Dios en las cartas de correos
Entre la correspondencia atrasada de unos días, encuentro una circular de la Cofradía de la Santísima Virgen de la Capilla, Patrona de la ciudad de Jaén, de la que soy miembro. Esto en sí no encierra ninguna novedad.
Lo que me ha llamado la atención es que acaba de la siguiente forma:
“Dios guarde a Vd. muchos años
Jaén….de julio de 2009
El Secretario General”
Hacía tiempo que no recibía una misiva con el final citado: el deseo que Dios guarde al destinatario de la misma. Se había perdido esta sencilla y elemental forma de despedirse de alguien usando correcta y fraternalmente el nombre de Dios, tan olvidado, tan escondido y tan vilipendiado por tanta gente.
Cuando se encuentra uno por la calle a alguien conocido, el decirle : !Adiós¡, supone que muchos vuelvan la cara como si hubiera hablado algún ser de ultratumba y miran con verdadero estupor.
Con el mundo de la informática se han perdido las formas cordiales y cristianas de despedirse con la presencia de Dios, en el recuerdo de Cristo, y con el amparo de la Santísima Virgen. Solamente con leer los correos electrónicos que se reciben se demuestra que en las lineas cibernéticas parece que Dios no tiene o no le buscamos su sitio.
Alguien, que esté leyendo estas líneas, pueden pensar que se supone que uno le desea a la otra persona que Dios le acompañe ahora y siempre. Pero es que la vida cristiana no se apoya en suposiciones sino en realidades, en deseos expresados con amor a Dios y los hermanos. Y la forma de expresarnos los seres humanos es por la palabra hablada o escrita, con la que comunicamos nuestros pensamientos, creencias y deseos.
En la sobremesa de un almuerzo con compañeros sacerdotes, uno dejó en el aire la siguiente situación: está sirviendo en una parroquia de expansión de la ciudad, hasta hace poco, los comerciantes que abrían un negocio, pasaban a invitar al cura a que bendijera su local comercial. Desde hace unos años esta pequeña actividad pastoral se ha perdido entre los humores de la crisis económica y el relativismo social y moral en el que vivimos.
¿Son importantes las formas? ¿o los contenidos?. Respuesta: ambas cosas. Las formas sin contenidos son convencionalismos sociales. Los contenidos sin formas son signos invisibles. La coherencia cristiana nos exige que no separemos formas y contenidos.
El refranero castellano es claro: “Obras son amores y no buenas razones". Dios debe ocupar entre las relaciones sociales de los cristianos su exclusivo sitio. Es un reto para demostrar nuestra valentía cristiana ante quien sea.
Tomás de la Torre Lendínez