La cristofobia en el taxi
Llegué a la estación de ferrocarril de Santa Justa, en Sevilla. Tenía el tiempo justo para acceder a presidir la Eucaristía en la que contrajeron matrimonio dos amigos: Emilio y Mari Paz.
Me acerco a la fila de taxis de la puerta. Me monto en el que le tocaba. Le digo que me lleve a la iglesia de la boda en pleno centro sevillano. El taxista corre, es simpático, lleva la Cope de fondo. Advierto que tiene un crucifijo colgado del espejo retrovisor.
Ante esta situación le pregunto si es cristiano. En ese momento toma la palabra de una forma volcánica. Es cristiano bautizado en San Bernardo, hizo los Cursillos de Cristiandad, su mujer es camarera de una cofradía, él porta a la Macarena, en cuya casa han estallado bolsas de pintura roja hace unos días, según ha dicho César Vidal en La Linterna del pasado viernes. El taxista está harto de tanto ataque a los simbolos religiosos cristianos en Sevilla, donde el silencio informativo en el Canal Sur es absoluto.
Pero este trabajador del taxi, lo que le exaspera es que entre unos y otros le quieran quitar que lleve el crucifijo dentro del coche. Por una parte, están los compañeros que le recomiendan que en estos tiempos no es conveniente presentarse como “confesional". Por otra parte, algún cliente ha tenido unas palabras “gruesas” con él por llevar colgada la imagen de Cristo en el espejo retrovisor. Un usuario se cabreó tanto con el asunto que en un semáforo se bajó del coche y se marchó sin abonar la carrera. Sus palabras son: “!Mire, usted, que no se puede ser cristiano en el taxi¡.”
Miro el reloj me faltan quince minutos para la hora de la boda. El conductor del taxi sigue contándome las afrentas que sufre por llevar a Cristo crucificado. Le animo a seguir siendo valiente contra la corriente de cristofobia que se ha asentado en esta sociedad y le digo que solamente Cristo le defenderá ante el Padre por no haberse avergonzado de llevar el signo de la cruz.
Me encuentro en la puerta de la iglesia. Le pago la carrera. Y yo salgo a la carrera para estar puntual en el altar. En mi rápida fuga solamente me da lugar a ver que el número de licencia empieza por el número 1 y el nombre no me lo ha dado. Pero sí me ha dejado claro que es un caballero cristiano porque está orgulloso de llevar a Cristo en la herramienta de su trabajo que es el coche. Ruego a Dios por él.
Pero, pienso cómo la ola de cristofobia no se detiene. Va ganando terreno. Siempre habrá un valiente como el hombre que me condujo a llegar puntual a casar a mis amigos, a quienes conté lo sucedido y ahora lo dejo clavado en este Olivo para quien pase por aquí.
Tomás de la Torre Lendínez