Desde ayer con la muerte de los dos guardias civiles y el intérprete las cifras de muertos en Afganistán se acercan a la cifra redonda de un centenar de españoles que han dado su vida en aquella inexplicable guerra, aunque los del gobierno lo llamen “acción de paz a favor de la democracia”.
Los países árabes son por esencia de su propia religión incompatibles con la democracia y sus valores. Para las teocracias musulmanas solamente rige el Corán y sus leyes emanadas del mismo como la sharia.
La religión del profeta Mahoma necesitaría un paso histórico de pasar del “confesionalismo” pleno a una sociedad plural, donde los parlamentos legislen y exista una separación entre la sociedad civil y la religión, entre el poder político y el estamento religioso.
En Turquía se pretendió hacer algo parecido en los años veinte del siglo pasado, y hoy es un país que está llamando a las puertas de la Unión Europea, formada por países libres y democráticos. Pero, la sociedad turca actual todavía no convence del todo a todos los miembros de la Unión.
Por lo tanto, el empeño de las fuerzas internacionales de la OTAN para pacificar a un pueblo que yace en la Edad Media social y económicamente, que está fanatizado religiosamente por los talibanes, y atenazado por los terroristas de Osama bin Laden, es como dar voces en aquellos desiertos remotos. No sirve para nada.
Por esto, muchos cristianos, yo entre ellos, me pregunto si vale la pena estar allí consumiendo dinero, vidas y esfuerzos para nada, porque los que deberían aprender valores democráticos están cultural, social y religiosamente incapacitados para asimilar y vivir tales valores.
Lo mejor sería retirarse de aquella guerra, o de aquellas operaciones de paz. Me da igual el nombre. Una retirada a tiempo sería aplaudida por la mayoría de los ciudadanos españoles. Y se obtendría una rentabilidad de votos en las elecciones próximas.
Estoy de acuerdo con la editorial de hoy de la cadena Cope, que acaba de la siguiente manera:
“En este sentido, el gran fracaso de la coalición internacional promovida por Estados Unidos y encabezada por la OTAN, consiste en no haber sabido movilizar a sus aliados musulmanes para llevarlos a los campos de batalla no solo en Afganistán, sino en Irak, Somalia o el cercano Sahara.
Más aún: ni siquiera los países europeos han sido capaces de llevar a cabo una estrategia única contra esa rama del terrorismo de Al Qaeda que mata, secuestra y se refugia en el Sahara, como hemos visto estos días con el pago por España de un rescate millonario que pronto se convertirá en armas para sus sucursales afganas o somalíes.
De esta manera, el miedo de unos y la debilidad de otros, que sueñan con ilusorias alianzas de civilizaciones, están alimentando los avances de un terrorismo que tiene muy claras sus ideas: imponer al mundo el integrismo islámico… con la ayuda del relativismo occidental.”
Tomás de la Torre Lendínez