De un guapo secretario a un Crucificado victorioso
El más bello de los hombres es Cristo Nuestro Señor, así lo proclama la Palabra de Dios. La belleza de Cristo se convirtió en fealdad cuando fue clavado en la Cruz por nuestra salvación, donde murió y al tercer día resucitó de entre los muertos.
No es pecado ser guapo, cuando la belleza se mira físicamente explotable para levantar las pasiones bajas clavadas en el mal que anida en las personas, entonces sí es pecado.
Es pecado prohibir que, gracias a la libertad religiosa, no se pueda tener una Cruz colgada del cuello en el lugar de trabajo, aunque sea dentro de una compañía aérea.
Al final, la fealdad del Crucificado siempre vence sobre la belleza física mirada con ojos de concupiscencia inclinados al pecado.
Hoy el arzobispo secretario personal del Papa sale en la portada de Vanity Faire en italiano. Ayer el tribunal de derechos humanos de Estrasburgo sentenció que se puede llevar la Cruz colgada del cuello en cualquier trabajo.
Una vez más vence la Cruz sobre el pecado.
¿Ha sido siempre así?
Claro que sí. En pleno siglo XVI gobernaba en España y en Alemania y en medio mundo el emperador Carlos I de España y V de Alemania.
Entre sus más leales servidores en la corte estaba el duque de Gandía.
La flor de la corte era la emperatriz Isabel, de una belleza natural realmente atrayente para todos. De ella nació el heredero Felipe.
Aquella belleza física se derrumbó con la muerte de la esposa de Carlos V.
En el camino a Granada con la emperatriz fallecida, iba el duque de Gandía. En un momento del viaje abrieron la caja mortuoria, el duque se quedó boquiabierto al contemplar la decrepitud de la muerte, la fealdad física de la descomposición humana.
Abandonó su servicio en la corte con la conocida frase: “Nunca más serviré a señores que se puedan morir”.
Ingresó en la naciente Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola, de quien fue sucesor tiempo después, como Prepósito General de los Jesuitas.
Aquel duque de Gandía, pasó a ser San Francisco de Borja, prototipo de hombre convencido de servir solamente al Señor, quien muerto en la Cruz y resucitado de entre los muertos, ya nunca más volverá a morir, pues su Misterio Pascual fue el inmenso precio que pagó por nuestra salvación del pecado y de la muerte.
Para saber más hagan clic aquí.
Tomás de la Torre Lendínez
3 comentarios
En cuanto a la belleza del Crucificado siempre me lo he imaginado como alguien de mirada profunda,serena,dulce y firme al mismo tiempo,impresionante. Y su aspecto de la Cruz no es tanto feo como desgarrado,varón de dolores que dice el salmo,pero por intención tan hermosa que le hace,si no bello,Redentor,que es otra forma de ser hermoso...
Un abrazo,pater.
Y el otro tema: La Compañía. Llegó en el momento providencial, La Contra-Reforma. ¿Cuántas de sus obras materiales aún subsisten? Algunas en ruinas, como algunos de sus miembros actuales, pero no todos aún.
Leí hace muchos años un boletinsito de la ONU, en donde se decía que el gobierno de Mao había seleccionado ya a varios de sus mejores jóvenes, para infiltrar a La Compañía de Jesús. Obviamente, para dañarla desde dentro. Y yo supongo, no fueron los primeros, ni los únicos con estas intenciones. "Por sus frutos los conoceréis", es para mi una explicación de lo torcidos que desde el siglo pasado, están algunos jesuitos, que NO todos. Y no es la compañía la de los fallos, sino algunos jesuitas que son traidores a su vocación y a sus votos. Dios quiera redimir nuevamente a ésta y cuántas otras órdenes tan dañadas.
Los comentarios están cerrados para esta publicación.