La moral de los recortes
Publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 27
Cuando llegan los tiempos duros y difíciles para le economía en las
familias todos han de ajustarse el cinturón, comenzando por eliminar
los gastos superfluos y dejando sin tocar lo necesario para vivir como
personas.
Este principio de la Doctrina Social de la Iglesia se pone en
práctica cuando la crisis económica afecta a toda la sociedad, de modo
especial a las clases menos pudientes. Lo que no se puede hacer es
quitar por un sector y mantener la vida alegre en otros ámbitos de la
sociedad gastando y derrochando y manteniendo una estructura absurda
para la gobernación de un país.
La conciencia del bien común de los ciudadanos exige a los
gobernantes mirar desde los más bajos estratos sociales hasta lo más
alto de la pirámide de la propia sociedad, donde viven los que más
tienen y pueden.
El buen gestor de la cosa pública debe oír a los economistas que les
indican por donde se deben meter las tijeras de las rebajas. Si un
conocedor de la economía está informando que las rebajas deben ser
compartidas por todos los sectores de la sociedad, no se puede hacer
oídos sordos y cortar solamente a los sectores que dependen de una
nómina por ser funcionarios estatales, autonómicos o locales, y a los
pensionistas en general, que suelen ser las personas que sostienen a
más números de seres humanos dentro de sus familias, ya que actualmente
existen más de un millón y medio de familias donde no entra ninguna
cantidad monetaria por estar todos sus miembros en el paro. Son los
abuelos, los pensionistas los que dan de comer a sus familiares
directos.
También, el buen gestor de la cosa pública debe vigilar la economía
sumergida que actúa con dinero negro y que se escapa a la vigilancia de
la hacienda estatal. Los casos de estas situaciones se cuentan por
muchos centenares de miles en toda la sociedad.
De igual modo, el buen gestor de la cosa pública debe mantener una
estrecha vigilancia de toda persona que, estando en el desempleo y
cobrando el subsidio correspondiente, no está trabajando públicamente,
sino haciendo chapuzas para disponer de dos ingresos: uno legal y el
otro en dinero negro.
El recorte debe mirar hacia los propios gestores de la cosa pública,
evitando el ladroneo, el chalaneo, el incremento de bienes
inexplicables, el amiguismo de la suculenta tela marinera dada por
recalificaciones y demás gabelas propias de un entramado donde se debe
actuar con más transparencia, información y moralidad.
Aquí está la clave para la Doctrina Social de la Iglesia: sembrar de
moralidad las costumbres y la vida de la sociedad que nos ha tocado
vivir. Cuando la inmoralidad se ha convertido en la reina de las
relaciones sociales entre la ciudadanía, es cuando necesitamos un
cirujano de hierro que, con usos democráticos, nos sanee a todos por
igual.
Tomás de la Torre Lendínez