Los contemplativos: el Valle de los Caídos
Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 29
A la altura de la solemnidad de la fiesta de la Santísima Trinidad
que es hoy, la Iglesia en España se acuerda de unas personas, más
mujeres que hombres, que fueron llamados por Dios a seguirle dentro del
claustro de un monasterio. Son los monjes y monjas de clausura o de
vida contemplativa, quienes con su trabajo y oración buscan a Dios, su
propia santidad y rezan por el resto de las personas que estamos fuera
de los muros de su convento.
Es cierto que las vocaciones a esta vida religiosa no son numerosas
en estos tiempos. Aunque sí existen monasterios que se mantienen en un
nivel realmente positivo. Estoy siguiendo, durante los últimos meses,
la vida de los monjes benedictinos de una comunidad concreta.
Estos hijos de San Benito, que fue su fundador, siguen la conocida
Regla resumida en la siguiente sentencia: Ora et labora. Disponen el
horario del día distribuido en tres tramos: ocho horas para trabajar
en su estudio y vida intelectual; ocho horas para su encuentro don Dios
en la oración y en el rezo del Oficio Divino; y las últimas para el
descanso del cuerpo y del alma.
El santo patrono de Europa, San Benito les pide a sus hijos que se
consagren a Dios con los votos de pobreza, castidad y obediencia. Les
suma un cuarto voto: la stabilitas loci, es decir, la permanencia en el
lugar, la estabilidad en el monasterio en el que vivan hasta el final
de sus días.
De esta manera, vive la comunidad benedictina a la que me refiero
desde hace cincuenta años que crearon el monasterio o abadía. Han
contribuido a mantener una escolanía muy famosa por sus voces blancas
que han cantado en la liturgia monástica y han grabado discos de canto
gregoriano.
Además, poseen dentro una rica biblioteca que se ha ido actualizando
progresivamente, sobre todo con las propias publicaciones, que los
religiosos han escrito, tras horas de investigación en archivos de
facultades de Teología, de Historia y Liturgia. Muchos de ellos son
profesores invitados a impartir cursos en diversas universidades de
España y de fuera, donde se los rifan por su profundo saber y
conocimiento de su propia especialidad intelectual dentro del
pensamiento cristiano.
Esta comunidad monástica es un lugar a donde acuden muchos cristianos
buscando a través de la dirección espiritual llenar sus vidas de la
gracia de Dios por la recepción del sacramento de la Penitencia y por
la participación en la Eucaristía tomando el Cuerpo y la Sangre del
Señor. Otros han acudido solamente a visitar aquel lugar por su
historia y su arte moderno. Medio millón de visitantes han llegado
anualmente.
De pronto, alguien de la cúpula del poder ha decidido poner una
entrada a cuentagotas a la Abadía Benedictina de la Santa Cruz del
Valle de los Caídos, justificando unas reparaciones en la Piedad que
corona la entrada a la Iglesia. Y en esas estamos a fecha de hoy. Los
monjes de allí siguen rezando a Dios por todos, a pesar de todo.
Tomás de la Torre Lendínez
5 comentarios
Dios le bendiga.
me gustaría comentar mucho, pero voy a resumir. No obstante preveo que esto dará lugar a algún artículo que publicaré. La publicación del artículo se ha realizado el día de San Fernando, rey de España, cuyo patrón es Santiago el Menor, y que vino aquí a ver si convertía a alguno, porque esto era un mar de incrédulos.
Que curioso que el patrón de esta Europa destartalada y agnóstica sea San Benito, pues va por el mismo camino que su decadencia. Curioso también que las órdenes monásticas sean mucho más valoradas en otros países, pues no sólo piden al Señor por nosotros, sino que permiten que el influjo de Él, nos pueda llegar a través de la producción de éstos, como libros, cantos, licores, dulces, e incluso el reposo y meditación en alguno de estos lugares, que no necesitan de ninguna magia ni otros menesteres. Nada más bello como un patio, claustro o jardín de un monasterio.
Yéndonos a otra orden, la de los Cartujos, recomiendo que vean la película "El gran silencio", o mejor, pasar una época de nuestra vida en un convento, pues nos marcará para siempre.
Que Dios le bendiga.
Precioso artículo, P. Tomás. No deje el tema porque ya sabemos lo que pretenden nuestros "queridos" gobernantes.
Recemos por estos monjes que tanto piden por nosotros.
Un abrazo en el Señor.
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