Un entierro por lo civil
Un matrimonio amigo, con pocos años 27 y 26 años respectivamente, están alucinados cuando los encuentro por la calle. Han acudido a un entierro por lo civil. Han estado en una sala multicultual de un tanatorio privado. El fallecido era un amigo de ellos, victima de cáncer rápido. Habia hecho su testamento, donde dejó plasmado el deseo de ser enterrado por lo civil.
La viuda, y los padres del muerto, cumplieron con el rito mortuorio. Pero aquí entra una trama que se acerca a lo ridículo y a lo sarcástico con fotografía de entierro.
Están todos en la sala. En el centro, sobre un elemental catafalco, se encuentra la caja con el cadaver. La ceremonia la dirige un hermano del fallecido, con vaqueros y camiseta veraniega. Dirige unas palabras declarando los motivos que tuvo el difunto para pedir esta “manera de despedirse de todos sus familiares y amigos". Por la megafonía se escucha el himno del club de futbol Barcelona, ya que el desaparecido era un seguidor empedernido. Tras esta audición, la viuda lee una cuartilla donde expresa el mucho amor que tuvo y tiene al difunto, contando cómo se conocieron estudiando secundaria en el instituto. Al acabar, el padre del muerto acude al micrófono y arenga a los presentes a que vivan bien y coman mejor porque en cualquier momento les puede llegar un cáncer como el de su hijo.
Cuando acaba el padre, pone fin a aquella situación el hermano vestido con vaqueros quien entona, con el puño en alto, la Internacional, pues toda la familia es miembro de un partido de izquierdas. Como la mayoría no la conocía se pone por la megafonía para que conste que se ha cumplido con la voluntad del fallecido.
Todos los reunidos acaban yendose cada cual a sus obligaciones, porque se había pedido que nadie molestara a la familia con expresiones de sentimiento.
El matrimonio que me narra todo está muy sorprendido. Me piden la opinión. Les contesto que la libertad del ser humano es total a la hora de elegir como desea ser despedido de este mundo. Y que a esto hemos de acostumbrarnos cada día más, puesto que el laicismo imperante seguirá clavando sus normas de conducta en esta sociedad. Y así estamos y por ahí iremos.
Tomás de la Torre Lendínez