La cardenala
En una visita pastoral, un anciano obispo llegó a un pequeño pueblo. Tras los saludos de rigor al párroco y al coadjutor, fueron hasta el edificio de la alcaldía a rendir pleitesía a la autoridad local, quien al frente de la corporación los recibió con toda clase de atenciones.
En el salón de plenos se ofreció una copa de vino español. Todos estaban compartiendo aquel acto de convivencia civilizada. No faltaron los miembros de la Guardia Civil y los cuatro guardias municipales que la localidad disponía.
De pronto, se abrió la puerta y una voz femenina gritó muy fuerte: