La vida de un obispo jubilado
“He encontrado la ciudad de Jaén muy cambiada en el aspecto urbanístico”, así me contestaba anoche por teléfono monseñor Ceballos Atienza, obispo emérito de Cádiz-Ceuta, durante una breve entrevista que mantuvimos.
Don Antonio está muy contento y feliz de estar entre sus paisanos. Hace una vida casi monástica: celebra la Misa a las 8 de la mañana en la capilla de las Hermanitas de los Pobres donde reside; pasa el día atendiendo el correo y leyendo; tras el almuerzo y breve descanso, se sumerge en el silencio de la capilla en la profunda oración ante el Señor en el Sagrario, que siempre ha hecho desde que era seminarista, sacerdote y obispo.
Es uno más de los residentes, se atiene plenamente al horario comunitario, en el comedor se sienta con los compañeros de la residencia y toma los mismos alimentos. Comparte una fluida conversación con todos, quienes le van tomando el cariño que monseñor Ceballos siembra siempre en las distancias cortas con todas las personas.
Ha escogido la residencia de las Hermanitas de los Pobres, de Jaén, porque durante su etapa de párroco de San Bartolomé visitó mucho aquella casa al estar incluida en el perimetro de su feligresía. Tras su jubilación ha optado venir a vivir como un mayor más dentro de esa residencia.