Una homilía sobre la amistad
Hace unas semanas preparé una homilía para ser proclamada en una Misa en el día del cumpleaños de un amigo. Quiero compartir la transcripción de la homilía en este blog por si a alguien le parece interesante y como forma de homenaje a mi amigo.
La liturgia de hoy nos propone la lectura de la Carta de Santiago, donde encontramos una frase muy sugerente que propongo meditar: «Todo buen regalo y todo don perfecto viene de arriba, procede del Padre de las luces, donde no hay ni alteración ni sombra de mutación» (Sant 1,17).
Esta es una de las maravillas de ser católico: tener la conciencia de que todo lo que es realmente bueno, todo lo que tiene la calidad suficiente para ser amado, buscado, deseado como fin, es algo que viene como regalo de Dios, del Padre de las luces. Este título tan hermoso, que encontramos sólo en esta carta, fue usado por Dionisio para referirse al origen de la sabiduría divina que, como los rayos del sol, se difunde por todos los órdenes de la creación hasta llegar a los hombres. Así el Dios inmutable se hace presente en toda una creación caracterizada por el movimiento y el dinamismo y consigue que todos los que viven en esa variabilidad aspiren al origen sobrenatural de todas las cosas. Es decir, que Dios ilumina el bien en el mundo y los hombres, que contemplan ese bien, tienen la tarea de remontarse, por los órdenes del ser, hasta Dios: lux et origo lucis, luz y origen de la luz.
Es el camino de la contemplación, de la teoría, que decían los griegos, que es capaz de mirar más allá de las cosas materiales hasta concluir que todo es signo de algo que lo trasciende. Y en esa contemplación, si alcanza su objeto último, el Padre de las luces, se cifra la felicidad última del hombre. Como sabemos, ésta no se alcanza en el afán de riquezas, ni en los placeres terrenales, ni en el honor, porque ninguna de esas cosas puede saciar el corazón del hombre, hecho para Dios y que está inquieto hasta que descanse en Él.
La contemplación es un estado de vida, de los dos que tradicionalmente caracterizan la vida del hombre. Cuando Santo Tomás explica en qué consiste un estado de vida dice que «parece que la vida de cada hombre consiste en aquello que más le deleita y a lo que tiende de un modo principal».
Pero ese deleitarse, esa delectatio, es el fruto de la belleza, según enseña también el Angélico. Mientras que lo propio del bien es atraer como hacia un fin, la razón de la belleza es el deleite que causa al contemplarla. Bien y belleza son lo mismo en la realidad, aunque se diferencian en esa razón. A la vez, la belleza se relaciona con el entendimiento, lo mismo que la Verdad, por cuanto que la belleza es el esplendor de la verdad. La belleza forma así un puente entre el Bien y la Verdad que las unifica y permite alcanzar el origen de ambas a través de la via pulchritudinis que asciende por la fuerza de la contemplación al Padre de las luces.
Así tenemos un doble camino: el descenso (katábasis) por el que descienden hacia nosotros todo buen regalo y todo don perfecto, y el ascenso (anábasis), por el que nosotros, a través de la contemplación de la belleza, vamos remontándonos por los órdenes del ser hasta llegar la Causa Primera y Belleza subsistente. Es el camino de la escala de Jacob por la que los ángeles subían y bajaban, porque ciertamente el oficio de guiar a los hombres por esta escala, es decir, mover a reconocer los dones de Dios y enseñar a reconocer el origen divino de la belleza que contemplamos en el mundo, es un oficio angélico.
Por eso cuando Santo Tomás define qué es el estado de vida del hombre no se queda en lo que hemos dicho antes, es decir, aquello que más deleita al hombre y a lo que tiende de un modo principal, sino que añade una segunda parte: «y es de esto de lo que, de un modo especial, quiere cada uno tratar con sus amigos». Ese tratar o compartir propio de la amistad, así como los ángeles nos guían en el subir y bajar de la contemplación de la divina belleza, unifica los dos géneros de vida: contemplativa y activa, según los dominicos rezaban en su lema: contemplata aliis tradere, es decir, transmitir a los demás las cosas que se han contemplado. Por eso el modo de vida más perfecto es el del que es capaz de vivir ambos estados. Es decir, más perfecto que el que contempla las verdades eternas escondidas en las cosas materiales, es el que además es capaz de transmitir a otros esas verdades, guiándolos por el difícil camino de superar las sombras de este mundo para alcanzar esos destellos de verdad que vienen del Padre de las luces
No es raro que Platón, precisamente en su obra destinada a la amistad y al amor, escribiera esas palabras que antes hemos recordado y que unifican lo que estamos diciendo: «la belleza es el esplendor de la verdad». Sólo a la luz de esa belleza profunda se puede vivir la verdadera amistad. La amistad que Cicerón definía como «el consenso en todas las cosas divinas y humanas con benevolencia y caridad». El consenso con el que, según el salmo, los amigos caminan por la casa de Dios: «in domo Dei ambulavimus cum consensu». Ahí el salmista se lamentaba de la traición de un amigo, porque la corrupción de lo mejor es lo peor, y lo mejor es la verdadera amistad. El mismo Cicerón completaba su definición de amistad diciendo: «ciertamente no sé si, exceptuada la sabiduría, algo mejor que la amistad se dio al hombre por los dioses inmortales». Y la Sagrada Escritura, en uno de esos libros que nos comunican precisamente la sabiduría de las cosas divinas, nos dice que el que ha encontrado un amigo, ha encontrado un tesoro.
Tan grande es la verdadera amistad, que la condición de amigos de Cristo que el Señor concede a los Apóstoles en la Última Cena es característica de la Nueva Alianza, como lo era la condición de siervos en la Antigua. Cristo ha asumido la amistad como una dimensión plenamente humana, la ha sanado y la ha elevado, abriéndonos a la posibilidad de tener incluso una cierta amistad con Dios (quaedam amicitia hominis ad Deum), como el Angélico define la Caridad, la virtud teologal que determina nuestra capacidad de gozar de la visión de la esencia divina.
Cuando el mismo Santo Tomás se pregunta si los amigos son necesarios para la bienaventuranza, dirá que en esta vida los amigos son necesarios para alcanzar la felicidad, aunque no pertenecen a la esencia de la felicidad eterna, para la que basta con la contemplación de la Belleza divina. No obstante, incluso en esa felicidad eterna, los amigos sirven al «bien ser» de la beatitud.
Damos gracias a Dios por los amigos que nos acompañan en la contemplación de la belleza, que nos guían por el camino de ascenso hacia las cosas divinas, con los que vivimos el consenso también de las cosas humanas y con los que deambulamos por la casa de Dios.
16 comentarios
En estos tiempos tremendos, donde la verdad es más relativa que E=mc2, el mundo ha perdido el norte de dónde se encuentra la Verdad, porque, también, la cultura feísta lo lleva en sentido contrario.
Es nuestra tarea, pues, de Uds. clérigos y nosotros laicos, de aferrarnos a la Verdad, la Belleza y el Bien y sobre ellos edificar la verdadera amistad.
Le mantengo a Ud. y a todos los sacerdotes de la Sacristía de la Vendée en perpetua intención en mis oraciones, Misas y Comuniones.
¡Viva Cristo Rey!
Les llevo en el corazón y en mis oraciones.
2. La diferencia reside en la honestidad en Dios.
3. Esto es, que si el fruto de la amistad es mundana (espíritu, carne o demonio) o mezclada de mundana y santa, todavía peor, vas a terminar siendo deshonesto con Dios y Su Cristo. Está claro, que se va a pecar, a ofender a Dios, a trangredir a Cristo, a terminar en acción del hombre viejo en el vicio de la fealdad, error y mal.
4. Por el contrario, si el fruto de la amistad santa es una sola alma en Cristo, es la Caridad, vas a ser honesto con Dios y Su Cristo, en acción del hombre nuevo en la virtud de la Belleza, Verdad y Bien.
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FJD: Feliz día de San José, José Ángel.
¿No habéis considerado abandonar una Iglesia que ya ha dejado claro que no os autoriza a representarla?
¿No sería más coherente fundar, no se, la Iglesia carcólica Ultratradicional de la Tradición, por ejemplo?
Y así podríais hacer santo a Franco, a Isabel la católica, y hacer obispo a Jorge Guadaix, el cura profesional.
Piénsalo, nadie te llamaria la atención.
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FJD: Si te concediera alguna importancia, me alegraría que supieras que no he recibido reprensión alguna. Pero, como eres un don nadie, me da igual que lo sepas.
Dios Proveera ! Espero que sigan evangelizando. Escucharlos y aprender con su canal ha sido para mi un gran consuelo y un gran auxilio ahora que vivo en Alemania.
Estoy viviendo en carne propia la indiferencia e irreverencia hacia Dios y su iglesia. Muy triste esta crisis de fe. Pero programas como el de la sacristìa hacen un gran bien y nos animan a mantenernos firmes en nuestra fe.
Dios con ustedes y todos los sacerdotes que buscan con sincero corazón seguir al Señor.
Bendiciones.
He leído un tuit magnífico sobre una traducción del NT...
"orgistheis"...
En sus comentarios dice usted: "... los mismos sesgos que Piñero".
Puede indicarme esos sesgos, aunque sea sucintamente.
Muchas gracias.
Mis bendiciones.
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FJD: No es un tema para discutirlo aquí. Pero la cosa va por el error metodológico de pensar que no se puede hacer ciencia si se tiene fe, que es una bobada que es más vieja todavía que el mismo Piñero.
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