InfoCatólica / Tomás de la Torre / Categoría: Importado

24.02.09

Un peregrino a Santiago ya trabaja

El abrir el buzón de correos casero ha sido una gran alegria. He encontrado una carta de un amigo a quien despedía el 10 de enero, cuando comenzaba el Camino de Santiago. Su carta es la que sigue:

“Como bien sabe, usted, me puse a hacer el Camino de Santiago en bicicleta, desde la ciudad de Logroño, porque me habian dejado en el paro laboral al terminar las fechas navideñas. Los pocos euros que disponía los metí en el bolsillo, tomé un tren, y la bicicleta a cuestas.

Me cogieron unas fechas duras, y, a veces, durísimas, el frio, la lluvia, la nieve, me dejaban paralizado en algunas de las etapas que yo habia trazado con mi hermano que hizo el Camino santiaguista el pasado verano. Las hospederías, no todas estaban abiertas, siempre me trataron con el servicio y el cariño propio para los peregrinos que pasamos por allí. En otros casos, ante la falta de hospederías tuve que pasar la noche, metido en el saco de dormir, tirado en el soportal de entrada de alguna iglesia o santuario, aguantando temperaturas de muchos grados bajo cero. Nunca deseé enterarme cuantos, porque yo había ido a buscar un sentido cristiano a mi vida y llenar mi tiempo vacio porque era la primera vez que conocía la soledad del parado laboral, a mis treinta años.
Iglesia de San Martin

La biciclceta se portaba siempre como una herramienta apta para caminar sobre pisos resbaladizos por el barro, el agua, o la nieve. Así iban transcurriendo los días. En las hospederías me encontraba con gente de todas las naciones y lenguas. Siempre he estado cerca buenas personas, capaces de dar un gran cariño y un plato caliente, junto a la inevitable ducha y curación de las llagas de los pies.

Cuando llegué a Frómista, tuve que detenerme varios días por la climatología y por la situación sanitaria de mis pies y del resto del cuerpo. Allí encontré algo inesperado. Estando en la puerta de la iglesia de San Martín esperando para entrar a verla, pasó un señor metido en años. Se acercó, me preguntó que hacía, entablamos una conversación que se convirtió en un largo intercambio de retazos de nuestras vidas. Cuando le dije que me habia ido al paro obrero, igual que los cuatro millones de españoles actuales, se sonrió y me dijo que eso había terminado para mí. Me quedé estupefacto. Pensé que estaba tomándome el pelo. Y me dijo tajante: !Como eres camarero, hoy te vienes a trabajar al restaurante que tengo en propiedad¡.

Entré en San Martín y al señor Santiago le dí las gracias infinitas. Desde aquel día estoy trabajando en el restaurante(……). Me encuentro muy bien. He llamado a mi familia varias veces para contarles como me iba. Y estoy muy contento. El trabajo es el que aprendí desde que ingresé como aprendiz de camarero con catorce años. Los compañeros son gente fenomenal. Y el dueño y amigo me ha prometido que en las vacaciones que me dará en mayo podré conseguir llegar hasta la ciudad de Santiago de Compostela, donde le daré las gracias a Dios y al señor Santiago, algo que hago todos los días cuando me levanto y cuando me echo a descansar por la noche.

Está claro que cuando termine mi peregrinación volveré al tajo de la restauración, que es el oficio que siempre he tenido. Yo salí de Andalucía muy desanimado, ahora estoy contento y doy las gracias a Dios y a todos los que hasta ahora me han ayudado……”

Sentado a la sombra de El Olivo, cuando la primavera está llamando a la puerta, he leido la carta de mi amigo Marcelo, un exparado que ha encontrado trabajo en el Camino de Santiago, donde, durante siglos, se han producido tantos milagros. Este es uno de ellos.

Sugerimos a nuestros lectores y amigos que nos hablen del Camino de Santiago, de sus tierras, de sus gentes, de sus iglesias, de sus milagros, de tantas cosas….como siempre disponen de toda la libertad de los hijos de Dios.

Tomás de la Torre Lendínez