Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 32.
Existe una gran cantidad de madres que son felices al lado de sus hijos, y e numerosas madres que lloran por algún hijo que le ha salido cabra loca y campea por las oscuridades de la noche o de los callejones de las ciudades. Entre ellas, recuerdo a las madres de hijos drogadictos, de hijos sin trabajo, de hijos disminuidos física o psíquicamente, de hijos recluidos en las prisiones, de hijos envueltos en las redes de las sectas, de hijos enloquecidos por el alcohol o el juego…..
Ayer la Iglesia celebró la fiesta de San Agustín, obispo de Hipona, y el día de antes el de su madre Santa Mónica. En la biografía de este santo, escrita por él mismo bajo el titulo de Las Confesiones, aparece descrita su equivocada andadura fuera de la Iglesia, buscando la verdad y cuantos contratiempos vivió hasta volver al redil de los hijos de Dios. En estos largos años juveniles de Agustín perdido entre las tinieblas y la luz, su madre Mónica echó lagrimas para llenar varios cacharros, rezó hasta la extenuación, clamó con voz potente al Señor, y al fin consiguió su deseo: que su hijo Agustín volviera al seno de la Iglesia, se arrepintiera de sus pecados y siguiera los consejos de Jesús a todo el que escucha su llamada.
Cuando hoy, tanto se denigra del concepto de familia, tanto freno se le pone a los padres y madres para ejercer sus papeles de insustituibles educadores y tanto se propala que la familia de siempre ha muerto, uno se alegra de ver las tantísimas familias buenas que existen, dejándose la piel para educar a sus hijos, dándolo todo para verlos felices y unidos entre si. Y es que siempre existe mucha más gente buena de lo que pensamos.
Los medios de comunicación nos resaltan los casos extremos: la violencia domestica, los parricidios, las uniones de personas por un tiempo, los suicidios de adictos a cualquier droga prohibida o consentida y los malos tiempos de cualquier hogar. Sin embargo, las familias unidas, felices, trabajadoras, hogares de virtudes y buenos ejemplos, apenas aparecen porque los que están detrás de un medio informativo afirman que esta gente no es noticia que se venda al gran publico. Grave error.
Nosotros hoy deseamos regalar la felicidad a todas las familias. Esta felicidad está en manos del Señor que la da a todos los que se la pidan. Mónica estaba muy triste porque consideraba que se hijo Agustín no volvería al buen camino. La fuerza de la oración dolorosa y llorosa de una madre tenaz consiguió que su hijo se convirtiera y llegara hasta la cima de los altares. Cualquier madre o padre puede alcanzar lo que desee para sus hijos siempre que recen con perseverancia, con fe, con confianza de saber que el Señor escucha a todo el que le habla con la sinceridad del corazón como lo hizo Santa Mónica, madre de San Agustín, obispo de Hipona, allá por finales del siglo IV y comienzos del V.
Tomás de la Torre Lendínez