Una visita medida y estudiada
Una visita medida y estudiada. Tras la alegría de que el Papa Benedicto XVI llega a España en noviembre, es necesario reflexionar sobre las claves que han movido este acontecimiento para la Iglesia en España.
La primera es clara: El Papa conoce la situación política, económica, moral y cristiana de una región española como es Cataluña, tierra de misión en todos los planos, según nos informan a diario los compañeros de Germinans. El deseo papal es animar a las dos iglesias que se soportan mutuamente: la nacionalista y la de las catacumbas. Además, de estimular la línea recta que lleva el obispo de Tarrasa, que es por donde tendrá que caminar la Iglesia en Cataluña en los años venideros. La bendición de la Sagrada Familia es una buena ocasión.
La segunda es evidente: El Papa, está preocupado por la raíces cristianas de Europa, una de ellas es el Camino de Santiago, haciéndolo en el Año Santo. Viene como un peregrino más a reencontrarse con el eco de Juan Pablo II, cuando en 1982, gritó que Europa se descubre desde Santiago de Compostela. Es una sabia decisión papal.
La tercera es palmaria: Desde 1982 ningún Papa ha pisado Cataluña. Galicia tuvo la suerte de contar con Juan Pablo II en el año de la juventud, celebrado en 1989.
La ciudad de Valencia fue una privilegiada cuando en 2006 tuvo lugar el Congreso Internacional de la Familia, fecha y lugar elegido por Juan Pablo II, y que su sucesor respetó escrupulosamente.
Sin embargo, Sevilla y Madrid han contado con otras visitas del Papa polaco. Y ahora, Benedicto XVI en el año próximo vendrá a la Jornada Mundial de la Juventud a la capital de España.
Desde Roma se tiene en cuenta a la España de las autonomías. Y se trata de evitar el descarado centralismo madrileño. Con razón el Vaticano fue el inventor de la diplomacia positiva y equilibrada. Aquí tenemos un ejemplo.
Tomás de la Torre Lendínez