino", la Iglesia posee varios medios, entre los cuales se cuenta el diario Avvenire, que está entre los más leídos de ese país.

Me ha dolido leer en estos días la polémica suscitada en Italia con Berlusconi, en la que el diario ha tomado parte, como todo hijo de vecino, y de hecho como le corresponde al ser un creador de opinión pública. Un diario tiene derecho a tomar una postura editorial aunque el objetivo de esa opinión sea un presidente del consejo, y su gusto por el sexo opuesto.

Es la enésima victoria de aquellos que propugnan que desde los medios católicos “no se debe insultá", pero cuando uno es un cerdo, o se lo dices, o estás faltando a la verdad. Se puede endulzar el hecho cuanto se quiera, y ser todo lo diplomático posible, pero es una soberana tontería mirar para otro lado.

En el plano económico y de gestión, Berlusconi se ha rodeado de gente competente. Ha logrado, incluso, mantener una línea más firme ideológicamente que la de su tradicional “mano derecha", Gianfranco Fini, al que en su propio partido tachan de blando, respecto a Berlusconi.

Sin embargo el ‘premier’ italiano se encuentra con una familia rota. Con varios divorcios a sus espaldas, y una amante más o menos oficial proveniente del mundo del espectáculo, por no decir otras cosas. Nunca podrá jugar la carta de “moral intachable", desde luego, y menos tras las fotos que dieron la vuelta al mundo, y por las que ha amenazado a medios de todo el mundo con demandas. Sencillamente “grottesco, cavaliere“.

Boffo dimite después de que Berlusconi haya puesto su imperio mediático al servicio de una causa: destruirle. El diario en el que escribe el reputado vaticanista Andrea Tornielli, Il Giornale, lanzó una serie de acusaciones, en plan El País con el caso de los espías en Madrid, y ha terminando obteniendo lo que quería su amo. El director saliente ha recibido, eso sí, un apoyo firme del Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, el Cardenal Angelo Bagnasco, que ha reconocido su servicio al frente de Avvenire.

Posturas políticas
Es cierto, por tanto, eso de que la Iglesia, a la postre, no se casa con nadie. A poco que venga un poderoso con poca o ninguna vida moral, la iglesia está para recordarle el camino. En esto los cristianos llevamos algo de experiencia, pues el primero en enfrentarse al poder fue Juan el Bautista, que lo pagó con la vida. El siguiente en el martirologio es San Esteban, y la lista, como ustedes bien saben, es bastante larga.

Por eso no me vale esa concepción dialéctica de la Iglesia entre ‘carcas’ (los malos) y ‘progres’ (los güenos). Eleuterio Fernández Guzmán dice que a pesar de eso “Eppur si muove", pero es que el propio planteamiento es de raíz marxista, y por tanto debe ser rechazado. La Iglesia es anterior al Marxismo, y no se ha planteado así más que después del 68 (léase ’soixante-uít’ en perfecto fra-ñol).

La Iglesia no es de Pedro ni de Pablo, como no es de Berlusconi o de Alfonso Guerra. Es de Dios, y como tal debe transmitir la Buena Nueva, algo que lleva haciendo desde que Cristo la instituyó, y que rara es la vez que a un hombre del mundo le gusta. O se es un gobernante como el Rey San Luis de Francia, o desde luego no les hará ni pizca de gracia.

Y es esa Buena Nueva la que puede cambiar el mundo; la que ya está transformando naciones enteras, que son tierra de misión, y es la que puede devolver la cordura a tierras castigadas por el odio fratricida, como Tierra Santa. Pero de eso… Ya os hablare.

Nota: Algunos habéis leído un borrador del artículo. Lo siento. Estaré más atento la próxima vez.