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25.07.18

¿Será que la Verdad es el camino al cielo?

El pecado es un fardo que nos arrastra al fondo.  

Pasan y pasan años sin que tengamos la voluntad de atender a la Palabra de  Dios que nos libera.
Preferimos cargar ese dichoso fardo aunque implique vernos morir de a poco como sus esclavos.

El pecado es fundamentalmente mentiras que se acumulan.
Mentiras sobre la realidad, sobre Dios, sobre los demás pero básicamente sobre uno mismo.

Por eso Jesús dice a los judíos que son hijos del padre de la mentira.
Y les dice también que la verdad libera.

Y qué sucede con esos judíos? Sucede muy diferente de, por ejemplo, Santiago y Juan.
Diferentísimo.

Santiago y Juan, por fidelidad y amor, se ven liberados de la mentira que, por ejemplo, los hizo envanecerse cuando pidieron al Señor ser colocados uno a la izquierda y otro a la derecha del trono de su gloria.

Liberados Santiago y Juan, fueron también liberados el resto de los apóstoles sin cuya fidelidad y amor nunca habríamos sido evangelizados.

Uno se pregunta por qué se tarda tanto en reconocer la verdad que libera?

Se tarda debido a que, voluntariamente, nos atamos al pecado de la Soberbia, jardín predilecto del demonio, enemigo de Dios.

Enemigo que nos promete vida que no es otra cosa que muerte.

Muertos nos quiere en esta y para la otra vida. Muerto tal como el mismo está y permanecerá por toda la eternidad.

Nos quiere muertos.

Saruman, en el Señor de los Anillos, representa muy bien al demonio. Se hace pasar por mago blanco pero en lo escondido, destruye la creación para obtener esa infame y retorcida creación suya que son los orcos, los que -por estar más muertos que vivos- poco le importa que maten y mueran luchando por la causa del Mal. Por eso la creación entera se vuelca en su contra y perecen ahogados en el caos informe de las aguas primigenias. Es su destino.

El nuestro, en cambio, es  la libertad gloriosa de los hijos de Dios la cual nos obtiene la gracia cuando nos mueve a soltar los pesados fardos de las mentiras a las que nos aferramos.

Ser liberados duele y duele debido a que en nosotros, lo que hay de puro y santo, es propiamente de Dios aunque sea verdaderamente nuestro por haberlo elegido.
Duele ser conformado a Cristo.
Duele que la Creación entera lo sea.
Duele ser purificados.
Muchísimo, duele.

Pero duele más verse muerto en vida y para siempre.
Duele tanto que muchos prefieren quitarse la vida.

Pienso que es una gracia enorme desear ser liberados del fardo que constituye cada mentira pequeña o grande a la que nos sujetamos.

Verse desprovisto de lo único que nos pertenece es una gracia infinita y otra gracia enorme verse confirmado por la paz que se instala en el corazón.

Será que, la Verdad, es el camino al cielo?
Debe serlo porque es igualitico al de la Verdad misma que terminó crucificada.  

23.07.18

Bajo la sombra del Altísimo

Se suponía que lo mío era un corazón puro pero algo pasó.

Pasó que vine a darme cuenta que no era tan así.

He venido funcionando mal. 

Me explico.

Uno podría haber sido regalado con un corazón puro para lo que comúnmente llamamos “las cosas de Dios”; tal como para mí siempre fue “cosa de Dios” que un grupo de fieles solicitáramos la misa tridentina. Uno podría tener un corazón puro para estas cosas pero no tener un corazón puro de verdad. El caso es que yo se que, por haberme abandonado, el Señor pudo actuar a sus anchas. Nunca me sobresalté con sucesos desfavorables y los favorables me parecieron cosa de lo más normal. Respecto a lo que sucediera con la misa tridentina me era todo completamente indiferente. Dios estaba a cargo.
Sin embargo, en el aspecto material, han sobrevenido reveses al punto que he llegado a decirme que no es posible que en tanto infortunio esté la mano de Dios.
Mal pensado, Maricruz! Es al contrario. Lo supe después.
Los reveses han sido tantos y los obstáculos se presentan tan insalvables que no me ha quedado de otra que abandonarme como un niño en las manos de Dios. 
Ya ven? Por eso digo que mi corazón puro tanto no era.
Me faltaba abandonarme en el aspecto material.
Por supuesto, los reveses no dejan de llegar, los obstáculos siguen creciendo pero en todo: ¡Sea Dios bendito!


Ahora sí, miren la fotografía.



Apenas la vi supe que debía utilizarla para resaltar el hecho de que es imperativo que pidamos la gracia de un corazón puro para que nos sea más fácil mirar lo que, bajo la sombra del Altísimo, se nos revela como voluntad de Dios en los acontecimientos.

Paralelo a este aprendizaje, he venido leyendo una obra de publicada por Fundación Gratis Date de Jean Pierre de Caussade, SJ; titulada El abandono en la Divina Providencia de la que les comparto fragmentos con la intención de cerrar esta entrada pero también con el fin de animarlos a leer obra tan bella.
 
“Dios nos sigue hablando hoy como hablaba en otros tiempos a nuestros padres, cuando no había ni directores espirituales ni métodos. El cumplimiento de las órdenes de Dios constituía toda su espiritualidad.
Entonces se sabía únicamente que cada instante trae consigo un deber, que es preciso cumplir con fidelidad, y esto era suficiente para los hombres espirituales de entonces.
Sus espíritus, movidos sin cesar por el impulso divino, se volvían fácilmente hacia el nuevo objeto que Dios les presentaba en cada hora del día.
Éstos eran los ocultos medios de la conducta de María, la más simple de todas las criaturas y la más abandonada a Dios. La respuesta que dio al ángel, contentándose con decirle: Hágase en mí según tu palabra [Lc 1,38]
[Esta disposición] Es la misma exactamente que aquellas otras que nuestro Señor quiere que tengamos siempre en nuestro corazón y en nuestros labios: Hágase tu voluntad [Mt 6,10].
Esta voluntad de Dios es la regla única que María sigue y que en todo ve.
La virtud del Altísimo la cubrirá con su sombra [Lc 1,35], y esta sombra no es sino lo que cada momento presenta en forma de deberes, atracciones y cruces.
Y esas sombras, deslizándose sobre sus facultades, muy lejos de producirle [temor o] ilusiones vanas, llenan su fe de Aquél que es siempre el mismo.
Retírate ya, arcángel, que eres también una sombra”


De esta manera la Divina Providencia se está encargando de que mi corazón puro lo sea pero de verdad. María Santísima, tiene gran participación en ello. 

Pidamos la gracia de un corazón puro. 
Deo omnis gloria!

NOTA: La bella fotografía cuyo contenido solo se descubre con la mirada pura de los ojos de la fe fue tomada en la parroquia San Joaquín de Flores, la que el padre Sixto Varela facilita para que sea celebrada la misa tridentina. 

16.06.18

Algo estamos haciendo que no está a la altura de san Juan Pablo II

“Si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez?” (Mt 5, 13)

Uno no puede menos que comparar hechos y hacerse preguntas sumamente incómodas como, por ejemplo, cuál fue el aporte de san Juan Pablo II para que Polonia conservara su fe y cuál el del Papa Francisco para que en Argentina estén a punto de legalizar el aborto. 

Si hubiésemos tenido un papa irlandés me estaría haciendo la misma pregunta.
Me la hago con respecto al clero de cada país en el que se legaliza el aborto.

Algo estamos haciendo que no está a la altura de san Juan Pablo II

24.05.18

¿Necesitamos tener padre y madre?

Como muchos han de saber no soy experta en nada pero, igual,  propongo ideas de vez en cuando ya que, si no estuvieran a vista de todos, no debería conservarlas solo para mí. 

Primero, lanzo la pregunta: ¿Jesús necesitaba la experiencia de tener padre y madre?

La respuesta se halla en la Santísima Trinidad: de la unidad de tres personas en un solo Dios llegamos a obtenerla. Les ofrezco mi perspectiva con lo que dice este simple cartel el que traduzco de la siguiente manera: “La ausencia del padre y/o la madre la llena Dios pero la ausencia de Dios no la llena nadie".  


Ahora bien, sabemos que la biología nos dice que nacemos de la unión entre hombre y mujer y que, el dato de fe dice que nacemos del amor entre hombre y mujer.

Cuando el amor y la biología, unidas, colaboran a favor de la nueva vida, la misma crece y se desarrolla según el plan de Dios. Lo demuestran las familias cuyos hijos nacen, crecen y de desarrollan dentro de un vínculo de amor, así como tantas personas que, careciendo de la figura materna y/o paterna o poseyéndola de manera fragmentada, la obtienen o la ven restaurada.

Todo lo que hace pensar que Dios tuvo previsto que amor y biología colaboraran para dar lugar a que un hombre y una mujer, mediante el amor, produjeran una nueva vida.  O es que, acaso no nació la familia según Dios, cuando el Amor engendró a Hijo en el vientre virginal de María Santísima? 

En efecto, el Amor, propio de la naturaleza divina y, la biología, propia de naturaleza humana de María, unidas colaboraron para dar lugar a la nueva vida que es el Hijo quien es Dios y hombre verdadero, Nuestro Señor Jesucristo. 

Ahora bien, sucede que en el caso de los seres humanos -por lo regular- amor y biología no se funden por lo que el destino del hijo es carecer de uno o ambos progenitores. La unidad del amor y la biología que Dios tuvo previsto que el hijo conociera a través del vínculo de su padre y madre, le es negada.

Aquí es donde nuestro Creador tuvo previsto la necesidad de revelarse: la persona del Padre quien, mediante el Amor personificado, engendra a la persona del Hijo. Esta unidad de la Trinidad la tuvo prevista el Creador para nuestra salvación; salvación a la que tenemos acceso cuando damos nuestra adhesión total al Hijo. Accedemos al camino de la salvación mediante el Bautismo con el auxilio de la gracia que nos configura al Hijo desde quien conocemos la unidad de amor de la Trinidad.

Una vez introducidos en el camino de configuración al Hijo, entramos a conocer el único y verdadero vínculo de amor filial que jamás necesitaremos conocer, así sea que “nuestro padre y madre nos abandonen”.

Desde el Hijo llegamos a comprender que necesitamos de la experiencia de un padre y una madre.

También comprendemos que, cuando no se tiene dicha experiencia, el ser humano vaga dando tropiezos en la búsqueda desesperada de ambas figuras que jamás hallará de no tomar el único y verdadero camino posible que es la total adhesión a Jesucristo. Por Jesucristo y en El, obtenemos la experiencia de un padre, en Dios Padre (y en san José) y, de una madre, en María Santísima.

Jesucristo nos hace hijos que poseen padre y madre de cuyo amor entrañable tuvo lugar mi existencia. 

De dicha adhesión también se comprende el sagrado valor de la familia y del vínculo fraternal.

De tal manera, querido lector, si descubres que tu vida carece del conocimiento de la figura del padre, de la madre (o de ambos) o, si detectas que tu vínculo con una o ambas figuras está incompleto o gravemente fragmentado, te invito a adherirte a Jesucristo quien, mediante los sacramentos, la Eucaristía y la oración, te ofrece la oportunidad de conocer a través suyo la experiencia de ser un hijo que crece y se desarrolla bajo la figura de un padre y una madre.

De lo que obtendrás la salud afectiva, física y espiritual que anhelas.
De la que, finalmente, recibirás la paz que solo Dios puede dar.

7.04.18

Por gracia serás fuerte y fraternal

Tuve la dicha de que un agricultor me pidiera prestada tierra para cultivar y se la he prestado. Resulta muy inspirador verle desde mi computadora fajado bajo el sol cuidando de sus cultivos.

A veces trae a su hijo, un muchacho de 12 años precioso y un par de veces ha venido con su esposa e hija bebé para pasar al aire libre en día de campo.

Solo verlo delante de mí esforzándose por su familia es la mayor paga del mundo; lo considero un don del cielo, a decir verdad, ya que me inspira a ser mejor y a no quejarme de nada, sobre todo.

El hombre apareció en mi puerta durante la campaña electoral por lo que, mientras me ocupaba de mi apostolado en redes sociales informando, discutiendo, formando, siempre al alzar la mirada del teclado lo tenía delante de mí, justo ante mis ojos, para regresarme a la realidad y así encontrarme conmigo misma y recuperar el sentido de mi existencia tan perdido como queda debido a la parte de ficción y despersonalización  que involucra el Internet.

Haberse equivocado los costarricenses hace cuatro años eligiendo ingenuamente a un gobierno de todavía no muy claras trazas laicistas para reelegir ahora a un candidato del mismo partido por otros cuatro años siendo que se revelara como auténticamente laicista, es el colmo del absurdo, a decir verdad.

No valió para que los católicos evitaran votar por el PAC (Partido de Acción Ciudadana) el que lo obispos alertaran, ni que los pro-vida católicos lo hiciéramos, ni que muchos analistas, políticos y expertos denunciaran que fue el gobierno del PAC fue el peor gobierno hasta ahora visto ni que estuviera en juego tanto el papel del cristianismo en la historia de mi país como la situación económica debido al déficit fiscal.

Nada de lo que se dijo sirvió para nada ya que, a la hora del voto, prevaleció el criterio emotivo en los católicos. Enceguecidos como estaban continúan hoy todavía hoy y supongo que así seguirán por siempre ya que así es el ser humano.

Uno sale de un período electoral solo para encontrarse que, en un tris,  su libertad de expresión y de conciencia han sido drásticamente reducidas y se estremece por verse despojado de un derecho fundamental pero, bien, a la vez mira al agricultor por su ventana y se dice que, a aquél buen hombre, lo debe tener todo esto sin cuidado tal como debe tener a la joven mamá quien, con su hijo en brazos y el otro a su lado, me detuvo antes de entrar a la pulpería para pedirme que, tal como se lo había prometido, le ayudara comprando un bollo de pan, arroz, numar y café.

La pobre no tiene ni para comer ya que el padre de los niños está sin trabajo y aunque ella se ayuda con la venta de arroz con leche y repostería, ahora mismo no tiene ni para los materiales.

Es cierto, el marxismo oculto tras el laicismo del PAC es una auténtica atrocidad ya que, mientras están preocupados por establecer firmemente  su estructura de poder, se olvidan de los más necesitados a los que, ni por asomo ayudarán en sus cuatro años (ya ocho) de gobierno. Esa ha sido la tónica desde que el marxismo existe.

Mientras gobiernan cegados por su egoísmo, mi pobre agricultor y la querida mamá con sus tres hijos, se pasarán los cuatro años sin apenas enterarse de lo que hacen sus gobernantes, de no ser porque se encuentran con hijos de Dios que les echan una mano aun cuando ellos mismos se encuentran al límite de sus posibilidades.

Así es, no se enterarán de lo que hace el gobierno pero, por tu medio, sabrán que Dios existe y eso es todo lo que necesitan saber.

Efectivamente, el Laicismo podrá despojarte de tus derechos, pero no de tu relación con Dios y del Bien, la Verdad y Belleza que derivan de ello y que, por defecto –casi sin pensarlo- pondrás al servicio de tus hermanos.

Por gracia serás fuerte cuanto más débil aparentas ser.

Serás fuerte y fraternal dentro de un estado laicista que con brutalidad te grita en la cara que eres y debes ser todo lo contrario.

Así, de manera tan simple, te descubrirás disfrutando de la gloriosa libertad de la que gozas como hijo de Dios.

Lero, lero…