Una noticia buena para todos

A los penitentes que se visten de nazareno, a los que portan a su imagen venerada bajo el trono, como costaleros, o anderos, a los que tocan la trompeta o el tambor, a los que rezan detrás de Cristo en la cruz, a los que van descalzos en la procesión por una promesa personal o familiar, a los que llevan una vela y se llenan de sus manchas, a las personas que se visten de mantilla y llevan luto, a los caballeros legionarios, a los agentes de la guardia civil, a los agentes de policia nacional o local, a todos los que componen una procesión de penitencia….

A los que se han quedado con Cristo sacramentado en el monumento de su iglesia, a los que están participando en la hora santa, a los que estarán de rodillas mucho rato ante el Sagrario, a los que han estado en los oficios religiosos de esta tarde de Jueves Santo, a los enfermos que están siguiendo las procesiones por la televisión en sus casas, a las personas hospitalizadas por cualquier motivo, a los que estén solos en sus casas, a los moribundos, a los que duermen al raso en el centro de Italia victimas del terremoto, a los que mueren de hambre, a los que pasan sed, a los que están conduciendo su coche por la carretera, a los que esta tarde no les dice nada y es un jueves más….

A todos los nuevos ministros del gobierno que no se han ido de vacaciones, a los millones de personas paradas laboralmente, a las madres que se parten las manos de trabajar para alimentar a sus hijos, a las mujeres que sufren maltratos físicos o psíquicos, a los niños con deficiencias mentales o físicas, a las madres embarazadas, a las personas que han abortado un hijo que venia a nacer, a los que maquinan como hacer daño a la humanidad con nuevas armas de destrucción…..

A toda la Iglesia, a toda la humanidad: la noticia de hoy es que Cristo acaba de instituir la Eucaristía, el pan que ya no es pan, sino su Cuerpo, y el vino que ya no es vino, sino su Sangre. Lo ha hecho porque nos quiere tanto que ha deseado quedarse con nosotros, con todos sin excepción alguna, para que comamos la Eucaristía y la fe, la esperanza y el amor de cada uno pueda agrandarse, y podamos volar con el corazón y los sentimientos más humanos y cristianos a consolar al triste, alegrar al alegre, alimentar al hambriento, visitar al encarcelado, compadecer al enfermo, vestir al desnudo….sabiendo en el final de otra tarde seremos examinados en el Amor y por el mismo Amor, que hoy se entrega por nosotros para nuestra salvación.

Tomás de la Torre Lendínez

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