Suprimido el nombre del capitán Cortés del callejero de la mayoría de nuestros pueblos y ciudades; borrado (cuando no tergiversado) el Asedio al Santuario de la Virgen de la Cabeza de los libros de historia, es de suponer que a las nuevas generaciones, tanto uno (el capitán), como otro (el Asedio), les suene, en el mejor de los casos, a leyendas de un viejo cómic.
Para corroborar lo anteriormente expuesto, voy a contar una anécdota real que me sucedió hace unos años, cuando yo era director de un colegio de Educación Infantil y Primaria. Resulta que destinaron a mi centro a una maestra especialista en Educación Física (lo cual, desde luego, no le eximía de tener una cultura general medianamente aceptable); pues bien, se desplazó esta señorita al Santuario de la Virgen de la Cabeza, en plan turista, y, a su regreso, nos contó lo sorprendida que se había quedado al leer en el cerro del Cabezo cosas de Hernán Cortés (sic). Es decir, que esta maestra de Educación Física, además de no saber leer, no tenía ni la más remota idea de la historia de España, pues había confundido al capitán Cortés con Hernán Cortés, no distinguía entre la Guerra Civil Española y la Colonización de América, y se había saltado, como quien no quiere la cosa, varios siglos en su apreciación.
Alguien puede tomarse lo anterior como una anécdota más o menos graciosa, pero es real como la vida misma, y demuestra, bien a las claras, el deplorable nivel cultural medio de este país, además de retratarlo como lo que realmente es: una nación desmemoriada e ingrata. Como quiera que hoy, día 1 de mayo, se cumplen 75 años de la finalización del Asedio al Santuario de la Virgen de la Cabeza, voy a exponer unas breves pinceladas históricas sobre el mismo, con la simple intención de rendir homenaje póstumo a los que allí se quedaron para siempre.
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