"Pedro, ¿acaso, nos amas?"
Dos noches consecutivas dos zarigüeyas diminutas, interrumpiendo la quietud de la noche, han llegado a meterse dentro la casa buscando frutas o verduras para alimentarse.
Las hemos sacado entre gritos y sobre saltos, por lo que esta tarde me di a la tarea de guardar frutas y verduras pero también a buscar el lugar por dónde ingresan, tras lo que descubrí que lo hacen por el armario de las herramientas.
Cavilando sobre cómo evitar que abrieran de un ligero empujón esa puerta que no tiene cerrojo, miré hacia arriba y observé un pequeño pero eficiente picaporte.
“El picaporte de papá!”.
Recordé que mi padre lo había puesto ahí años y años atrás por la misma razón que hoy lo necesitamos!
Hablando de auxilios que se prolongan en el tiempo, cuando me despierto de madrugada, al rezar el cántico de Zacarías, muchas veces me sobrecoge el hecho de que no solo esté pronunciando palabras que fueran recitadas muchos siglos atrás sino que el propio Moisés, David y Abrahán estén presentes mientras las digo, que lo esté María y que Jesús lo esté así como mis amados papá y mamá.
Muy pocas cosas parecen tener importancia ante el hecho de que este cántico nos revela que somos objeto de la misma devota protección que el eterno Padre ofreciera, por ejemplo, a los Patriarcas. Si lo piensan, la sola idea es sobrecogedora. Cuánto más que es un hecho!
Pues bien, ha sido quizá por los sobresaltos provocados por las zarigüeyas que la otra noche no podía conciliar el sueño pensando en la brutal inseguridad a la que he estado sometida desde la agonía de papá durante la cual perdí también a papa Benedicto XVI.
Es cierto, gané a papa Francisco, sin embargo, cotidianamente, el querido papa ha sido para mi motivo de intranquilidad, al punto de que su ambiguedad en aspectos fundamentales potencia mi sensación de orfandad y su vacilación al resguardar ciertos límites amplifica la incertidumbre que poseo sobre el futuro de la Iglesia, lo que es infinitamente más duro que haberme visto de improviso sin mi padre al mismo tiempo que sin papa Benedicto.
Anoche, quizá debido a la conmoción, vino a mí el recuerdo de Pedro (con esa fe suya tan particular de cuyos límites ni alcance era todavía consciente antes de Pentecostés) desafiando al Señor al pedirle que le mandara caminar sobre las aguas, andando con firmeza, primero, de seguido, dudando y luego, naturalmente, hundiéndose con probabilidad de ahogarse.
Ante la escena, quienes permanecían en la barca, han de haberse puesto frenéticos.No solo indignados por el pueril desafío de Pedro sino por haber puesto en peligro la vida al tiempo que la de sus compañeros y la de toda la comunidad.
Las posteriores discusiones han de haber sido del tipo de quien reclama a un hermano: -“Has sido atrevido!”, “Tienes claro que en ti han delegado la máxima autoridad?”, “Acaso, no eres también padre?. Pedro, ¿acaso, nos amas?”
De este modo reflexionaba cuando sollozando angustiada me dormí empuñando el Rosario solo para descubrir al final del día siguiente que, en lo que de cuidados y amor entraña, existe el picaporte de papá del que su familia hasta el día de hoy recibe protección de las alimañas; la que, desde mi experiencia, es solo comparable con la robustez que cada mañana la gracia le infunde a la Iglesia cuando en la Liturgia de las Horas los hijos de Dios entonamos el cántico de Zacarías:
“Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, suscitando una fuerza de salvación en la casa de David su siervo, tal como lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas. Es la salvación que nos libra de todos nuestros enemigos y de la mano de aquellos que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham. Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de nuestros enemigos,le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días….[ ] “
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…
10 comentarios
En tiempos en que arrecia la confusión y -digámoslo sin eufemismos- la más refinada persecución que los siglos han visto, necesitamos que Pedro nos confirme en la Fe.
En cambio la ambigüedad es como combustible que atiza el fuego de la confusión y fomenta las divisiones dentro de la Iglesia.
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Ricardo de Argentina,
Mucho me temo que así sea pero hay solidez en lo que creemos que se remonta al principio del tiempo.
Animo. Continuemos afianzados en la gracia viviendo un día a la vez.
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Adriana:
El papa F conoce sus limitaciones, por eso nos pide oración desde el primer día de su pontificado.
Atendámoslo.
Mi gratitud y mi saludo cordial.
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Saludos, Miguel.
Feliz cumpleaños Benedicto.
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Pipo, las cazamos y las lanzamos de nuevo al jardín; por eso van tres noches que interrumpen nuestra tranquilidad.
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Martina,
Es verdad.
:)
Los Católicos necesitamos claridad en relación a los pronunciamientos del
P. Francisco, la ambiguedad y dejar las cosas a la interpretación y discernimiento de los Curas, pone a éstos en una posición sumamente dificil.
Hay que orar mucho por nuestros Sacerdotes, lo necesitan y mucho.
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