Tontos de cuna, o “hacer” el tonto en la Iglesia de hoy
Durante una vida dedicada a la docencia se encuentra uno con esta realidad entre la variedad de alumnos: el tonto y el que hace el tonto. El primero es el que desde su concepción natural se desvía algún tornillo o hilo entre el cromosoma a o b, produciendo un retraso de calibre equis, naciendo y viviendo siempre con esa disminución. A este siempre se le debe atender con más servicio y caridad cristiana.
El que hace el tonto, por sistema, por vocación, por gracia, por llamar la atención, por sobresalir, por lo que sea, es una pobre persona a la que se debe centrar en su madurez psicológica, indicándole que el camino de la sensatez es el horizonte de su adultez.
Durante estos días previos a la elección del nuevo Pontífice, veo, oigo, leo, palpo, una atmosfera donde encuentro tontos de cuna, y los que hacen el tonto.
Entre los primeros está esa pobre mujer negra que sufre un “ataque” en la basílica de Santa María la Mayor, y en su mismidad deforme lanza el grito: un papa negro. O el cura italiano quien dentro de la misa dominical toma un retrato de Benedicto XVI y lo quema, acusándolo de no haber resistido hasta la muerte sin renunciar al cargo.
Entre los que hacen el tonto están dos tipos: los que “actúan” de tontos, y los que hacen el tonto de remate. Veamos a ambos.