En el caudal de noticias eclesiales de estos días, justo un día después, que Benedicto XVI declarase como Venerables a Pio XII y a Juan Pablo II, resulta que en Roma, ocurrió lo siguiente, que lo recoge el Sic:
“Según ha informado Radio Vaticano, el domingo murió en Roma, el padre Antoni Mruk, jesuita polaco, último confesor de Juan Pablo II, profesor emérito de la Pontificia Universidad Gregoriana. Había nacido, el 21 de noviembre de 1914. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1930, cumplió sus estudios de filosofía, matemática y física en Cracovia.
Al comienzo de la segunda guerra mundial, el 10 de diciembre de 1939, junto con un grupo de jesuitas fue arrestado por los alemanes y detenido en las cárceles de Cracovia y Wsnicz y luego en los campos de exterminio de Auschwitz y Dachau, donde fue compañero de prisión del futuro cardenal, Adam Kozlowiecki, entre otros.
Tras ser liberado, el padre Mruk se trasladó a Roma, donde estudió Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana, doctorándose en Teología Moral. En 1947 recibió la ordenación sacerdotal. En los años de 1965 a 1975, fue asistente del general de la Compañía de Jesús para la asistencia eslava, en la Curia generalicia de los jesuitas.
Desarrolló también el cargo de superior mayor de los jesuitas polacos en el exterior y de consultor de varios dicasterios romanos. El padre Mruk conocía muy bien al venerable Karol Wojtyla, que había encontrado en Roma en 1946. Por solicitud de Juan Pablo II fue nombrado postulador en el proceso de beatificación y canonización de santa Faustina Kowlaska.”
En estas fechas, donde se publican los grandes hechos, o la gente está más pendiente de las compras navideñas, y menos de ponerse en paz consigo misma y con Dios recibiendo el sacramento de la Penitencia, no queremos que pase desapercibida la muerte del último confesor de un santo pronto, llamado Juan Pablo II el Grande.
Amigo lector, es probable que aún busques un confesor y recibas la gracia del perdón de Dios para así tener un corazón lleno de amor para celebrar el Nacimiento del Señor dentro de pocas horas.
Tomás de la Torre Lendínez