Las manías persecutorias a personajes eclesiales
Cada curso me encuentro con unos pocos alumnos que la tienen tomada contra tal o cual profesor. Cuando se escarba en estas reyertas infantiles siempre encuentro que no existe ningún motivo para no tragar al de matemáticas, o al de ciencias sociales. Es una pura rabieta infantil sin más importancia.
El paso de los días me confirma que existe otro infantilismo entre los escribientes que emborronan páginas de prensa escrita, o cuelgan algo en la red. Son los infantiles que se sienten perseguidos por tal personaje de la Iglesia, a quien desearían ver colgado de la farola más cercana para disfrute del escribidor de turno.
Siempre que pueden meten el cuerno por la misma parte, portando en la punta del cuerno un mini vaticano, una reelección pírrica, una jornada juvenil para mayor honor y honra. Este ataque permanente, esta manía persecutoria deberá tener una prehistoria, porque este tipo de enfermedad tiene una etiología en un pasado más o menos reciente.
Ciertamente, existen pruebas para sospechar los motivos lejanos de esa obsesiva persecución de un personaje de la Iglesia. Estas pruebas no justifican ninguna postura tan infantil de estar a diario, por a o por b, persiguiendo a ese personaje de la Iglesia.
Creo, por el contrario, que existe una anormalidad mental en este tipo de escribientes para llegar a una postura de perseguir a diario a esa persona. Cuando una persona es inmadura por nacimiento aunque pase de la cincuentena. Cuando esa misma persona tuvo que cambiar de puesto de trabajo renegando del anterior. Cuando esa falta de madurez le lleva a estas posturas infantiles de perseguir por perseguir, entonces este tipo de escribidores no tienen la conciencia tranquila. No duermen en paz.
Por esto, se levantan con el estomago revuelto por la bilis, que no pueden vomitar por la boca, y se refugian en el teclado para vomitar contra un tercero que es un personaje de la Iglesia, creyendo que así se quedan tranquilos.
Y aquí se equivocan de plano, porque la gente conoce el paño y sabe si le dan gato por liebre, y sabe distinguir la verdad de la mentira, los hechos de los supuestos, las fuentes sin citarlas, y la bondad de la maldad.
Estos maniacos perseguidores de un personaje de la Iglesia, son unos infantiles obsesivos que solamente tendrán solución, si la desean, llamando a la puerta de un psiquiatra. De lo contrario vivirán amargados y enfermos persiguiendo siempre sombras. Unas hoy y otras mañana. Hasta su muerte.
Tomás de la Torre Lendínez
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Lean por favor: Ha muerto un obispo bueno
Blog del padre Tomás.
http://hal2.blogcindario.com/2011/03/00040-ha-muerto-un-obispo-bueno.html
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11 comentarios
D. Tomás, envidio su optimismo.
Mucho ánimo.
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No sé si eres el mismo Luis con el que, por lo visto, tuve un malentendido hace unos días. En cualquier caso, ¿tu comentario es en serio o va de chunga? Me gustaría que me lo aclararas, porque la ironía no se te entiende muy bien. Si es en serio, entonces me gustaría poder contestarte...
- "los infantiles que se sienten perseguidos por tal personaje de la Iglesia"
- "esa obsesiva persecución de un personaje de la Iglesia"
- "estar a diario, por a o por b, persiguiendo a ese personaje de la Iglesia"
- "para vomitar contra un tercero que es un personaje de la Iglesia"
- "Estos maniacos perseguidores de un personaje de la Iglesia"
Por algunos datos que hay alrededor de estas expresiones podríamos deducir algo de qué va la cosa del personaje de la Iglesia. Un periodista ha escrito hace poco que el bloguero podría ser el presidente del club de fans de "un personaje de la Iglesia", pero me parece que ese periodista no ha seguido mucho este blog que no es un club del dichoso personaje, es otra cosa, ya es demasiado tarde para pedir seriedad a cualquier periodista. Además de la oculta identidad del personaje, está su oculto perseguidor que, parece ser, es escribiente del género periodista pero no hay muchos datos para reconocerle, por si fuese poco da la impresión de que es uno y es muchos, a veces sale en singular y otras en plural, ¿quién o quiénes serán?, qué cosas. Anónimos periodistas persiguiendo a ocultos personajes.
Hace poco, un periodista digitalizado escribía un artículo de periodismo pírrico donde hablaba de cierto cardenal -perdón por ser tan explícito- y terminaba casi alabándole porque era un tipo con un plan y siempre conseguía lo que planeaba y eso tenía su mérito. Este cardenal, perdón, no quería repetirlo, se caracterizaba por ser alguien que maquinaba en lo oculto, era un maestro del ocultismo, aquí todo está oculto. Sin embargo, el periodista sin nombre daba un dato claro, uno al menos, hablaba de otro cardenal, un tal Tarancón, al que llamaba cardenal de la Transición y un tipo carismático. No sacaba ninguna conclusión de la obra de Tarancón para la Iglesia vista treinta años después pero cualquiera lo puede hacer; la conclusión de Tarancón es el sacerdote ese secularizado de periodista al que no nombro pero hay que reconocerle el mérito de nombrar a Tarancón, un personaje de la Iglesia. El periodista de lo religioso se considera el fantasma de Tarancón, su fuente sin citarla.
Y ya sólo queda decir que, bien mirado, casi es mejor no saber quién será ese misterio, ese "personaje de la Iglesia" porque si lo dejamos como una variable abstracta, da la impresión de que hay un ente cualquiera "personaje de la Iglesia" que anda rondando por ahí sin otra identidad que ser puro personaje. Ya que no le damos nombre propio, vamos a darle valor abstracto y, de paso, vamos a caracterizar a uno o unos maniáticos que creen haber visto a ese "personaje de la Iglesia", que no es nadie pero existe, y le persiguen con su periodismo pírrico de nombres vacíos. Ese "personaje de la Iglesia", tal como lo expongo, no puede hacer nada a nadie porque es "personaje de la Iglesia", su propia tautología y de ahí no escapa pero, con todo, tiene efectos físicos sobre ciertas personas que los conciben, les producen vómitos, palos en los riñones, adicción al teclado, degeneración psicológica, inmadurez, manías, obsesiones, periodismo, un cuadro tremendo. ¿Cuántos personajes de estos hay alrededor de nosotros?. Sólo los periodistas los saben, quería decir, lo viven.
y no hay ninguna ironía, mi comentario va en serio.
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