La involución permanente del socialismo español
Tengo un enviado especial en el congreso socialista en Sevilla. He estado informado por correo electrónico al minuto. Es un amigo periodista que trabaja para una emisora de radio municipal en su pueblo. Es un buen profesional cristiano, y excelente esposo y mejor padre de sus hijos. Se trata de Antonio.
Anoche hablé por teléfono con él. Está desfondado de la reunión del socialismo español, donde no ha existido una confrontación de ideas nuevas que hiciera al partido homologable a las socialdemocracias europeas. Tampoco ha visto una masa humana convencida de sus posibles líderes. Los 22 votos de diferencia han creado un ambiente de desconfianza mutua que les ha llevado a recontar tres veces las urnas llenas de votos.
Cuando más asco sintió Antonio fue cuando escuchó a Pérez Rubalcaba, ante el silencio y sueño de su auditorio, meterse con la Iglesia Católica, con un estilo de matón de discoteca baratuna situada en un polígono industrial. Amenazó con la denuncia formal de los Acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede, si el gobierno actual desmontaba toda la legislación de ingeniería social colocada durante los ocho años de soportar la losa socialista en la sociedad española. En ese momento las palmas de los reunidos echaban humo.