Cuando las cosas se ponen color de hormiga... ¿a qué se reduce todo?
Un lucero que observo en las madrugadas hacia poniente me hizo recordar algunos pensamientos que tengo desde de niña cuando miro la vastedad del cielo estrellado.
Desde pequeña me digo: - “Todo esto tan grande, ¡es infinito! Cuánto esfuerzo pudo haber significado haber creado algo que se extiende sin límites? Había que crearlo bello? Cuán grande es el poder de quien piensa algo tan eficiente? Quién pudo haberle enseñado que, por ejemplo, había que colocar un sol a cierta distancia de un planeta para que existiera vida? Por qué se revela seductoramente, como llamándome, como esperando que atienda para saciar mi corazón? Un pensamiento creador que diera origen a toda esta maravilla sería inabarcable para una mente tan limitada como la mía. Desconozco la respuesta que espera de mi aunque debo confesar que siento que lo amo”
Tengo el recuerdo de hacer este tipo de reflexiones desde muy pequeña lo que me hace pensar que no solo mi memoria es un don sino que, también, vehículo para la gracia que recibí desde entonces y que me permitió reconocer al Señor como regente de la Historia (y de mi corazón).
Es probable que el don de la memoria, unido al hecho de ser una niña que pasó muchas horas solita por su enfermedad, ha dado como resultado que continúe siendo una fervorosa observadora de la realidad quien salta como jugando de asombro en asombro ante cada pequeña maravilla que se le presenta.
En ese sentido, fácilmente descubro la gracia que el Señor le entrega a cada uno; de ahí que no se me dificulta reconocerla verbalmente de manera positiva; por ejemplo, la gracia que el Señor le regala a Luis Fernando Pérez para estar en contacto diario con clérigos y comentaristas de todo tipo así como delante de situaciones y noticias tremendas que a cualquiera podría haber vuelto loco desde hace mucho tiempo, resulta alucinante ya que nunca, jamás, yo podría ser Luis Fernando o Juanjo Romero, Carmen, el padre Iraburu o cuantos conozco un poquito en InfoCatólica.
La realidad de la vida de cada uno es alucinante. ¡Un verdadero milagro!
Me atrevo a afirmar, sin temor a faltar a la verdad, que el milagro de sus vidas es equiparable al que consiste en haber colocado a la Tierra a la distancia perfecta del Sol para que surgiera la vida.
He puesto el ejemplo de personas que conocemos pero si me pidieran enumerar las gracias, cuya presencia en su vida no advierten muchos de mis conocidos, quedarían tan asombrados que la dicha no les cabría en el pecho ya que habrían obtenido la certeza que tuve desde niña acerca de que el Señor es la libertad que estructura al mundo y que su gracia, como amor creador, lo penetra todo.
Es cierto, hay muchísima herejía en todos los ámbitos de la Iglesia, el mundo no cesa en su embate tampoco, muchas almas están en peligro, nuestra vida tampoco es lo simple que quisiéramos; sobre todo cuando, nosotros mismos, caemos en diversidad de pecados y herejías; pero, aunque nuestra vida es dura e incierta la realidad eclesial…, a qué se reduce todo?
Se reduce a pedir la gracia.
4 comentarios
Inmersos en esta especial " locura" que es el tener "fe" , coincido contigo que la "gracia de Dios" es lo unico que tenemos que pedir , para no perdernos.
"Todo se reduce a pedir la gracia."
Es una gran verdad, -una realidad, un hecho, sin duda color de hormiga, y color de abeja, y de campo, y de huerto, y de níspero y de todos los colores que subsisten en la cruz.
Porque es así.
¿La de Marcos sobre el divorcio o la de Mateo sobre el mismo tema?
El resto está bastante claro en las sagradas escrituras; tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
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