Los salvadores anónimos
En las inundaciones que sufrió Venezuela hace ahora diez años ocurrió un acontecimiento que un misionero me contaba hace unos días.
Hubo hechos heroicos para recuperar el Santísimo Sacramento de los sagrarios de las iglesias destruidas. Uno fue el rescate de las Sagradas Formas del sagrario de la iglesia de Los Corales, urbanización completamente arrasada por la avalancha. Su párroco Reinaldo Herrera, quedó malherido, además de perder a su madre y hermana, pero se dio cuenta de que había quedado en pie parte de la iglesia.
Otro sacerdote, Abelardo Bazó, acompañado de algunos jóvenes, llegó hasta allí en moto, el único medio que podía acceder a la zona. Se encontró solo la pared a la que estaba adosado el sagrario y un cuadro del Corazón de Jesús. Se arrodilló, rezó una Visita al Santísimo y procedió a forzarlo. Consumió las Formas Consagradas y dejó, para que no se pudiera pensar en un acto sacrílego, una nota: “¡Te hemos rescatado Señor, rescátanos a nosotros! Jesús te amo. 19-12-99″.
También en las playas de toda Andalucía se han celebrado actos recordando a esos inmigrantes que caen cada día al cruzar el mar buscando un vivir. Todo ha estado organizado por Andalucía Acoge y la asociación Pro Derechos Humanos, con motivo de cumplirse veinte años de los primeros cayucos desaparecidos tragicamente.
Andalucía Acoge cuantifica en 18,000 las victimas mortales desde la primera patera llegada a las costas del sur de España. En muchos lugares se arrojaron flores al mar y algunos rezaron por su eterno descanso.
La sangría de la inmigración sigue creando situaciones realmente dramáticas en las costas andaluzas. Estas personas desaparecidas han encontrado salvadores en los pescadores, en los agentes de la Guardia Civil, en los socorristas de la Cruz Roja, en los voluntarios de Cáritas y en mucha gente anónima que han rescatado a algunos muertos, a otros con unas hipotermias excesivas y fueron ingresados en los hospitales cercanos.
En todos los casos, nadie ha sacado a estos salvadores en las primeras páginas de los diarios, ni en los minutos iniciales de un informativo televisivo. Siempre se ha dado la noticia con una asepsia propia de quien está acostumbrado que cada equis dias aparezca una patera llena de seres humanos buscando un mejor nivel de vida. Salvar a estas personas, vivas o muertas, tambien es salvar a hermanos en la fe, a seres humanos creados a la misma imagen y semejanza de Dios, nuestro Padre.
Por lo tanto, nuestra intención hoy es reconocer a estos salvadores anónimos de personas en las aguas maritimas que rodean el sur peninsular. A ellos, como al sacerdote de Venezuela salvador del Sagrario de la iglesia, se les debe un profundo agradecimiento, además de destacar su ejemplo con grandes alabanzas.
Si los lectores amigos de El Olivo conocen algún caso de salvadores anónimos, pueden dejarnos su comentario si lo tienen a bien.
Tomás de la Torre Lendínez