Las plumas de alquiler es un fenómeno demostrable en la historia humana. Aquel rey que alcazaba el trono, era analfabeto. Para dar a conocer sus proclamas tenía la pluma alquilada del escribano del valido de turno. Escrito el original venían las copias para los pregoneros que con su trompetilla estridente cantaban al pueblo la cantinela real.
El feudalismo medieval está lleno de plumas alquiladas hasta para redactar cartas de amor a una dama real o ficticia, El contenido pasaba a los juglares y trovadores buenos emisores de contenidos amorosos de castillo en castillo, de baja cuna a alta cama de alcurnia.
Las plumas de alquiler estuvieron y en están dentro de la Iglesia. Era inevitable que las costumbres mundanas entraran en las pequeñas cortes de obispados y colegiatas llenas de prebendados aburridos de no hacer nada. La corte de los Papas no escapó a aquella costumbre de alquilar plumas para todo tipo de trapisondas que están encerradas en los sótanos vaticanos, donde yace el Archivo Secreto Vaticano.
En la actualidad, en la Red digital, en el campo eclesial, viven plumas alquiladas, que tienen licencia para empitonar a todo lo que se mueva por el paisaje de la Iglesia española, pero ellos solamente. Los demás debemos estar a que la pluma alquilada escriba contra quien sea usando argumentos ad hominem, inventando fabulaciones, sospechando encuestas imposibles, y deseando la vuelta a una primavera eclesial, que ya es imposible.
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