Actitud ante la gracia | Los pobres y la pobreza
Hoy trataré un tema algo delicado relacionado con la actitud que muchos tenemos hacia los pobres y hacia la pobreza la cual, en el fondo, es una actitud ante la gracia.
Primero que todo les daré antecedentes de mi vida familiar para que conozcan las razones de mi actitud pero también para que traten de descubrir algo parecido en sus historias personales.
Tuve, gracia de Dios, el ejemplo de dos mujeres extraordinarias: mi abuela materna y mi madre.
La primera, de cuna pobre, se casó con un español quien, habiendo estudiado Economía en los Estados Unidos, regresó a Costa Rica, país en el que se habían establecido sus padres al salir de España. Aquí construyó un imperio financiero del que vivieron holgadamente no solo mi abuela, mi madre y mis tíos sino los parientes que trajo de España huyendo de la Guerra Civil.
De la generosidad de mi abuela debe haber aprendido gran cosa el abuelo ya que le regalaba todo lo que necesitaba para el taller de costura y para criar, educar y llevar a casamiento a tantas jovencitas que sus madres pobres le encargaron.
Esa fue su vida hasta pocos años después de la muerte del abuelo quien falleció a la edad de 45 años por un infarto fulminante.
Con ese ejemplo y dentro de esa holgura creció mi madre, quien –por cosas de la vida- se vio obligada a trabajar muy poco después de los 18 años pero quien, con mucha creatividad, esfuerzo y confianza en Dios, de adulto pudo cuidar holgadamente de sí misma y de su madre. Más tarde –cuando se casó- lo hizo del resto de nosotros junto a mi padre.
Ambas mujeres, por motivos diferentes, no solo conocieron de la pobreza y de la riqueza en sus extremos sino que tuvieron una determinada actitud ante la gracia, por lo que, me parece, han de haber desarrollado la sensibilidad que me heredaron y por la que, desde niña, comprendí que cuando una persona necesitada insinúa o pide directamente ayuda es porque la necesita.
Esa es la razón por la que nunca nadie se va de mi lado sin que le haya echado una mano. Y, si alguno -por mi descuido- se ha ido sin ella, que me lo reclame.
Miren, cosas tan aparentemente insignificantes como escribir una carta de recomendación, no sin sorpresa, he comprobado que le han cambiado la vida a varias personas.
Sin embargo, cuántas personas necesitadas se aproximan pidiendo ayuda y porque no nos resultan “convincentes” resolvemos hacernos los tontos? O, cuántas de ellas, se van de nuestro lado con una ayuda ofrecida con recelo, de mala gana o tan ridículamente tacaña que cualquier santo vomitaría al verla?
Vaya cosas! Qué fácil juzgar y qué fácil anteponer nuestro juicio a la necesidad de las personas. Verdad?
Varias personas verdaderamente necesitadas en las que no he tenido mucha esperanza me han dejado boquiabierta cuando luego de un empujón cariñoso, generoso y desinteresado se han superado maravillosamente.
Esa es la actitud: ayudar sin juzgar para poder ofrecer auxilio de forma generosa y desinteresada al mejor estilo de Jesucristo.
Esa es la actitud ante la gracia que debe acompañarnos a lo largo de nuestra vida para que, movidos por ella, nuestras acciones redunden en beneficio para las almas y sirvan para mayor gloria de Dios.
Abuela Merce muchas veces me envió a la gaveta donde guardaba lo que le habían regalado y me hacía llevárselo a quien lo necesitaba; cierto, aquellas cosas eran regalos pero era lo único que tenía.
De mamá ni se diga, en toda ocasión entregó la ayuda que prometió como fue, entre otros, el haber construido su casita a una mujer soltera y con dos hijas.
Amigos, ante la gracia y acerca de los pobres y la pobreza nos falta mucho por aprender.
Quiera el Señor que su gracia nos ayude a cambiar este corazón de piedra.
PD.Disculpen mi lejanía del blog pero estoy sin servicio de internet. Cuento con el cuando mi hermana me presta su móvil desde donde puedo enviar estos mensajitos. Esa es la razón por la que me será difícil responder sus comentarios. Saludos y bendiciones,
Maricruz
5 comentarios
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Qué bueno, Juanjo, a mi me ha hecho bien el escribirlo.
:)
Ay Maricruz si tuviéramos esa actitud en todo nuestro obrar, no sólo en las obras de ayuda material sino en todas, desde la enseñanza hasta la defensa de la fe otro sería el mundo.
Como siempre, leerla me llena de alegría y esperanza.
Lamentarnos si dependiera de nuestro esfuerzo pero como no es así...
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