A través del artículo, publicado en Ibiut número 169, firmado por don Ramón Molina Navarrete he conocido la defunción de un medio de comunicación social que fue pionero en la capital de las lomas: Tele Úbeda.
Durante más de dos décadas esta televisión local y comarcal ha sido el ojo por el que se han grabado las alegrías y las tristezas de una comunidad humana situada en los cerros de Úbeda.
Personalmente tuve una relación con este medio de comunicación que deseo dejar escrito para conocimiento de la posteridad y recuerdo de algunos de sus participantes, entre ellos bastantes vecinos de la ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Cuando era necesario
Andaba yo, empeñado como ahora, en mi afición a la capacidad de evangelización de los medios de comunicación social. Entonces tenía un cargo transitorio para ello. Desde aquel sitio, cada curso, en los últimos días de febrero, se programaba un cursillo de comunicadores cristianos, con una duración de la mañana de un sábado, y se centraba en animar a los cristianos que lo deseaban libremente a conocer un medio concreto por dentro y cómo se podía usar para la evangelización de la comunidad cristiana.
Aquel año, 1994, tuvimos la oportunidad de monografiar el mundo de la televisión local. Se trataba de conocer los estudios de una televisión, de acercarse al lenguaje televisivo y de grabar un programa con algunas de las personas al cursillo, que alcanzaron casi el centenar de personas.
El lugar elegido fue el salón de actos del colegio de La Milagrosa de Úbeda, donde fuimos acogidos amablemente por la comunidad de las Hijas de la Caridad. Los participantes eran de muchos puntos de la geografía de la provincia de Jaén.
¿Por qué Tele Úbeda?
Sencillamente porque era la televisión local pionera de toda la provincia del Santo Reino. Además hubo razones internas de conocimientos de amigos mutuos, e incluso de familiares, que nos abrieron las puertas de Tele Úbeda, enclavada en el piso de la Avenida de la Libertad.
Además, en ella, colaboraba desinteresadamente un sacerdote ubetense don Jesús García Ramos, quien con gran valentía, destreza y pobreza de medios mantenía un programa con contenido religioso, dentro de la parrilla de la Tele local de los ubetenses.
Fuimos acogidos generosamente por los directivos de Tele Úbeda. Nos pusieron sus personas y sus aparatos técnicos a nuestro servicio, e incluso, nos regalaron un vídeo con todo el desarrollo del cursillo, que se perdió en la vorágine de un accidente luctuoso. Es posible que en el rico archivo de la cerrada Tele Úbeda quede algún ejemplar.
Nosotros respondimos agradeciendo aquella generosidad de la propiedad de Tele Úbeda. Sospechamos que aquel recuerdo esté entre los enseres de este medio de comunicación al que hoy recordamos, una vez que ha cerrado sus puertas.
Los participantes nunca habían visto un estudio de televisión, ni entrado en una sala de montaje, ni se habían puesto delante de una cámara. En aquella década las televisiones locales crecían por todos los pueblos grandes de la provincia de Jaén. La presencia de los cristianos se hacía imprescindible en ellas. Este era el objetivo final de aquel cursillo de la mañana de un sábado de febrerillo el loco.
En el horizonte
Parece, según refleja don Ramón Molina Navarrete en su artículo, que se está buscando los permisos oficiales para entrar en la televisión digital terrestre, una vez que se ha producido el apagón de la televisión analógica.
Si esto se produjese podríamos volver a ver a Tele Úbeda resucitar de sus propias cenizas. Algo que deseo de corazón tanto a nivel personal, como amigo de tantos ubetenses que se merecen disponer de una televisión propia que les lleve lo cercano y lo local hasta el interior de sus propios domicilios.
Los tiempos que corren, en plena crisis económica, son poco propicios para aventuras en levantar un medio de comunicación social que cuesta el ojo de la cara y parte del otro, pero en Úbeda existen personas valientes para esta empresa. Ojalá fuera que sí.
Mientras, nosotros dejamos aquí constancia de la vinculación de Tele Úbeda con la Iglesia de Cristo y cómo, cuando pudo y quiso, puso a plena disposición de un grupo de cristianos todos su personal humano y técnico una mañana sabatina inolvidable.
Tomás de la Torre Lendínez