El laicismo avanza: las procesiones infantiles
Desde los primeros años del siglo pasado, en la ciudad de Jaén nació una costumbre en torno a la fiesta de la Invención de la Santa Cruz, que entonces se celebraba el 3 de mayo. Los niños comenzaron a preparar unas procesiones infantiles para honrar al símbolo del cristianismo: la cruz. Paseaban por el casco viejo su pequeño trono, acompañado con una banda de tambores que era viejas latas de atún, y por un puñado de niñas ataviadas con una mantilla negra. Todo similar a la Semana Santa andaluza.
En esta costumbre nos hemos educado todos los hijos de esta tierra. Las diferentes generaciones de chavales, al llegar a mayores ingresabamos en las cofradías de pasión por convicción desde la cantera propia, y ya las procesiones eran de adultos para todo tipo de vecinos y ciudadanos. Las mismas cofradías pasionistas fomentaban estas canteras de niños para que en el futuro no les faltaran cofrades educados desde la base.
Cuando la democracia hizo su aparición por el horizonte, hace ahora treinta años de los primeros ayuntamientos elegidos por sufragio universal, entre las primera medidas de su naciente laicismo fue “meterse” a organizarle a los niños las procesiones infantiles con la cruz de mayo. Inventaron un itinerario oficial, por donde debían “procesionar” obligatoriamente todas las canteras de futuros cofrades; allí se instaló un jurado que valoraba a las mejores procesiones y tras el fallo correspondiente se les daba un premio en metálico y un pequeño diploma.
Así han estado durante largos años; hasta que la corporación actual del partido socialista e izquierda unida han decidido igualar por abajo: se les da un dinero igual a todas las minicofradías participantes y todos tan contentos. Se acaba con el estimulo de la rivalidad entre los diferentes grupos de niños; se rompe con el sano ejercicio de la búsqueda de fuentes de nutrición económica para mejorar la propia procesión; se cierra la variedad en favor de la igualdad falsa y pobretona; se quita el afán natural, humano y cristiano de poner en juego, igual que en la parábola de los talentos en el evangelio, las diversas iniciativas y las inventivas infantiles…y todos tan contentos.
El laicismo reinante desanima a los niños de las canteras cofradieras, los hace unos personajes estabulados, subvencionados, y les quita la alegría de competir en una lucha sana, sensata y fraterna. Ahora todos son iguales pero en la actitud subvencionada, creando lo que tenemos en Andalucía a punta de pala: la región con más subsidios de toda la Unión Europea.
Ahora, la subvención de las arcas municipales llega hasta los niños que antes soñaban con mejorar su procesión de un año para otro; y ahora han perdido los sueños porque saben que su ingenio ha sido comprado por un “genio” de la ingenieria social y laicista que interviene hasta las mentes infantiles de las canteras cofradieras.
Total, una muestra más de destruir la libertad comprando hasta la capacidad de crear, ornamentar y organizar una procesión infantil que antes rendia culto a la Cruz de Cristo, y ahora “desfila” subvencionada por las calles de la ciudad, rindiendo culto al laicismo imperante al que la Cruz de Cristo le importa un pimiento.
Tomás de la Torre Lendínez